Lado B
¿Para qué os espantáis de la culpa que tenéis? (O cuando los padres se volvieron amigos)
Por Lado B @ladobemx
18 de febrero, 2014
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

 

“¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis…”

Sor Juana Inés de la Cruz. Redondillas.

1.-Experiencia

Un papá le regala un auto deportivo importado a su hijo que ingresa apenas a la universidad. No contento con regalárselo, manda a arreglar el motor para que corra a mayor velocidad. Un tiempo después, el joven “se va de pinta” con unos amigos hacia una ciudad cercana, en la carretera maneja a toda velocidad para explotar al máximo su auto. El accidente no se hace esperar. Mueren todos los ocupantes del vehículo menos el conductor, que queda muy gravemente herido y que seguramente tendrá en su conciencia toda su vida este acontecimiento en el que murieron varios de sus mejores amigos.

Una mamá quiere vivir en su hija lo que no pudo en su propia adolescencia. La enseña a maquillarse desde muy pequeña, a vestirse a la última moda, a ser coqueta, a “gustarle a los hombres”, platica con ella de sus compañeritos desde la primaria, le pregunta “quién le gusta”, “si ya tiene novio” cuando a ella todavía no le inquietan estas cosas. Cuando empieza con noviazgos de secundaria les da tratamiento de novios formales, los lleva y trae al cine, al centro comercial, etc., asesora a su hija para comprarle regalos… Un día cuando aún no termina la prepa le dice a su mamá que está embarazada y tiene que dejar al menos por un tiempo los estudios para atender a su bebé o se “tiene que casar” cuando no está todavía preparada para asumir una responsabilidad de ese tamaño.

Un papá le dice a su hijo desde pequeño que “tiene que ser hombre”, que “si le pega alguien en la escuela, él tiene que pegarle más fuerte”, que “no se deje de nadie”. Alardea con él sobre su hombría, sus aventuras con los amigos, sus peleas de juventud en los antros; el hijo lo ve agredir a quien se le atraviese en el camino en el coche, a quienes le atienden mal en algún sitio, a su propia madre si no le satisface su modo de actuar. Con frecuencia llega borracho a casa después de irse de juerga con sus cuates, presume de ello. Pasando el tiempo el hijo empieza a fumar y a beber, está en secundaria o prepa apenas, pero ya va a los antros y regresa en estado de ebriedad, tiene peleas y llega a veces golpeado, empieza a ir mal en los estudios, no sabe lo que quiere en la vida.

Papá y mamá nunca quisieron imponer nada a su hijo. Lo dejaron decidir desde pequeño sin ninguna guía ni orientación, no corrigieron sus decisiones erróneas ni se sentaron a dialogar con él sobre las consecuencias de ellas. Estudió sin muchas ganas hasta la prepa y luego –como está de moda- decidió tomar un “sabático” (sí, un período de descanso y reflexión de esos que toman los académicos después de años de producción y trabajo exhaustivo, nada más que sin haber tenido esos años de trabajo y producción exhaustiva, solamente porque está “agotado” de cumplir con su deber de ir a la escuela). Después de este período de descanso, el joven ingresa a la universidad sin saber todavía qué quiere estudiar, elige una carrera sin convicción, entra a probar y como no le gusta, decide cambiarse a otra y luego a otra más… aún no sabe lo que quiere hacer de su vida pero los papás le siguen pagando indefinidamente los estudios.

2.-Reflexión

“¿Para qué os espantáis de la culpa que tenéis?” dice Sor Juana respecto a la manera en que los hombres van haciendo a las mujeres con su comportamiento y su trato hacia ellas y luego las acusan “sin razón, sin ver que son la ocasión de lo mismo” que culpan.

Lo mismo podríamos decir de los padres y madres de familia en estos tiempos en que de pronto como reacción al autoritarismo padecido en nuestra infancia decidimos renunciar a nuestra responsabilidad como papás y asumirnos como amigos de nuestros hijos e hijas.

La cuestión se puso de moda y pensamos que esta era la forma más adecuada de formar a los niños: siendo sus amigos y consintiendo todo lo que desean, evitando contrariarlos porque -según dicen algunos libros de autoayuda y recetas para educar a los hijos- esto repercute negativamente en su autoestima.

Sin embargo ya ha pasado tiempo suficiente para evaluar esta nueva manera de ser padres, esta visión de la paternidad como amistad y complicidad, este estilo de consentir sin límites y los resultados en muchísimos casos van por la línea de las experiencias que acabo de relatar. Muchos de los hijos de estos papás y mamás amigos, están ahora en la universidad o ya la han dejado –porque terminaron o porque de plano no quisieron o pudieron continuar- y viven experiencias de vacío o de frustración como las que sintetizo en las anécdotas ficticias pero basadas en casos reales que aquí traté de sintetizar.

Dice el filósofo vasco Fernando Savater que “…el mundo está lleno de padres que dicen: «Soy el mejor amigo de mi hijo». Hombre, podría probar a ser su padre, que es más importante, porque amigos tendrá otros y quizás mejores; o señoras que se enorgullecen de ser confundidas con la hermana mayor de su hija, lo cual revela una miopía especial por parte de los que cometen tal confusión”.

Pero los seres humanos crecemos, dice Savater, como la hiedra, es decir, apoyándonos en algo que nos ofrezca resistencia. Este es el papel de un padre, madre o profesor, convertirse en alguien que ofrece resistencia para dar solidez, cimientos, bases sobre las cuales o en contra de la cuales, el niño pueda ir creciendo. Esto implica ejercer la autoridad, no en el sentido tiránico, dice bien el filósofo sino en el sentido auténtico etimológico que implica precisamente hacer crecer. Ser autoridad es convertirse en alguien que hace crecer al otro y esto conlleva que algunas veces se tendrá que ser antipático.

“El querer siempre ser simpático, popular, representar el lado entusiástico, de la vida, es muy agradable, pero la labor del padre o del profesor no siempre es ésta, y uno tiene que aceptar el ser antipático, porque uno representa para los hijos y los jóvenes algo muy antipático que es el tiempo, la necesidad, la tradición, y de alguna forma el hecho de que nadie viene al mundo a iniciarlo, sino a soportarlo, y si acaso, a intentar mejorarlo, si puede” dice atinadamente Savater.

Los padres de las generaciones que vivimos una educación dogmática caímos muchas veces en esta idea de no imponer nada a los hijos, de no decirles nada como verdadero o valioso para dejarlos descubrirlo por sí mismos, de no plantearles claramente los valores en los que consideramos debe vivir un buen ser humano y sustentarse una sociedad justa y democrática.

Pero si no formamos a los nuevos ciudadanos en los valores de la libertad, la justicia, la comprensión y el respeto que deben sustentar una vida humana auténtica y una sociedad democrática, si esperamos a que lleguen a ser profesionistas, gobernantes, empresarios o líderes sociales sin haber aprendido estos valores, entonces será demasiado tarde y seguiremos viendo las cosas terribles que caracterizan a nuestra sociedad actual.

Nos espantamos de que los jóvenes que fueron formados sin límites, educados en la ambigüedad en que se tradujo inadecuadamente el antidogmatismo, tengan comportamientos que dañan a los demás y contribuyen a la decadencia social. Sin embargo nosotros somos en gran parte responsables de esta mala educación sobre todo en el ámbito familiar, porque así como dice la famosa frase centenaria en la Universidad de Salamanca: Quod natura non dat, Salmantica non presta (lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta), podemos afirmar que lo que la familia no da, la escuela muy difícilmente puede prestarlo.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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