Lado B
Educación heteronormada: rechazo, abuso, discriminación y violencia
Lo que no se enseña en las aulas es la inclusión
Por Lado B @ladobemx
03 de abril, 2014
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Ámbar Barrera | Mely Arellano

@Dra_Caos | @melyarel

En el salón de primero de primaria de una escuela en el municipio de Esperanza (13 mil 785 habitantes), en el estado de Puebla, un niño se acerca a otro y lo besa en la boca. Alguien le dice a la maestra. Los besos no son cosa nueva en el salón, pero sí entre dos niños.

El niño que dio el beso explicó después que sólo se le ocurrió hacerlo, que no pensó que tuviera algo de malo y lo hizo. El niño besado no dijo nada. Es tímido de por sí. Fue su mamá quien reclamó indignada.

Después del beso la dinámica dentro del aula permaneció igual que antes. Los niños que se besaron no eran amigos y siguen sin serlo.

Quienes sí necesitaron de un taller fueron las mamás y los papás de todo el salón, para quienes las imágenes de una niña jugando futbol o un niño jugando a la comidita eran “anormal”, porque esas son cosas que se deciden o se hacen, si acaso, de adultos.

El primer bloque “Yo, el cuidado de mi cuerpo y mi vida diaria”, del programa de estudios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) de primero de primaria busca “que las niñas y los niños identifiquen quiénes son a partir de sus características personales y cómo son las partes externas de su cuerpo, en qué se parecen y en qué son diferentes a sus compañeros y respeten sus diferencias para fortalecer su identidad y respeto a la diversidad”.

Hasta ahí suena bien y claro. El riesgo, sin embargo, es que en el aula es la o el docente quien decide cómo abordar y explicar el tema.

–Lo que hace la escuela es seguir esquemas muy anquilosados, sin ir a la par del reconocimiento de otros grupos y de otras formas de relacionarse. Esta situación intolerante se exacerba y las escuelas no están ajenas a eso, por eso vemos que el bullying se ha multiplicado, porque todo lo que es diferente es objeto de rechazo, de abuso, de discriminación y de violencia. Ahí, tanto la sociedad como la SEP tendrían que poner más atención. Dejar a un lado estas formas tan rígidas de educar, esquemas tan atrasados, anquilosados totalmente, y empezar a educar no en la tolerancia, sino en la aceptación de lo distinto y lo diferente en todos los niveles –dice Lourdes Pérez Oseguera, coordinadora del Observatorio de violencia social y género del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría SJ, de la Universidad Ibero Puebla.

A* vive en la ciudad de Puebla. Desde que era muy chica solía estimular sus genitales, una práctica común, normal y saludable –de hecho- en la infancia. El asunto sin embargo causó escándalo en la guardería, así que su papá y su mamá la cambiaron a otra, donde jamás hubo problemas.

En cuanto A entró a la primaria, su maestra notó que la niña se estimulaba y habló con los padres.

–Nuestro principio es que no tenemos por qué estar con privaciones como decir: “el sexo es malo”, “no te toques niña cochina” –explica el papá de A– todas esas pendejadas, no lo vamos a hacer, nuestra convicción es de que es normal, y que tiene que pasar, se supone que es un periodo y si no pasa tampoco hay pedo, más bien la cosa es que sepa acomodarlo, decirle que trate de hacerlo en ciertos contextos, pero era demasiado pequeña para entenderlo.

Aunque la maestra aparentemente se conformó con la conversación, a los pocos días la directora y la psicóloga de la escuela les sugirieron que A comenzara a tomar Ritalin (un medicamente psicoestimulante indicado en los infantes para el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, aunque su uso ha sido muy cuestionado). A lo que sus padres se negaron.

A ya había acompañado a su papá –que es heterosexual- a las marchas de la diversidad sexual, y había leído el Romancero Gitano de Federico García Lorca, sabía quién era y que había muerto por ser homosexual, desde antes de entrar a la primaria.

