Lado B
A Araceli su ex novio le perforó el corazón
La joven fue asesinada por su expareja, acusan familiares; se presume que el sujeto está en la frontera norte
Por Lado B @ladobemx
25 de noviembre, 2013
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AraceliPort

Mely Arellano

@melyarel

–Me imagino que es un sueño -dice la señora Amada Barranco con voz cansada. Pero no lo es.

No es un sueño haber despertado la mañana del miércoles 13 de noviembre y encontrar el cuerpo desnudo de su hija Araceli tendido boca abajo, sobre su propia sangre encharcada en el piso del baño, con un cuchillo enterrado en su espalda.

No es un sueño que el cuchillo enterrado en su espalda haya sido usado segundos antes para cortar el cuello de Araceli, por donde seguramente comenzó a escaparse la sangre y con ella su vida, y luego perforara su corazón, deteniendo para siempre su sístole y su diástole.

No es un sueño que hubo las otras embestidas del cuchillo penetraron su cuerpo, causaron daño.

No lo es.

***

Araceli Vázquez Barranco tenía 23 años y vivía en Acajete, un municipio a 33 kilómetros de la capital del estado de Puebla. Estudió Ingeniería Textil en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y estaba a punto de ser la primera de su generación en graduarse. Trabajaba en una fábrica en la ciudad de Puebla: estaba muy contenta.

Seis semanas antes de su asesinato había decidido terminar su relación de dos años y medio con Javier Mauricio Díaz, un albañil de 26 años, atento y acomedido, a quien conocía de toda la vida.

Javier siempre estaba con Araceli. La acompañaba a la escuela e iba por ella todos los días. Cuando la señora Amada recomendaba que le diera su espacio, él sólo se reía.

En algún momento, ya avanzada la relación, Javier se quejaba de que sus hermanas no le hacían caso ni le daban de comer, por lo que Araceli le propuso a su mamá que cenara en su casa.

Doña Amada enviudó hace años y es trabajadora doméstica. Tuvo cuatro hijas y dos hijos. Casi todos, incluyendo ahora algunos nietos, viven con ella, una boca más en la mesa no le asustó.

Unos seis meses después, Javier les dijo que después de cenar, cuando caminaba hacia su casa a cuatro calles de ahí le “pasaban cosas”: camionetas que “le aventaban”, borrachos que le echaban bronca, “drogados” que intentaban atacarlo. Preocupada, la mamá de Araceli le permitió entonces quedarse a dormir con uno de sus hijos. Desde entonces se convirtió en un integrante más de la familia, incluso le lavaba su ropa.

Pronto Javier comenzó a hacerse de enemigos. Un día llegó con un celular que dijo haberse encontrado y luego unos parientes de su novia lo acusaron de habérselos robado.

Siempre andaba pidiendo dinero prestado, a veces decía que era para los pasajes de Araceli, o porque alguno de sus hermanos lo había estafado. A la señora Amada a veces se le perdía dinero, pero jamás desconfió de él. Incluso llegó a acusar a su propio hijo quien, contundente, lo negaba.

Sin embargo un día pudo comprobar que mentía: le pidió que le pagara a un señor con el dinero que le debía a ella y, aunque le dijo que lo haría, nunca pagó.

A esta situación se sumó que comenzaron a llegarle mensajes de una mujer. Él decía que eran sus hermanas o sus primas tratando de hacerlo enojar o de bromear. Lo cierto es que Araceli desconfió y puso fin a la relación.

Pero Javier siguió insistiendo. La buscaba todos los días. Le llamaba, le mandaba mensajes. La seguía al trabajo o la esperaba al salir.

Araceli nunca dudó. Nunca le dio esperanzas, ni cambió de opinión, sin embargo sí aceptó verlo “como amigos”, y hasta le permitió que fuera a comer a su casa durante una semana. Después ya no volvió.

Pocas semanas después supo que Javier ya vivía con otra mujer, y creyó que entonces dejaría de buscarla. No fue así. Incluso le mandó un mensaje a su mamá para pedirle consejo. Doña Amada le recomendó concentrarse en su nueva relación, le deseó lo mejor.

Araceli dejó de contestar sus llamadas, pero él comenzó a marcarle desde números desconocidos. Estaba harta.

