Lado B
La policía brasileña mata a más jóvenes que la pena de muerte
 
Por Lado B @ladobemx
08 de mayo, 2014
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Gabriela Moncau | Desinformémonos

Traducción: Waldo Lao

Sao Paulo, Brasil. El carro de la Policía Militar pasó muy despacio, en pleno domingo por la tarde, frente a un bar en el Jardín Brasil, periferia de la zona norte paulista. Apoyada encima del parabrisas estaba la pistola calibre .40. El carro pasó y cuando regresó, se detuvo. Del policía no salió ninguna palabra, sólo un disparo. La bala atravesó y partió en dos el corazón del estudiante Douglas Martins Rodrigues, de 17 años, que pasaba por ahí en su bicicleta, acompañado por su hermano de 12 años. Antes de morir, preguntó: “¿Por qué el señor me disparó?”. La calle estaba llena de gente. Era el 27 de octubre del 2013. Poco tiempo después, el barrio fue escenario de una revuelta popular.

“Yo estaba a un lado, vi todo lo que sucedió”, cuenta Adriano*, amigo de Douglas. “Cuando Douglas le preguntó al policía, este se asustó. No supo qué hacer. No quería ni ayudarlo, nosotros fuimos quienes lo llevamos al hospital”. Adriano observa todavía una marca de sangre en el asfalto. “En esa área, ese policía ya estaba provocando. Un día antes se llevó a algunas personas hacia el callejón y les dio de cachetadas”.

Tomada de desinformemonos.org/

Tomada de desinformemonos.org/

Rossana Martins, madre de Douglas, llegó de comer cuando su hijo de 12 años apareció gritando. Eran las 14:30 horas. Dejó a su hijo más pequeño, de cinco años, y salió corriendo. José Rodrigues estaba colocando el asador cuando un carro se detuvo a su lado: “Le dieron un tiro a tu hijo”. En el hospital, más de cien amigos se aglomeraron.

Muy cerca de ahí, centenares de personas bloquearon la carretera Fernão Dias, que une a Sao Paulo con Minas Gerais. La emprendieron a gritos contra la Policía Militar (PM) e incendiaron camiones. Por parte de la policía llegaron las bombas y las balas de goma. “Fue una brutalidad. Después de que confirmaron su muerte, todos nos rebelamos. Si no hacemos nada cuando una muerte de ese tipo ocurre, van a suceder muchas otras”, defiende Adriano. “Aquí eso ya pasa, siempre las muertes son así. El caso de Douglas fue lo que detonó porque era muy querido por todos”.

Pasaron dos días y se realizó una reunión de emergencia con el secretario de Seguridad Pública de São Paulo, Fernando Grella, y el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo. El asunto no fue el caso de Douglas o la letalidad de la PM, que entre 2001 y 2011 tan sólo en el estado de Sao Paulo mató en servicio a cerca de 5 mil 591 personas por año. Lo que salió de la reunión fue la idea de realizar acciones conjuntas para impedir nuevos bloqueos en la carretera federal.

***

En el garaje de José está el camión azul que usa para trabajar. Todavía está pagando las mensualidades. En la sala, al fondo, se escucha el noticiero que relata asaltos y asesinatos, mientras las paredes exponen fotos de Douglas: en una su bautizo, en otra con una prima en una pizzería. “No repare en el olor de perro, fue Douglas quien lo trajo hace un tiempo. El animal no para de crecer”, comenta José.

“¿Por qué le disparó? Su familia también quiere saber”, resalta su padre, para quien “el culpable no es sólo el policía; es quien manda: El comandante, el gobernador”. Hasta ahora, ningún representante del Estado ha entrado en contacto con la familia. Por medio de la prensa, la presidente Dilma Rouseff (PT) y el gobernador Geraldo Alckinin (PSDB) ofrecieron “condolencias”.

“Yo no vivo de condolencias, con eso no van aliviar mi dolor”, afirma Rossana -que viste una camiseta con la foto de su hijo- en la sala de su casa, que es también su lugar de trabajo. Rodeada de tejidos y una máquina de coser, habla de sus lágrimas. “El dolor no pasará nunca. Siempre fui una persona alegre, pero creo que voy a llorar por el resto de la vida. Yo siempre reí, pero qué le vamos a hacer. Ahora no puedo reir más”.

“¿Casa de la ensalada, quién es el pepino?”. Así, jugando, Douglas atendía el teléfono de su casa. Comenzó a trabajar con 14 años, lijando carros. Para cuando fue asesinado, había conseguido un puesto en un restaurante, cursaba el tercero de preparatoria y tenía el sueño de que un día tendría un negocio lava autos. Entre las cosas que más le gustaban está el hacer balones con los amigos, jugar al papalote y comprar ropa (en esa época estaba juntando dinero para verse bien en la navidad, relata su mamá).

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