Lado B
Cuando huir es la única opción
Una crónica de Vania Pigueonutt
Por Lado B @ladobemx
28 de febrero, 2014
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La violencia ha provocado que centenares de familias hayan tenido que migrar de sus poblaciones hacia otras donde se sienten más seguras. Viven en albergues, malcomen y esperan el día en que puedan volver a sus tierras, sus animales y su gente. 

 

Vania Pigueonutt

@vaniapigueonutt

Agosto con lluvias, hay relámpagos.

Ernestina reposa en una silla de plástico resquebrajada mientras siente el frío suelo con sus pies descalzos. Separa sobre su falda, que le trasluce el dolor, los documentos de su familia. Saca de un sobre azul: actas de nacimiento, curps, algunas boletas de escuela; se asoman recibos de luz, pagos de Elektra. Está muy apurada.

– Ahorita, ya cada quién la va agarrar por su lado. Les voy a dar sus papeles a ellos. ¡Va! Yo me voy a quedar con los niños,  pues- me dice con tono cantado, mientras sus nietos, nueras y sobrinos comen pan dulce en el piso de un albergue temporal que se convirtió en su hogar. Se soba la herida de su pierna derecha y esboza lo que parece una sonrisa.

La Comisaría de los bienes comunales de Tlacotepec, municipio de Heliodoro Castillo, en la sierra de Guerrero (a dos horas de la capital Chilpancingo), es su casa desde hace cinco días. Las paredes húmedas, cuarteadas y altas del salón de unos 100 metros por 70, la hacen sentir como en una fiesta de la que ya se quiere ir. Come en el suelo lo que le llevan. Algunas veces huevo en chile; otras, arroz con frijoles y mucho pan. Allí la solidaridad se demuestra con pan.

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Ernestina López Solano ha vivido sus 57 años en la comunidad de Tetela del Río, un pueblo de 200 personas. Tanto en su comunidad, como en otras 12 vecinas, la gente corrió hacia donde pudo y con lo que traía puesto. Hombres armados de Michoacán llegaron a algunas de las casas, secuestraron a unas 20 personas y sembraron el miedo en las que pudieron huir.

Las cifras oficiales manejaron mil 500 personas refugiadas por la violencia, pero ellos, las víctimas, tienen sus propios recuentos y hablan de más. En todo caso, es el tercer desplazamiento de más de mil personas en lo que va del año, en este estado que se caracteriza por sus movimientos sociales, policías comunitarias y por su vasta producción de amapola y marihuana. Los otros desplazamientos se dieron en lugares donde la disputa por el territorio también es álgida.

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Julio, también llueve.

Las historias caen como losas de cemento sobre los pies. Es Ayutla, un municipio de la Costa Chica de Guerrero, donde desde enero, los pueblos tomaron en sus manos la seguridad, conformaron su propia policía a la que nombraron Sistema de Seguridad Ciudadano (SSC) impulsados por la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG). Allí hay otros desplazados, pero estas familias, 16, se establecieron de manera permanente.

Ayutla, de unos cuatro mil 500 habitantes, gran parte indígenas, es territorio del grupo “La Barredora”, una escisión del cártel de los Beltrán Leyva; sin embargo, a raíz de que las comunidades asumieron su defensa, la gente coincide en que los “traviesos” actúan sin molestar a la población. Por eso las familias que vivían su propia novela de terror, desde  2005, que son de la sierra de Coyuca de Catalán, municipio que colinda con Michoacán y pertenece a la región de la Tierra Caliente del estado, decidieron trasladarse desde diciembre de 2012.

Sergio Santana Palacios tiene 70 años y extraña su pueblo, La Laguna. A su gente y sus animales. Pero lo que más extraña es ver a toda su familia junta. Desde 2005, le han matado a 27 parientes, tiene desaparecidos a tres y junto con él, otras 155 personas, sin considerar a los niños, han dejado sus casas. No tiene “un peso partido por  la mitad”, pues  todo lo que les daba de comer se quedó en su terruño.

La familia Santana Alonso y otras de la misma comunidad han resistido. Son desplazados, eran ecologistas, cuidaban su territorio y sembraban en él. Defendían sus recursos maderables ante quien fuese, porque ese era el patrimonio que querían dejarle a sus hijos. Maderas preciosas como el encino y el roble; además de terrenos inmensos en donde sembraban varios cultivos.

El hijo de don Sergio, Rubén Santana Alonso, dirigía una organización de ecologistas, era el hombre más respetado de La Laguna, fungía como el líder moral en la comunidad, que llegó a tener 60 familias. La mayoría se acercaba a él ante cualquier problema económico, o una cuestión de justicia. En 2005, extraños le pidieron permiso para la explotación de los bosques, también la autorización del paso de personas que transportaban droga. Se negó y lo mataron en 2011, dejó la labor a su esposa Juventina Villa Mojica, a quien mataron un año después.

