Lado B
Juan Villoro, contador de historias
El Tec de Monterrey campus Puebla reconoce 40 años de trayectoria del escritor
Por Lado B @ladobemx
27 de marzo, 2014
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Foto: @Mayitayita

Mayra Guarneros

@Mayitayita

Este mundo está lleno de defectos, la realidad es muy imperfecta, los problemas son demasiados. Uno tiene que preocuparse por no pasar mucho frío para no enfermar de las vías respiratorias, de protegerse del sol para evitar el cáncer de piel, de no elegir una profesión donde sus agremiados sean perseguidos, cuidarse de las barras bravas en el estadio, de los embarazos no deseados… la lista nunca terminaría, en este país (y seguramente en muchos otros) la realidad sólo puede sobrellevarse de una manera, leyendo libros.

La vida es un milagro, una conjunción de millones de átomos, es un prodigio natural del cual no todos los días nos acordamos y sabemos que hay muchas cosas que no nos satisfacen. Para sobrellevar esta realidad defectuosa necesitamos tener planes, proyectos, ideas de cambio, ensoñaciones, amores, sueños y agregarle cosas al mundo para poder vivir en él.

En medio de este mundo tan lleno de errores minúsculos que llegan a molestar como hormigas en los pies, existen un montón de escritores que con sus letras nos recrean mundos alternos, en los que el lenguaje se vuelve una suerte de escaparate y entonces la vida se hace más llevadera.

Juan Villoro es quizá uno de los creadores de mundos más prolífico que ha tenido México, porque igual escribe de fútbol que de mariachis que cuentos para niños, lo mismo crónicas de lo cotidiano que obras de teatro, canciones, guiones para cine o columnas para el diario.

Villoro es un contador de historias que se hizo tal por azares del destino, porque pese a que sus padres pasaron por la universidad no acostumbraban darle libros ni leerle cuentos antes de dormir, ni siquiera “El Principito”, libro que su padre el filósofo Luis Villoro tradujo en algún momento.

Su acercamiento con la literatura ocurrió de forma tardía, el autor de “Arrecife” narra que no fue sino hasta que llegó a sus manos “De perfil” de José Agustín, que pudo darse cuenta de que la literatura no sólo eran relatos de escritores muertos cuyos nombres estaban en las calles de la colonia Polanco, ni de grandes hazañas como las descritas por Julio Verne, sino que también entraban las confesiones de un adolescente confundido, como las del protagonista de “De perfil”, con quien el entonces jovencísimo Juan se sintió identificado.

Una vez iniciado en la literatura, hace ya 40 años gracias al autor de “La tragicomedia mexicana”, Villoro decidió que era el lector ideal, ese que lee libros por gusto, el que encuentra en la literatura eso que le falta a la realidad tangible y material que necesita completarse a través de la mente y de la imaginación, la lectura fue el ejercicio que encontró para completar este mundo de manera fabulosa e inimaginable.

La palabra le da una emoción especial a la vida que muchas veces vemos como algo que no acabamos de asimilar sino hasta que se comparte, es la forma en la que adquiere mayor fuerza, al conversar los hechos, al escucharlos y vernos a nosotros mismos como parte de esos momentos.

¿Qué es lo que emociona? Es la palabra bien usada, es el relato de aquello que ocurrió con el único propósito de que alguien lo contara, porque al final es para eso que suceden las cosas.

El escritor recuerda una conversación con el comentarista deportivo y ex futbolista Jorge Valdano, quien jugó aquella final Argentina-Alemania en el mundial del 86, partido en el cual anotó un gol que contribuyó al triunfo del equipo en el que compartió créditos con Diego Armando Maradona.

Valdano le contó que el que suponía iba a ser el día más feliz de su vida, ese que haría un poco más felices los días sucesivos porque podría recordarlo en momentos de tristeza o de peligro y usarlo como su “capital de dicha”, no pudo expresar emoción alguna, cuando lo más probable era que llorara de felicidad, reflejo normal cuando cualquier ser humano se ha dejado rebasar por sus emociones. No fue así, no pudo reaccionar quizá por la magnitud de las emociones o por la concentración a la que se había sometido. Todo se quedó en un abrazo grupal a modo de celebración.

Años después, el argentino recibió de su hermano una grabación de radio de la final de la Copa FIFA de 1986 y que había sido narrada por el cronista uruguayo Víctor Hugo Morales. Fue a la mitad de una carrera matutina en un parque de Madrid donde Valdano comenzó a escuchar la crónica del partido que ganó la selección argentina en el Estadio Azteca, entonces la emoción del momento ocurrido años atrás llegó, el llanto que no había brotado ni en la cancha ni en los vestidores el día del triunfo tomó por sorpresa al ex futbolista, quien no pudo más que esconderse detrás de un árbol para llorar como no lo había hecho antes. Todo aquello gracias a la palabra bien empleada, esa que pudo hacer que los sentimientos afloraran.

Esa es la magia de la literatura, los mundos que Villoro nos ha compartido en sus textos durante los cuarenta años de carrera literaria que se celebran este 2014, y que el Tecnológico de Monterrey Campus Puebla tuvo a bien reconocer con un homenaje dentro de las actividades del programa “Pasión por la lectura”. El escritor con más de 30 obras en su haber se mostró complacido con el reconocimiento: “me hace sentir que acabo de levantar el trofeo de la Champions”.

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