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Educación y felicidad: ¿objeto, decreto o anhelo?
El tema de la felicidad está adquiriendo cada vez mayor relevancia en el mundo y en nuestro país en los últimos tiempos generando múltiples iniciativas que tienen bondades pero también riesgos potenciales.
Por Lado B @ladobemx
06 de noviembre, 2013
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

 

            “La felicidad no es un ideal de la razón sino de la imaginación”.

Immanuel Kant.

 

El tema de la felicidad está adquiriendo cada vez mayor relevancia en el mundo y en nuestro país en los últimos tiempos generando múltiples iniciativas que tienen bondades pero también riesgos potenciales.

En su artículo del diario Reforma el lunes de la semana pasada, Jesús Silva-Herzog Márquez llamaba la atención sobre estos riesgos y ponía el acento en la felicidad como un derecho y un proyecto totalmente personal e íntimo en el que resulta muy riesgosa la intervención de agentes externos.

I.-La medición de la felicidad.

Hasta donde tengo noticia, el tema de la felicidad como elemento de carácter público inicia cuando el 4º rey de Bután, rebelándose contra la dictadura de la Economía como criterio único de desarrollo y el Producto Interno Bruto como indicador del bienestar de los países solicita crear el Índice Nacional de Felicidad Bruta (FNB) para tener un parámetro más cercano a lo que la gente percibe como su propio nivel de bienestar.

La “Felicidad Nacional Bruta (FNB) mide la calidad de un país en una manera más holística [que PNB] y considera que el desarrollo beneficioso de la sociedad humana tiene lugar cuando el desarrollo material y espiritual se produce lado a lado para complementar y reforzarse mutuamente”. De manera que la felicidad entendida desde este indicador incluye tanto el bienestar subjetivo como se entiende en occidente como la armonía con la naturaleza y la preocupación por los otros.

El FNB está constituido por 33 indicadores agrupados en 9 dominios que son: Los niveles de vida (tal como ingresos, bienes, vivienda), salud y educación, el uso de tiempo (y falta de tiempo), buen gobierno y resistencia ecológica, bienestar psicológico (el cual incluye felicidad, pero también emociones y espiritualidad), vitalidad de la comunidad y diversidad y resistencia cultural.

A partir del FNB y del ejemplo de Bután se crearon otros indicadores a nivel internacional como el Happy Planet Index (índice de planeta feliz) de la New Economics Foundation (NEF) que mide tres cosas: el bienestar que los habitantes de una nación dicen tener, la esperanza de vida al nacer y la huella ecológica de una nación.

En México, la organización Imagina, México junto con la UPAEP y el CISO de la BUAP realizaron el ranking de la felicidad en México a partir de la definición de un cuestionario también multidimensional que se aplicó en todos los estados del país, en la capital de cada uno y en los dos municipios con mayor población. El estudio se acaba de presentar en la UPAEP y ya está disponible a la venta en algunos establecimientos comerciales de los distintos estados del país.

Se incluyen entre los indicadores medidos elementos de servicios públicos, ingreso, educación y satisfacción con el gobierno como convivencia familiar, amistad, espiritualidad, tiempo libre y otros similares a los de los índices internacionales de este tipo.

Los resultados de todos estos estudios son interesantes puesto que muestran que los países –en el caso de México los municipios- con mayor nivel de felicidad no son precisamente los más ricos o los que tienen un ingreso superior. Esto quiere decir que en el terreno de la felicidad hay muchos otros factores de carácter intangible que son igual o más importantes que los de ingreso o satisfactores materiales.

Se trata aquí de intentos por acercar la investigación científica, en este caso de carácter económico a una concepción más amplia y cercana al sentir de la gente que las mediciones convencionales no consideran.

Si bien estos intentos son positivos, por una parte responden aún a una lógica unidisciplinar –la de la Economía que se acerca un poco a tomar datos de otras áreas pero sigue siendo el eje rector de estos estudios- cuando un fenómeno tan complejo como el de la felicidad requeriría de planteamientos inter y transdisciplinarios y por otro lado persiguen medir un aspecto humano que por su profundidad es inconmensurable.

II.-La  obligación de la felicidad.

Dentro de esta tendencia a poner el tema de la felicidad en el nivel de la reflexión y la acción pública se enmarca la iniciativa del presidente venezolano Nicolás Maduro de crear el Viceministerio de la “Felicidad Suprema”.

Se trata de un ministerio que coordinará algunos programas del área social, dirigidos a las personas discapacitadas o en situación de pobreza.

La noticia de esta nueva instancia gubernamental fue recibida con una mezcal de sarcasmo e indignación entre el pueblo venezolano según reportaron los diversos medios nacionales e internacionales.

La diferencia entre el FNB o el índice de felicidad en México y esta iniciativa de Maduro estriba fundamentalmente en que mientras el FNB y los estudios sobre felicidad en el mundo y en México persiguen acercarse a medir y tratar de explicar lo que la gente considera como factor que promueve su felicidad, el gobierno venezolano como afirma Silva-Herzog Márquez pretende que se puede “Alcanzar la felicidad por decreto; lucir radiante por obra del Estado; ser feliz como un deber de patriotismo…”

Esta ola mundial de preocupación por el tema de la felicidad tiene por un lado la bondad de acercar a la academia y a la ciencia a tratar de estudiar, comprender y explicar –incluso medir, aunque esto es siempre muy relativo- lo que constituye una “buena vida humana” en este siglo XXI tan complicado y lleno de problemas, trascendiendo las visiones materialistas y hedonistas dominantes y los marcos meramente cuantitativos y técnicos para explicar el bienestar social.

Pero también presenta, como decíamos al inicio, el riesgo de que los gobiernos de cualquier signo, con buenas o no tan buenas intenciones políticas, se apropien del tema de la felicidad y se abroguen también la autoridad para dictar las formas en que un ciudadano debe ser feliz, lo cual nos acercaría como bien señala el artículo citado a un mundo orwelliano, al “big brother”, a formas cada vez más invasivas y sofisticadas de dictadura en las que los que tienen el poder sientan que pueden y deben definir el rumbo de la existencia de todos.

III.-La aspiración a la felicidad.

La educación debe formar personas que descubran en su consciencia la aspiración a la felicidad que es algo que como todo lo humano, se alcanza de manera precaria y siempre limitada. Este anhelo o aspiración debe cultivarse, promoverse, desarrollarse para que se vuelva un proyecto de vida inteligente, con visión de altura pero cimientos bien puestos en la tierra, responsable y comprometido.

En la escuela los educandos deberían aprender a ir construyendo y reconstruyendo continuamente y en diálogo con los otros su propio proyecto de felicidad entendiendo que no es un simple sueño subjetivo sino una forma del deseo de humanización que nos mueve desde lo más profundo de nuestro ser.

Los educadores deberíamos promover la consciencia de que este proyecto de felicidad tiene elementos observables y aún posibles de medir como algunos de los indicadores del FNB o del ranking de felicidad de México pero que no se agota en ellos. Tendríamos que generar la capacidad de darse cuenta de que no existe proyecto de felicidad posible si no incluye la armonía con la naturaleza y la preocupación por los otros, si no tiene elementos que van más allá de lo empíricamente verificable: sueños, apuestas, creencias, amor, fraternidad, espiritualidad.

La educación tendría la obligación también de educar en la conciencia crítica que brinde herramientas a los educandos para resistirse a las falsas promesas de felicidad que nos venden por doquier –en la política y en el mercado- para dominar nuestra libertad.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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