La llamada guerra contra el  narcotráfico, que inició en 2006, tocó a esa comunidad, que se quedó sin tranquilidad, sin dinero y con su estructura social descompuesta. “Los nómadas”, viven en Puerto las Ollas, pueblo también de Coyuca de Catalán, otros regresaron a La Laguna y otros viven en Ayutla.

La Laguna es un territorio donde se siembra amapola, en mayor cantidad, y marihuana, el 30 por ciento de la producción en el estado, que colabora a completar el 60 por ciento del porcentaje que produce Guerrero a nivel nacional de estas drogas, según cifras oficiales. Ahí aún se disputan el territorio Los Caballeros Templarios y La Familia Michoacana, que operan en ese lugar por la colindancia con Michoacán y la riqueza que representa.

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Guerrero es un estado de más de 3 millones de personas. Tiene siete regiones, Costa Grande, Costa Chica, Tierra Caliente, Norte, Centro, Montaña y Acapulco; en todas hay disputas entre brazos de cárteles de droga, pero las pugnas que dejan más muertos ocurren en zonas de desplazamientos.

Guerrero se divide en 81 municipios, de éstos, por lo menos en 20 ha habido desplazados. En Acapulco, el destino turístico más conocido de México a nivel mundial; en la zona Norte, Apaxtla, Iguala, Teloloapan, Taxco, Huitzuco; en la Tierra Caliente, Coyuca de Catalán, San Miguel Totolapan, Pungarabato, Zirándaro, Ajuchitlán del Progreso, Tlapehuala; en zona Centro, Chilpancingo, Tlacotepec, Leonardo Bravo, Tierra Colorada; Costa Grande, Tecpan, Benito Juárez, Coyuca de Benítez y Atoyac.

El mapa donde opera el narco se modifica de acuerdo a los cambios de jefes de plaza, de muertes de los capos de la droga en otros estados y de acuerdo a las rupturas que haya a raíz de esos asesinatos. Según un documento de la PGR, en Guerrero operan 21 células de narcotraficantes.

De la mano del cártel de Pacífico, de Joaquín El Chapo Guzmán, opera La Barredora y El Comando del Diablo, con presencia en Acapulco; de La Familia Michoacana, Guerreros Unidos y/o La Nueva Empresa, sobre todo en la zona de la Tierra Caliente y la zona Norte del estado.

Las células que la PGR liga con La Barbie son: El Indio, La Oficina, Cártel Independiente de Acapulco, Los Pelones, Los Marquina; mientras que los operadores que aparecen en la lista de la dependencia son: El Güero Güetamo, El Yey, Santa Ríos Bahena, Iguana, El Pelos, El Mudo, Irving Eduardo Solano Vera, con actividades en diferentes puntos del estado, con mayor presencia en Acapulco y en la zona de la Costa Grande.

Las escindidas del cártel de los Beltrán Leyva son: Los Granados, Los Rojo, Nuevo Cártel de la Sierra, Los Zafiros, El Tigre y Los Ardillo, con presencia en la Costa Grande y en la zona centro del estado.

En la Costa Grande aún  hay disputas  entre Los Caballeros Templarios y La Familia Michoacana. Se pelean por el control de la ruta que permite el trasiego de droga hacia los estados de Michoacán y  México, recorrido que toca la Tierra Caliente, por eso los conflictos llegan hasta allá.

En Acapulco, se desintegró el Cártel Independiente de Acapulco (CIDA) creado por Edgar Valdés Villareal, alias La Barbie, en 2011; al descomponerse se formó La Barredora, y su grupo armado el Comando del Diablo. Estas tropas son del linaje de los Beltrán Leyva, pero ya en una quinta generación, porque ha habido muchas rupturas.

En el área que comprende Iguala, Teloloapan y Huitzuco, municipios cercanos también al Estado de México, opera la familia Michoacana y Guerreros Unidos, que fue también un brazo del Cártel de los Beltrán. En todo Guerrero hay actividades relacionadas con el narco, no se escapa un municipio. Lo mismo hay historias de guerra interna en el norte, como en el sur; en la ciudad, como en la sierra y la montaña.

Guerrero es zona narca, aunque no en todos los municipios prevalecen las disputas por territorio. Las policías comunitarias, en varios pueblos de las regiones de la Costa Chica y Montaña, donde resguardan el SSC y la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), han contenido la entrada de grupos delictivos.

