Lado B
Estación Varosvia, de Luis Bugarini
Por Lado B @ladobemx
17 de enero, 2014
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Alejandro Badillo

@alebadilloc

Estación Varsovia, ópera prima del crítico y narrador Luis Bugarini (México DF, 1978), se une a la lista de aquellos libros híbridos que sondean con fortuna los límites de distintos géneros. Si en las primeras décadas de este siglo los moldes narrativos parecen recuperar la tradición decimonónica –la prosa fácil, funcional, con algunos añadidos modernos– Estación Varsovia nos muestra que, mediante la introspección y la búsqueda, la literatura puede encontrar nuevos caminos sin caer en lo críptico, lo conceptual, concesiones fáciles al lector. La obra de Luis Bugarini es varias cosas al mismo tiempo: un diario o falso diario; una nouvelle; un ensayo sobre la ciudad o una crónica personal que se complementa con fotografías que redondean y profundizan los pasajes.

estaciónvarsoviaimagenHay una referencia ineludible en las reflexiones del protagonista de Estación Varsovia: el flâneur  de Baudelaire, aquel viajero urbano que es capaz de extraer nuevos significados a las rutas transitadas y despojadas de su misterio por la modernidad. La capital europea, curiosamente, a pesar de su vocación turística, se presenta sin el misterio o el halo fantasmagórico acostumbrado y funciona como un espejo que refleja las obsesiones que carcomen al narrador. La trama es aparentemente sencilla: un hombre llega a Varsovia por cuestiones de trabajo y, mientras se concretan sus citas, se dedica a vagabundear por la ciudad. Bugarini acierta en olvidar cualquier afán didáctico: muchos autores desarrollan sus tramas en Europa y caen en un exotismo ramplón, en una erudición que construye discursos para ellos mismos. Al contrario, en cada fragmento de Estación Varsovia hay una indagación, una forma de llegar al límite no con la acción sino con vías alternas: una mirada a un aparador, la plática casi inocua con el chofer de un taxi, una llamada por teléfono que no puede reconstruir una relación y la observación del cuerpo desnudo de una mujer no como un acto maravilloso sino como un eslabón más del escepticismo. El personaje sigue deambulando, a veces a punto del derrumbe, a veces sólo esperando que pasen las horas mientras toma un café o se pone a imaginar las dimensiones profundas que pueden llenar la habitación de un hotel.

Estación Varsovia

Luis Bugarini

Sediento Ediciones, 1era edición 2013

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