Lado B
Amistades peligrosas
 
Por Susana Sánchez Sánchez @
24 de marzo, 2014
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Susana Sánchez Sánchez

Los nexos personales, políticos o económicos que un periodista pueda entablar con una de sus fuentes informativas, le pude costar su trabajo; sin embargo esas relaciones “afectivas” entre un reportero y su fuente de información  es un principio ético que pocos periodistas aplican. En el periódico Los Angeles Times[1], en la primera quincena de marzo, despidieron a un periodista de investigación por tener una relación “inapropiada” con su fuente de información, mientras le daba seguimiento a un caso en diciembre de  2013. De acuerdo con los editores del diario, había inconsistencias en el texto periodístico; así que indagaron y se dieron cuenta había una relación “inapropiada” entre el reportero y su fuente informativa.  El despido del periodista tuvo que ver con una falta de apego a la imparcialidad.

¿Qué pasará por estas tierras mexicanas? ¿Qué tipo de vínculos tienen los reporteros con sus fuentes informativas?

Está color de hormiga responder eso con los pelos de la burra en la mano, sobre todo porque en la práctica del ejercicio periodístico hay muchas cosas que se hacen pero no se dicen ni se dirán.

Sin decir nombres, les contaré algo que me dijeron en esta ciudad, Puebla, allá por el año 2003. Sucede que había alguien que obtenía datos de primera mano de una fuente de información sobre el tema del patrimonio histórico de Puebla, no parecía haber nada extraño en ello, tomando en cuenta el prestigio del medio de comunicación para el que trabajaba. Pero un día, en una plática informal, mientras algunos alabábamos el trabajo periodístico de esa persona, alguien soltó:

“Claro, si le dictan las notas desde la cama”.

Los vilipendios, la grilla, el tijereo, hablar mal de un tercero, como quiera usted llamarle, es una práctica constante en los trabajos, y en el periodismo más. No obstante, la grandeza de los rumores es que algo llevan de cierto. Por supuesto hay ver en qué situación política-económica se desatan esos rumores. En la prensa mexicana parece ser el pan de cada día, si un reportero no cae en las bocas de los grupitos de reporteros con mayor prestigio, ya la libró, como quien dice, ya la hizo, por lo menos podrá “chambear” tranquilo y si lo hace solo, debe esquivar los rumores con garbo. Tener la anuencia tácita de un grupo de periodistas, me parece, es la segunda prueba que deben pasar los reporteros novatos (la primea es ingresar a un medio de comunicación) cuando se les ocurre entrar al gremio periodístico.

El asunto es que en la prensa mexicana no se desmienten o se corroboran los rumores. Por ejemplo, todos en ese gremio parecen saber quiénes tienen nexos políticos,  económicos, amistosos o amorosos con una fuente informativa, pero nadie se avienta a ventilarlos. Siempre he pensado que sería un buen tema de investigación periodística o académica hablar sobre estos rumores o difamaciones que circulan en la prensa, porque ello nos da cuenta de cómo en realidad opera ésta, y cómo es que a través de los rumores se invisibilizan o minimizan  prácticas que afectan la democratización de la información, los datos fidedignos, la ética en el periodismo y el apego a la imparcialidad.

[quote_left]Los vilipendios, la grilla, el tijereo, hablar mal de un tercero, como quiera usted llamarle, es una práctica constante en los trabajos, y en el periodismo más. No obstante, la grandeza de los rumores es que algo llevan de cierto.[/quote_left]

No es cosa menor que a la hora de las revelaciones, los periodistas decidan hacer un silencio cuando se le pregunta nombre y a apellido de esos que se dice: cobran dinero extra y directo de sus fuentes informativas (chayo); tienen relaciones afectivas con su fuente; se van de vacaciones con todo el viaje pagado por alguna de sus fuentes; o han obtenido su casa, su automóvil o su equipo de trabajo gracias a favores mutuos entre el reportero y fuente de información. ¿No cree usted que todos esos vínculos afecten directamente en la manera en la que se ejerce el periodismo?

Sin ninguna pretensión de defender a la clase política (toco madera), sería fabuloso que la prensa mexicana, así como le saca sus trapitos al sol a esa esfera del poder, ellos hicieran autocrítica  en relación a temas que han ventilado de la clase política, lo cual es plausible; pero también estaría bien,  por ejemplo: saber cómo trabajan los que están los medios; saber cuán dinero obtienen los medios por concepto de publicidad; saber los perfiles profesionales de los periodistas, editores y fotógrafos; saber si quienes están en el periodismo pronuncian bien un idioma extranjero, si se actualizan en su campo, si leen y qué leen, qué tipo de música escuchan; saber si tienen nexos familiares, amistosos o amorosos con esferas del poder o si están en la nómina de gobierno –aunque no trabajen ahí–; saber si sus vicios –por ejemplo el alcoholismo– les permiten hilar las ideas correctamente; saber si un periodista se va a echar unas copas, una botella o varias botellas de licor con sus fuentes de información mientras ejercen; saber cuál es la declaración patrimonial de los dueños y directores de los medios, en tanto que reciben dinero del erario por concepto de publicidad.

¿Apoco eso no hablaría de una prensa democrática y no de una prensa que trabaja más al estilo priista, con secretos impenetrables y blindada por los rumores? Claro que los medios sacarían la máxima de: perro no come perro. Y si es así, ¡Uy! ¿Imagínense cuántos ladridos y cuántas mordidas estarán contenidas en esa jauría? La autocrítica en el gremio periodístico es también una forma de ejercer la libertad de expresión y de advertirle a la sociedad desde dónde están viendo el mudo quienes se dedican a informar.


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