La única hegemonía prevaleció durante unos cinco años en Chilpancingo, de 2008 hasta que asesinaron a José Nava Romero en junio pasado, jefe de los Rojos. El territorio en la zona centro, alejada de cárteles michoacanos, a éstos no les parecía interesante, pero con la muerte de José Nava, los secuestros, extorsiones y cobros de cuotas aumentaron. Los empresarios comenzaron a cerrar más negocios y se observó en atipia, el éxodo de familias dineradas de la capital por miedo.

Se dice que este cártel aún sigue siendo fuerte y mantiene el control en Chilpancingo, pero el aumento de los sucesos violentos, para los empresarios, es resultado del reacomodo del grupo que pretende ser suplantado, por varios.

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A inicios de febrero, el comandante de 35 zona Militar, que pertenece a la Novena Región, Juan Manuel Rico Gámez,  informó a los medios de comunicación en Chilpancingo, que Guerrero seguía en el primer lugar de siembra de amapola.

Dijo que el Ejército destruyó 10 mil 542 plantíos de la flor rosada, de donde se elabora la heroína y la morfina, además de otros derivados. Los plantíos correspondían a una superficie de un millón y medio de hectáreas, por 131 sembradíos de marihuana con una superficie de 21 hectáreas; es decir, 95 por ciento de amapola por cinco por ciento de marihuana. Sembrados en parte de los 63 mil 794 kilómetros cuadrados que  componen Guerrero.

“Se tienen más de 50 años que se siembra amapola en Guerrero y hay una cantidad de plantíos en muchas zonas”, sobre todo siempre ha habido siembra de amapola en las regiones más pobres y marginadas del estado, como en la parte alta de la Montaña, en la sierra y se han destruido.

“Hemos destruido plantíos muchos años y al final de cuentas tiene que ver otro tipo de acciones de políticas públicas que trabajen para revertir un fenómeno cultural, porque esto ya es una cultura, un fenómeno de vida y para erradicarlo se necesitan muchas acciones de gobierno como programas, desarrollo regional, oportunidades y trabajar en la parte cultural, hacer cambios en la actitud de la gente para que tengan otra vocación de vida”, consideró.

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La pregunta es por qué no dijo esto durante el gobierno de Felipe Calderón.

El militar habló de destrucción de sembradíos, pero nada comentó de los laboratorios que funcionan para procesar la amapola en goma de opio, después en heroína y en otras drogas sintéticas.

La Procuraduría General de la República (PGR) acepta, cuando se trata del descubrimiento y desmantelamiento, que hay varios laboratorios en la sierra y municipios de Tierra Caliente. En su página de internet la dependencia nombró, “el evento más relevante” de ese tipo en México a la destrucción de dos laboratorios en la comunidad serrana de Izotepec, Heliodoro Castillo, en marzo de 2012.

Uno para procesar goma de opio, y otro para elaborar drogas sintéticas. La PGR presumió como una hazaña importante, la destrucción de 759 kilos de goma de opio y 61 kilos de heroína en ese pueblo de apenas 300 personas. Detalla el informe que los cárteles dejaron de vender 1 millón de dosis y perdieron 31 millones de pesos por la acción.

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¿Por qué un grupo delictivo?, ¿Algo tendrá que ver el gobierno en todo esto?, ¿Qué es lo que quieren que ocurra?, ¿Por qué manejan cifras menores?

Parece que en Guerrero, como en todo el país, los desplazados, muertos y desaparecidos pasan a ser números en  listas de asuntos sin resolver.

Pero la gente Insistía: «¡Va!, ¡pues nos decían, hay vienen, hay vienen!! ¡vámonos, vámonos! ¿Para qué esperarnos?».

Sandra tiene 10 años y no sabe que es desplazada. Con sus ojos negros y pestañas largas mira a su hermana mayor que carga a Laurita de 1 año, que es la menor. Va en quinto grado, pero no va a diario a la escuela, porque faltan muchos maestros aunque no sean vacaciones, y los pocos que van se tienen que repartir los grupos.

– ¡Va!, yo me vine con mi mami ¡va!, con mis siete hermanos y estamos bien. ¿Ya viste esa güera que carga a la guachita chiquita? es mi hermana mayor, la guachita es la chiquita y tiene mala su barriga, ¡va!

-¿Has dormido bien?, ¿qué comes?

– Huevo en chile, frijolitos. Dormimos bien sí, apretados allá donde mi tía Teodora.

-¿Está lejos tu pueblo?

-Ixtayotla, está pasando el Órgano. Se hace una hora en carro. Pero muchos se vinieron caminando y se han de`ber hecho más.

