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Octavio Paz o la comunión en la poesía
Fulminante, como un rayo que quiebra e ilumina el corazón del hombre, es la poesía de Octavio Paz. La palabra se convierte en la filosa obsidiana que siente, como una violenta caricia, el palpitar del tiempo, pues somos a fin de cuentas el devenir de los instantes. Como las flores, su pensamiento florece pero también se desvanece porque es un transcurrir hacia otra parte, dejando un aroma delicado y perdurable en la memoria, un silencio que nos llama y nos aterra. De tal manera, la poesía nos revela las verdades más profundas de lo que somos, nos hace mirar hacia adentro para mirar mejor hacia afuera, nos da un rostro para caminar sobre el mundo, para contemplarlo y comprenderlo.
Por Lado B @ladobemx
31 de marzo, 2014
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Rubén Márquez Máximo

“vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda…”
Octavio Paz

Fulminante, como un rayo que quiebra e ilumina el corazón del hombre, es la poesía de Octavio Paz. La palabra se convierte en la filosa obsidiana que siente, como una violenta caricia, el palpitar del tiempo, pues somos a fin de cuentas el devenir de los instantes. Como las flores, su pensamiento florece pero también se desvanece porque es un transcurrir hacia otra parte, dejando un aroma delicado y perdurable en la memoria, un silencio que nos llama y nos aterra. De tal manera, la poesía nos revela las verdades más profundas de lo que somos, nos hace mirar hacia adentro para mirar mejor hacia afuera, nos da un rostro para caminar sobre el mundo, para contemplarlo y comprenderlo.

En Octavio Paz la poesía cumple su designio amoroso y la noche se acuesta con el día, el fuego quema las aguas, las nubes besan la tierra y los límites se pierden. El lenguaje se expande y se contrae, de la misma manera que danza el universo al ritmo de una música consciente de sus silencios. El poeta hace girar las palabras y las detiene en el instante exacto que será el poema para mostrarnos la realidad de otra manera. La metáfora nos comulga con el mundo a través del lenguaje porque el poema busca las correspondencias que nos dan sentido, el origen de las cosas cuando todo era una misma sustancia que participaba del todo.

Las palabras amorosas del poeta visten a la mujer amada pero del color de sus deseos. Con esto se renueva su manera de andar y de existir en el mundo, los deseos se convierten en la caricia que viste su piel como el delicado tacto de un aire apenas perceptible y el más corpóreo de los fuertes abrazos. El acto de vestir, que en un principio es ocultamiento de las formas, nos acerca, paradójicamente, al encuentro con la intimidad.

En el siguiente verso emerge ahora la desnudez que contrasta con el vestido que el poeta le había obsequiado como prenda de su amor. Esta desnudez es comparada con la de los pensamientos, poniendo en el mismo plano de correspondencias y oposiciones la carne desnuda, eros por antonomasia, y los pensamientos, es decir, psique en su concepción de la mente. La comunión del cuerpo y la mente a través de la desnudez ilumina el instante que retorna al mito que recrea Apuleyo.

La palabra poética de Paz, a la manera del pintor del paleolítico, ha capturado el objeto de su deseo. El mundo del éter, de las ideas y las emociones, encarna en la realidad haciéndola más plena. Los deseos que visten y los pensamientos que desnudan tocan el cuerpo sin tocarlo dejando una huella más profunda. Los versos de Sor Juana Inés de la Cruz se cumplen nuevamente: “poco importa burlar brazos y pecho / si te labra prisión mi fantasía.”

 *Rubén Márquez Máximo (Puebla, 1981). Poeta y ensayista. Miembro fundador de la revista y la editorial Círculo de poesía. Ha publicado el poemario Pleamar en vuelo (Alforja, 2008). Actualmente es Director del Departamento de Lengua y Literatura del Tecnológico de Monterrey, Puebla.

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