El 9 de noviembre le mandó un último mensaje a la señora: “Se van a acordar de mí toda la vida”. Ella se espantó, pensó que se iba a suicidar. Araceli descartó de inmediato la posibilidad y al día siguiente le propuso a su mamá levantar una denuncia por acoso: “Yo no puedo faltar al trabajo, pero ve tú el viernes y el lunes pido permiso y la ratifico”. Así quedaron.

El martes 12 de noviembre, Javier le mandó un mensaje para invitarla a comer. Araceli dijo, una vez más, que no.

***

Hasta agosto pasado, el Comité contra el Feminicidio en Puebla reportaba para este año 33 casos contra 4 reconocidos oficialmente por la Procuraduría General de Justicia del estado (PGJ). La disparidad responde a que la mala tipificación de feminicidio hecha por el Congreso local en noviembre del 2012, genera incertidumbre jurídica para la víctima, e incluso para los encargados de aplicar la ley; es decir, homicidio doloso y feminicidio poseen las mismas agravantes.

De enero a junio del 2012 en Puebla se cometieron 35 homicidios dolosos de mujeres, según cifras oficiales, mientras que en el mismo periodo de 2013 se registraron, 44: un aumento de al menos 25 por ciento.

En el marco de la conmemoración del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), el Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr), dio a conocer que según su registro a la fecha han ocurrido 40 feminicidios en el estado, detrás de cada cifra está el cuerpo de una mujer.

***

La mañana del miércoles 13 algunos vecinos vieron a Javier parado afuera de la casa de Araceli. Él conocía muy bien los hábitos familiares. Entró sin problema alguno. La puerta de la casa de doña Amada es sencilla, de lámina, con un alambre en vez de chapa.

Araceli era la única que estaba despierta. Apenas se había metido a bañar, a jicarazos pues en el baño no hay regadera. Como siempre, se estaba lavando el cabello primero. Ahí la sorprendió Javier. No le dio tiempo de nada. La degolló y le asestó cuatro puñaladas en el torso, una de las cuales le perforó el corazón. Al final le enterró el cuchillo en la espalda. De esa herida ya no escurrió sangre.

Cuando su mamá abrió la puerta del baño no pudo más que gritar y cerrarla de nuevo. Echó a correr a la calle, buscando ayuda. Llegó a la presidencia municipal y le dijeron “orita vamos, espérenos”. Pero no esperó. Echó a andar de regreso. En el camino la alcanzó la policía.

Doña Amada pidió que llamaran una ambulancia aunque sabía que su hija ya no estaba viva.

–Porque le grité, si hubiera estado viva, me hubiera respondido, aunque sea se hubiera movido.

Luego hubo que esperar a los peritos y al Ministerio Público. Ni una sábana le pudo echar encima a su hija. Había que preservar la escena, le dijeron los policías. Hasta las 3 de la tarde levantaron el cuerpo.

***

La mujer de Javier dijo que se salió desde las 5 de la mañana y que ni su mochila se había llevado. Una de sus hermanas la contradijo. Aseguró que Javier fue a pedirle dinero para su pasaje por ahí de las 8 de la mañana.

Después del asesinato de su hija, alguien le llamó a la señora Amada tres veces. Por la clave lada sabe que una vez fue de Poza Rica, Veracruz; la otra de Ciudad Juárez, Chihuahua y la última de Sonora, el viernes 15 de noviembre, el día del sepelio de Araceli. Está tan segura de que era Javier que en todas las ocasiones lo maldijo, segura de que la estaba escuchando. Cree que le quiere meter miedo. Y sí teme.

–Le dije a la persona que lleva el caso que me ha hecho llamadas, y me dijo “si le vuelve a llamar, háblele bonito, dígale que usted no cree que él fue y dígale que dónde se ven”. Cómo cree que lo voy a hacer, si él fue. Es que no saben lo que se siente, nadie sabe lo que se siente.

En Acajete el rumor es que el hombre ya está en Tijuana, sino es que “del otro lado” donde tiene familia.

La orden de aprehensión, según le informaron la semana pasada a doña Amada, no ha salido. Un abogado que escuchó el caso aconsejó darle dinero al juez para agilizar el trámite, y le ofreció sus servicios. Ella no tiene dinero.

–Me imagino que es un sueño -dice con voz cansada- ni hambre me da, nomás quiero estar durmiendo.

No, no es un sueño, es una pesadilla.

Familiares y amigos han creado una página para encontrar a Javier Mauricio Díaz: FB/JusticiaparaCheli

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Autor Lado B
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