Sandra tiene el acento cantadito de la sierra. Se agarra la trenza cuando hablamos. Dice que no está triste. No sabe qué quiere ser de grande. Quiere regresar a su pueblo, porque le parece bonito y allá jugaba a las agarradas, “ya sabes el que te atrapa gana”. No sabe porque está en Huautla, que es otro refugio de la sierra de Tlacotepec, pero se adapta y colabora. Hace mandados.

Como Sandra, hay más niños. Lorenzo, Marcos, Rafael, Manuel, que vienen de varias comunidades, no saben que a su edad ya son víctimas de la violencia, lo desconocen, ahora sólo son amigos. Se juntan en bolita en la explanada de la capilla y desnudan cada movimiento del comisario, de sus mamás, de los de Protección Civil que les llevaron víveres, hasta de los reporteros, con quienes hacen bromas.

Con sus historias los desplazados retratan la realidad de sus pueblos, que contrasta con las declaraciones de funcionarios, como la del gobernador del estado, Ángel Aguirre, quien dijo que está resguardado el estado, y no hay mayores problemas de seguridad, el 8 de agosto, tres días después de que se ventilaran las historias de violencia en esa zona.

No hay suficientes maestros en las comunidades con problemas de desplazados, y los pocos que hay van sólo dos días por la misma violencia, incluso antes del periodo vacacional, cuenta la gente. Los servicios de salud son limitados y la escolaridad máxima que puede alcanzar un habitante de la sierra es la secundaria.

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El secretario técnico de la Red Guerrerense de Organismos Civiles Defensores de Derechos Humanos, Manuel Olivares Hernández, quien ha estudiado a fondo la situación de los desplazados en el estado, asegura que desplazamientos como los actuales no había habido desde los 70,  en la etapa de la Guerra Sucia, donde el Ejército llegaba y arrasaba con los pueblos y la gente tenía que irse.

“Que yo recuerde por consecuencia de la delincuencia organizada no había desplazamientos; para nosotros es el primer desplazamiento así que se da. Toda esa región donde se están dando los éxodos, empezando por Arcelia, San Miguel Totolapan, Ajuchitlán del Progreso, hasta caer a Petatlán y Tecpan, son zonas muy ricas en oro, en uranio y otros minerales”.

En su hipótesis es muy posible que el mismo gobierno, el estado mexicano, le esté dando el encargo a la delincuencia organizada de despoblar toda esa región y en pago a los cárteles se les daría paso libre y la oportunidad de explotar las riquezas forestales. Esto también con el fin de que las empresas mineras transnacionales que decidan explotar la zona no encuentren ninguna oposición, porque todas esas tierras son de propiedad colectiva, ejidos y bienes comunales.

“La llegada del PRI,  dará continuidad a lo que durante los gobiernos panistas se desató;  el PRI dará seguimiento al plan, continuarán los desplazamientos cada vez serán más masivos, porque a la gente la están poniendo en tres opciones: te sumas a la delincuencia organizada, te vas, o te mueres”.

Opinó que la situación es muy complicada porque se ve un narcoestado. “Al ladito de la política está el narcotráfico. Yo creo que un secreto a voces que presidentes municipales, hasta el presidente de la República, habría que investigarlo, recibieron dinero del narco para sus campañas”.

***

Y, desgraciadamente,

el dolor crece en el mundo a cada rato,

crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,

y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces

y la condición del martirio, carnívora, voraz,

es el dolor dos veces

y la función de la yerba purísima, el dolor

dos veces

y el bien de ser, dolernos doblemente (…)

 

Pasa por mi mente este fragmento del poema de César Vallejo, “Los nueve monstruos”, cuando recuerdo a dos niños que jugaban en el albergue de la cabecera municipal de Tlacotepec con soldaditos regados en el piso. Sus playeras tienen más de 20 lavadas y les quedan como ombligueras; se les asoman sus barrigas infladas y sus ombligos saltados. Sus mamás los ven sentadas, sin mayores ánimos, le ponen más atención al pan que comen.

-¡Este es mi tío el travieso!, te va matar con su cuerno, ¡te va a mataar!- ¡pum!, ¡tzzpaas!, se encarrera poco desde el suelo y se ve como caen unos cinco muñecos de plástico que parecen soldaditos.

-¡jú! ¡lócoo! Tu tío el travieso ya se murió. Hay te van mis guerreros-

Los niños me miran con rareza, pero no dejan de jugar.Lado B. Periodismo 3.0

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Vania pigeonutt es una periodista de causas perdidas; de sus 25 años, 20 los ha dedicado a curiosear. Es reportera en medios de Guerrero y ha cubierto desde asesinatos y desaparecidos, hasta marimberos. Esta crónica fue publicada originalmente en la revista Spleen! Journal. Se reproduce con autorización de la autora.

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Autor Lado B
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