Lado B
Los hijos de Dior [o la falaz pantonera epidérmica]
Fue una de las frases con que uno de mis amigos más brillantes [en serio, brillante] quiso dejar en claro frente a nuestros excompañeros de la uni que aunque era homosexual, nada tenía de femenino [vaya trauma que tenemos con eso!]. O al menos eso quiso aparentar porque cualquiera de nosotros le ha visto un caminadito bastante más 'torcido' y coqueto de lo 'normal'.
Por Lado B @ladobemx
07 de noviembre, 2013
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Tuss Fernández

@ituss79

detrás de un sol rojo, comienza tu nombre a deconstruirse en estrellas

–Soy hombre y me gustan los hombres. A mi no me gusta que me hablen en femenino y que me confundan con las jotas.

Fue una de las frases con que uno de mis amigos más brillantes [en serio, brillante] quiso dejar en claro frente a nuestros excompañeros de la uni que aunque era homosexual, nada tenía de femenino [vaya trauma que tenemos con eso!]. O al menos eso quiso aparentar porque cualquiera de nosotros le ha visto un caminadito bastante más ‘torcido’ y coqueto de lo ‘normal’.

Es una frase común. Yo la he escuchado 80 mil veces [ok, quizá 70 mil] salir de los labios de esos gays que casi, casi, juran no serlo. O sí, pero en otra clasificación; una más nice que usa ropa de tiendas fresas [que seguro compraron en las rebajas], que carga un moleskine [que seguro les regaló un amigo hipster] o que escucha a Carmen Aristegui [que creen que los convierte en una especie de intelectuales].

Esa clasificación de gays que se aplica crema [rejuvenecedora] por las noches para lucir espectaculares por las mañanas y que cuando nadie los ve, se polvean la cara con un maquillaje un par de tonos más claros que su piel para que no les ‘brille’ en los oscuros edificios de gobierno donde trabajan.

De mis amigos, los hombres trans, mejor no hablamos. Ellos son los más varoniles de entre todos los hombres del mundo mundial [faltaba más!]. Para eso pasan ocho horas diarias en un gimnasio esculpiendo sus músculos y cargando más pesas que cualquiera. Ser gay para ellos es cosa de ‘nenas’ con quienes por cierto, prefieren no juntarse para que no los confundan y claro, para no despertar en ellos [los gays] bajas pasiones. Los derechos, sus derechos, poco les importan [o eso dicen] mientras su sexo biológico pueda pasar inadvertido y camuflado bajo la pequeña barba que les crece producto de una inyección de testosterona.

Hijos de Dior.

Y cómo no, si abre uno cualquier publicación LGBT y todo es belleza. Cuerpos blancos, jóvenes, perfectos. Sitios trendy para que algún gay fashionista pueda ligar con otro atractivo homosexual que porte un corte de cabello de ‘autor’.

Del casi 65% por ciento de los mexicanos que consideraron tener piel morena en la ENADIS 2010 (Encuesta Nacional sobre Discriminación) yo no veo a ninguno.

O quizá estoy mal y todos ellos están representados en las banderas arcoiris [recurso más fácil] con la que los editores-diseñadores suelen vestir cualquier noticia relacionada con la diversidad sexual.

Seguro es eso, soy yo quien está mal y no son los medios LGBT quienes están alejados de la realidad. Si así fuera, por lo que reflejan en sus páginas uno podría pensar que:

  1. En México todos los gays son de piel blanca (máximo 70-6C en la pantonera) salvo aquellos que se broncearon en un spa.
  2. En México no hay indígenas gay. Los chacales son un imaginario colectivo.
  3. Todos los homosexuales del país son de clase alta, ergo, visten bien [y bonito], comen delicioso y viajan cada fin de semana.
  4. Todos los gays mexicanos son guapos y tienen un cuerpo escultural.
  5. Todas las mujeres transexuales del país se dedican al trabajo sexual.
  6. En México no hay lesbianas; todas son rusas.

Le sigo?

Yo no sé por qué insistimos en el terrible hábito de negarnos. De refugiarnos bajo una belleza superflua para sentirnos menos ‘raros’, más aceptados.

Somos juez y parte; víctimas y victimarios.

Nos discriminan, discriminamos y nos discriminamos…

—-

Que este sábado 9 de noviembre, al menos por un día del año dejemos de ser las jotas, las pasivas, las locas, las vestidas, las lenchas, los chacales, las musculocas, las torcidas, los putos, las tortilleras y todo eso que nos hace odiarnos a, y entre nosotros mismos para ser, el colectivo LGBTIQ. Salgamos a las calles y marchemos, no sé si con orgullo pero sí con dignidad.

Entre identidades mutantes y maquillajes, Reversible hace su aparición número 14 en las páginas digitales de Lado B. Travestis, Osos y falaces pantoneras epidérmicas a partir de las primeras horas de este viernes y hasta las últimas del domingo. Metamorfosis, transformación.

Pd. Escuchando a Sabina, uno entiende muchas cosas:

«Y si quieres también / puedo ser tu estacion y tu tren, / tu mal y tu bien, / tu pan y tu vino, / tu pecado, tu dios, tu asesino…»

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