Lado B
La paradoja ecológica de nuestros tiempos
Ríos y mares contaminados, bosques talados, especies animales extinguidas o en peligro de extinción, aire cada vez más irrespirable, biodiversidad amenazada, calentamiento global, agujero de ozono: peligros mortales que acechan a la vida en este planeta y ponen en riesgo la viabilidad de la existencia.
Por Lado B @ladobemx
25 de marzo, 2014
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Martín López Calva

 

“Debemos reconocer nuestro doble arraigo en el cosmos físico y en la esfera viviente, al mismo tiempo que nuestro desarraigo propiamente humano.  Estamos al mismo tiempo dentro y fuera de la naturaleza…”
Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 23.

 

1.-Crisis ecológica: el desarraigo humano

Ríos y mares contaminados, bosques talados, especies animales extinguidas o en peligro de extinción, aire cada vez más irrespirable, biodiversidad amenazada, calentamiento global, agujero de ozono: peligros mortales que acechan a la vida en este planeta y ponen en riesgo la viabilidad de la existencia.

Peligros que son producto de la megalomanía humana, de una actitud de dueños absolutos de la naturaleza, de entes totalmente distintos a la naturaleza y por tanto, autorizados a dominarla, modificarla y aún destruirla. El ser humano de la modernidad que mató a Dios y puso a la razón en el lugar de Dios según el gran filósofo Albert Camus creyó firmemente que con la razón y a través de la ciencia y la tecnología podría manipular al mundo natural para hacerlo a su medida y que en esta manipulación no había límite.

El resultado es este mundo en riesgo que heredamos los ciudadanos de esta época posmoderna o líquida en la que nos toca vivir las consecuencias de esta mirada de desarraigo humano respecto a la naturaleza y pagar el precio de haber ignorado las leyes fundamentales de la vida.

2.-Preocupación ecológica: el arraigo humano

Producto de esta situación de deterioro ecológico y de destrucción creciente y en muchos elementos irreversible de la naturaleza, el ser humano del siglo XXI está viviendo el movimiento pendular que lo hace concebirse con claridad como arraigado a la naturaleza, como una parte en la cadena compleja de la vida y por lo tanto, como responsable de cuidar el medio ambiente y tratar de revertir los procesos de destrucción de la vida natural o al menos evitar su continuidad o profundización. El ser humano de este siglo –al menos en los estratos educados- es un ser caracterizado por su preocupación ecológica.

Somos polvo de estrellas se dice hoy poéticamente a partir de los avances del conocimiento acerca de nuestra constitución física; somos simplemente otra especie de mamíferos superiores, de primates con un ADN muy semejante al de otros primates, se dice a partir de la investigación de punta en materia biológica y genética. Somos, en suma, seres plenamente arraigados a la naturaleza y por tanto estamos obligados a conocer y respetar las leyes de la naturaleza si queremos evitar la autodestrucción que es el final aparentemente más probable si continúa el ciclo de destrucción en que vivimos.

3.-Exageración ecológica: la humanización de los animales

Como todo movimiento o reacción pendular, hemos pasado de la visión de la especie humana como absolutamente desarraigada de la naturaleza y por lo tanto irresponsablemente “dueña” de ella a la perspectiva de especie absolutamente arraigada a la naturaleza y sin ninguna distinción respecto a las otras especies.

Un ejemplo de este movimiento pendular es la exageración ecológica que se manifiesta en la humanización de los animales, es decir, en la atribución –como proyección psicológica de nuestra humanidad más que como realidad objetiva- de rasgos humanos a las especies animales.

Es así que hoy vemos por todas partes manifestaciones de esta proyección de lo humano en lo animal, desde los aspectos más sencillos y prácticos como vestir a los perros o a los gatos e incluso crear hoteles exclusivos y carísimos para mascotas –que ya existen en países “avanzados” como los Estados Unidos-, hasta expresiones que plantean que los animales sufren –no es lo mismo sentir dolor que sufrir que implica la vivencia de un mundo de significados conscientes- o decir que así como un toro de lidia nace para morir en el ruedo, un torero nace para recibir cornadas. Desde la práctica loable de luchar contra el maltrato ilegal e irracional a los animales hasta la exageración éticamente cuestionable de alegrarse por las heridas o la muerte de un torero porque se equipara la vida de un toro a la de una persona.

4.-Paradoja ecológica: la animalización de lo humano

La paradoja de la preocupación ecológica que domina la visión de muchas personas en la sociedad actual está en que mientras se humaniza a los animales y se da un trato de persona a perros, gatos y otras mascotas que visten, duermen, comen y acceden a servicios muy superiores a los de millones de personas –hombres, mujeres y niños- en nuestro mundo desigual e injusto, la vida humana literalmente se animaliza porque aunque no nos demos cuenta, esta equiparación de la vida humana y la vida animal lleva a sobrevalorar la vida de los animales pero lamentablemente también a minusvalorar la vida humana.

De manera que en este mundo preocupadísimo por el maltrato a los toros y a los animales de circo, activísimo en la promoción de la adopción de perros, gatos y otros animales, ochocientos cincuenta y dos millones de personas sobreviven en condiciones de desnutrición en el mundo y cinco millones de niños menores de cinco años mueren de hambre en un año.

En un mundo donde estamos ocupados de defender a los animales que según nosotros sufren y son sometidos a actividades “contra su voluntad”-proyectamos en ellos la libertad que nosotros tenemos-, crece cada día la trata de personas por razones de comercio sexual y tráfico de órganos lo que constituye la nueva esclavitud de nuestra época. Dos y medio millones de personas sufren esta nueva esclavitud según datos oficiales, aunque se calcula que por cada persona que se sabe oficialmente que sufre de trata existen veinte más que la padecen sin que se tenga información. “El 66% de las víctimas de trata de personas identificadas desde 2006 en países de América Latina son mujeres, el 13% niñas, el 12% hombres y el 9% niños…“ según cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)

En un mundo donde humanizamos a los animales y luchamos por defenderlos, la vida humana vale cada vez menos y podemos pagar para que maten a quien nos parezca incómodo o molesta o pedir a amigos que golpeen y secuestren a un exnovio o a una esposa o esposo infiel.

5.-Complejidad ecológica: arraigo-desarraigo humano

La solución a la paradójica consciencia ecológica que hoy predomina en nuestra sociedad ilustrada pasa por la transición de la visión simplificadora del ser humano como meramente desarraigado o solamente arraigado a la naturaleza a una visión compleja del ser humano que vive irremediablemente una doble condición de arraigo-desarraigo.

Somos seres inevitablemente arraigados a la naturaleza porque formamos parte de la compleja red de la vida en el planeta pero somos al mismo tiempo seres inevitablemente desarraigados de la naturaleza por nuestra consciencia y nuestra condición humana como afirma acertadamente Edgar Morin.

De manera que para salvarnos de la catástrofe tenemos sin duda que revertir la megalomanía humana que nos lleva a creernos dueños absolutos de la creación para asumir una condición más humilde y responsable como parte de la naturaleza. Pero tenemos también simultáneamente que enfrentar nuestra responsabilidad como la especie consciente y por ello desarraigada de la naturaleza para crear condiciones razonables y responsables de vida en el planeta.

Obedecer a la vida pero al mismo tiempo guiar a la vida es el doble pilotaje que señala Morin como desafíos del ser humano individuo-sociedad-especie en esta época en la que nos encontramos como dice el pensador francés, en un Titanic que se dirige hacia la destrucción.

Obedecer a la vida y guiar a la vida para salvar a la humanidad, realizándola.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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