–Dos meses después llega una notificación donde se requiere que la mamá se presente al DIF, y resulta que la maestra conjetura que porque A le platicó a sus compañeros sobre García Lorca, que era homosexual, y ella se estimula y es distraída, llevaron una queja al DIF con la sospecha de que yo abusaba sexualmente de mi hija, por eso mandaron a traer a la mamá, fue con los médicos, la psicóloga y nada que ver, la niña no tiene perfil de abuso. Le dijeron a su mamá que mejor cambiara a la niña de escuela, porque la manera de pensar de A no iba a funcionar y bueno, ya salió el peine, ahora la niña tiene un estigma en su expediente –lamenta el papá.

***

En México ser diferente es un riesgo. No cumplir con los roles de género socialmente impuestos es, además, condenarse a la marginación social con todo lo que conlleva. En las aulas no se habla de inclusión. Cualquiera que haga algo fuera de lo “normal” puede ser objeto de la crítica y el aislamiento.

Poco material existe sobre educación heteronormada, qué es, de qué se trata, cómo se aplica, cómo podría dejar de aplicarse, son preguntas sin respuesta porque no pueden contestarse sólo desde la docencia, sino desde la sociedad.

Para Lourdes Pérez, “la educación heteronormada es patriarcal, es rígida, y es la que sigue pensando que hay dos mundos y dos esferas distintas para hombres y mujeres, es la que reproduce una cultura muy desigual y discriminatoria”.

Y plantea también que tiene ver con el machismo, con los estereotipos y los roles de género.

–A mis hijas nunca les tejí una chambra rosa –recuerda-, pero luego crecieron y sus colores preferidos fueron el rosa y el lila. Y creo que es la sociedad quien impone eso, aunque también es su gusto. Son cuestiones tan simples, pero que sí se pueden trabajar y moldear de forma distinta. Porque sí lo platicaba con mis hijas: que se puede ser diferente y decidir cosas distintas a las que la sociedad te impone. Y estoy hablando de los colores, pero también aplica para las actividades, gustos, deportes.

En Esperanza, donde los dos niños se besaron, el machismo impera. A raíz de lo que pasó, algunos papás dijeron que no querían que sus hijos hicieran cosas de niñas, ni los niños de las niñas. Ahí, una muestra común de afecto del esposo a la esposa es que le dé una nalgada, incluso en público.

–Si a las niñas las educan con esta idea de encontrar a su príncipe azul, del amor romántico, de ser lindas y obedientes, las están conduciendo al matadero –advierte Lourdes Pérez.

Pero ir contra la corriente no es fácil y menos para un niño o una niña. A lo sabe, ella lee poesía y cuento con su papá, van al museo, pero la influencia social a la que está expuesta en la escuela termina por penetrar.

–Últimamente por esta onda de la escuela hace preguntas tontas y yo siempre le digo, no te comportes como mujer tonta porque tú no eres una mujer tonta. Ya sabes, esta cosa que le enseñan a las niñas de “Aaaaaaah ¿tu camisa es azul? está bien boniiiiita”, este lenguaje vacío que se le enseña a la mujer, de decir cosas sin sentido. Y es que convive con niñas que todo el tiempo están hablando de muñecas, de uñas, de peinados, de ropa y todas están pensando en tener novio a sus 8 años.

Es como si lo mejor en esta sociedad fuera ser iguales, no pensar distinto, porque si se es así, si se piensa así, más vale que se mantengan en secreto, donde nadie pueda verlo o escucharlo, donde no perturbe al resto. Luego del beso entre los dos menores en Esperanza, la mamá de otro compañero preguntó por qué si el niño tenía otras preferencias tenía que manifestarlo adentro del salón.

–Hay que ir cambiando esquemas, formas, ir viendo que la realidad es otra. Que ahora ya hay un reconocimiento social de quienes mucho tiempo estuvieron en el clóset, como la población lésbica, gay, transgénero, transexuales –concluye Lourdes Pérez.

* El nombre ha sido cambiado.

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Autor Lado B
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