Lado B
San Valentín y sus milagros
Por Lado B @ladobemx
06 de febrero, 2014
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pareja

Con mucho amor para quienes me pusieron el ejemplo de la amistad. Y para mis gajitos de naranja y toda la felicidad que han aportado a mi vida.

Liz Ruiz

Esta quincena, a propósito del día del amor y la amistad, quiero escribir un poco acerca de esta última (sobre todo porque la pasada escribí sobre aquél y me sorprendí de que mi casa no amaneciera hueveada jajaja).

Las niñas del  preescolar y la primaria donde trabajo tienen en la mente constantemente la amistad. Todo el tiempo están haciendo pactos: “amigas por siempre”. Y para pelearse, se retiran la amistad: “Miss, ella ya no quiere ser mi amiga”, me dicen todas llorosas. Los niños no. Los niños, aún los de 3 años, para pelearse se pegan, y nunca se dicen que son amigos, o que se quieren, o que su amistad va a trascender los años. ¡Qué jóvenes aprendemos a vivir nuestros sentimientos de acuerdo al género! Con una educación de semejante rigidez no me sorprende que luego lleguemos a pensar que las dicotomías son naturales. Y claro, como mi obsesión por la sexualidad no conoce fronteras, me he dedicado a trabajar lo más equitativamente posible con los géneros. Y así descubrí el otro día a los niños haciendo un pacto de “amigos por siempre” en el salón de clases y dándose besos cuando el otro llora. Por supuesto que morí de la ternura.

Pienso en el valor tan alto que se le otorga a la relación de pareja heterosexual y en lo minimizada que está la idea de la amistad. La amistad va por debajo del “amor”, porque incluso hasta decimos “solo somos amigos” o “es más que un amigo”. “Más”. Sin embargo, ¿qué relación es más endeble y menos satisfactoria? La relación de pareja tradicional carece de todas las virtudes de la amistad: la confianza, la aceptación, la lealtad; mientras que aquella es todo lo contrario. (Ya sé que tengo una idea muy negativa de la relación de pareja… pero como diría el Director Skinner de “Los Simpson”: “Demuestren lo contrario, niños, demuestren lo contrario”).

Entre algunas personas, sobre todo hombres, es común escuchar que la amistad entre mujeres o no existe, o es muy frágil. Supuestamente las mujeres nos criticamos todo el tiempo, hablamos de nosotras a nuestras espaldas, somos traicioneras y recelosas. El patriarcado nos hace creer que dos mujeres seremos amigas hasta que llegue un hombre que nos haga rivales, celosas desconfiadas de aquella que nos ha entregado lo mejor de sí. No todas, ni es del todo cierto. Shere Hite, en su libro “Mujeres sobre Mujeres” dedica todo un capítulo a analizar la amistad entre mujeres y la importancia que debemos acentuar sobre ella, demostrando que las amigas podemos llegar a compartir una relación profunda y trascendente. Marina Castañeda en “El Machismo Invisible” usa la lógica y su experiencia como psicoterapeuta para argumentar que si las mujeres tenemos mayor inteligencia emocional (y mayor permiso social para ella) nuestras amistades comparten un nivel de intimidad que las relaciones entre hombres no. Yo misma también lo he escuchado de boca de mis amigos: “A mis amigos no les puedo contar esto, porque se van a burlar.”

Y esto me lleva al segundo punto: la amistad entre hombre y mujer. Que diosito santo se apiade de nosotrxs por llegar a creer que esto no existe.

vMi papá andaba para todos lados con su mejor amiga cuando yo tenía como 3 años. Esa fue la primera vez que pensé en lo perfectamente natural que era una mujer y un hombre compartiendo una amistad. 25 años después su experiencia me sigue comprobando todos los días la importancia y potencia de este vínculo: el apoyo, la complicidad, la honestidad de estas relaciones.  Aquí, nuevamente el patriarcado mete su cuchara, haciéndonos creer que un hombre y una mujer solo pueden compartir tensión sexual y una “relación amorosa”, que de amorosa solo tenga el nombre. En países menos machistas es más común encontrar hombres y mujeres heterosexuales compartiendo diferentes actividades por el puro placer de la convivencia, sin necesariamente tener un romance, o la intención de uno. Y estas amistades, muchas veces también son más profundas que las que hay entre dos hombres, no porque las mujeres sean superiores en ningún aspecto, sino por el simple hecho de que hay desde muy pequeñas un mayor entrenamiento y aprendizaje hacia los sentimientos y las relaciones interpersonales, entrenamiento que para los hombres es a la inversa: para no sentir, o no sentir mucho, o no demostrarlo mucho. El machismo y la homofobia hacen lo suyo para que dos hombres heterosexuales sobrios rara vez se digan “carnal, te amo”.

Ahora, también cabe aclarar que la amistad nos parece pura y sincera si no hay erotismo de por medio. ¿Y si sí lo hay? ¿Acaso la amistad es menos honesta? ¿Será que esta idea refleja nuestra creencia de que el erotismo es tan malo que pervierte las relaciones? Si pensamos en una relación de pareja creemos que “el sexo nos une”, hablando de él en términos de una experiencia espiritual y una conexión entre dos almas y cuanta abstracción más. Pero si pensamos en dos amigos, o dos amigas, o un amigo y una amiga, ahí sí pensamos que la amistad como que ya se ensució, como que no era tan amistad como creíamos. ¿Entonces el erotismo es el punto de ruptura? ¿Qué tal si pensáramos en compartir el erotismo y la amistad como una manera de llevar nuestras relaciones a un nivel más profundo? Así como el sexo sirve para unir parejas, también para unir amistades, para unir grupos de amigos y amigas, para romper el tabú del amor exclusivo heterosexual como medio de perpetuación del patriarcado capitalista. Porque el amor y la amistad no es así en todos lados ni ha sido siempre así ni solo puede ser de esta manera, y porque podemos valorar del mismo modo otras relaciones que no sean la de pareja y porque podemos crear nuevas relaciones que tal vez nos satisfagan más o nos enseñen algo diferente para ser personas diferentes y mejores. Y aunque no haya erotismo de por medio, de cualquier manera el amor es una buena revolución. Y un buen primer paso podría ser dejar de llamarle amor a un solo tipo de amor y dejar de decirle “amor” y “te amo” a solo unas cuantas personas.

Celebremos la amistad cuestionándola y haciendo de ella una verdadera obra de arte, un verdadero estilo de vida.

Gracias, nos leemos en quince.

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