Lado B
Rapsodia de un bohemio y el concierto de la Reina
Era 1981 y los diarios nacionales que consideraban al rock como un ente subversivo, incitador a la violencia, y por lo tanto prohibido, advertían a la población que: "una banda de delincuentes y rockeros, llamada Queen, llegaba a la capital de Puebla a dar un concierto en medio de la ciudad. Me lo cuenta mi padre desde el Estadio Olímpico Ignacio Zaragoza, ubicado en los Fuertes de Guadalupe y Loreto y donde, en 2012, comenzó la reconstrucción del épico lugar.
Por Lado B @ladobemx
14 de octubre, 2013
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Aletya Serrano

@aletya

[dropcap]E[/dropcap]ra 1981 y los diarios nacionales que consideraban al rock como un ente subversivo, incitador a la violencia, y por lo tanto prohibido, advertían a la población que: «una banda de delincuentes y rockeros, llamada Queen, llegaba a la capital de Puebla a dar un concierto en medio de la ciudad. Me lo cuenta mi padre desde el Estadio Olímpico Ignacio Zaragoza, ubicado en los Fuertes de Guadalupe y Loreto y donde, en 2012, comenzó la reconstrucción del épico lugar.

Durante más de una década hacia atrás, él coleccionaba discos de todos los subgéneros del rock y se deleitaba con el hard rock; a la postre se reunía con amigos para intercambiar anécdotas e historias de los grupos, realizaba viajes cortos a la Capital del país en busca de novedades musicales, y en el trayecto se mantenía alerta para conocer a nuevas personas con las que a su vez llegaría a saber de nuevas bandas y así poder escuchar nuevos discos. Ya que esta era una generación que compartía todo a través de las lecturas y del entrañable «De boca en boca», para transmitirse los conocimientos del rock, casi con una inquietud y una vehemencia abismal por el deseo de la música que le abría la mente a nuevos bríos y a mundos insondables e inimaginables, en una revolución de consciencias, y bajo un ambiente de tensión nacional, represivo y autoritario: tras el 68 y el jueves de corpus de 1971. Un ambiente en el que el rock con todo su enojo y euforia en sus riffs y letras, representaba para los jóvenes aquello que no estaba controlado por el sistema. Además no podías dormirte en tus laureles: era los años 70’s y el rock florecía como la primavera, y a la velocidad de la luz.

Hasta entonces la música solo se podía disfrutar grabada, o asistir a pequeños lugares subterráneos para escuchar a una banda local tocando covers de las grandes bandas. Ni en sus más grandes sueños hubieran esperado subir al fuerte de Loreto y Guadalupe para ver a la Reina y escucharla cimbrar las montañas con el We will rock you, allí donde Zaragoza defendió el territorio nacional y peleó en contra de los franceses, en la batalla del Cinco de Mayo.

Fue un sábado 17 de octubre en el estadio Olímpico Ignacio Zaragoza, cuando algunos gustadores y fanáticos del rock se convertirían en los asistentes pioneros de los macro-conciertos en México. Durante décadas habían soñado el momento de transgresión y libertad que la bandera del rock n’ roll tanto les había prometido. Pero en vez de eso los asistentes tuvieron un show muy peculiar, en el que además fueron demonizados incluso por su Reina por hacer no menos de una demostración de boba euforia: como lanzar césped y objetos con tierra al escenario. Hubo un presentador algo ridículo que por micrófono pedía aplausos al público y regañaba a los que cortaban el pasto, como si fuera un festival escolar. También, al final del concierto se hablaría de disturbios en el Centro Histórico ocasionados por una rebelión de jóvenes rockanroleros “muy malos” que bajaban del cerro de Loreto en procesión para regresar caminando a sus casas o pedir un aventón, seguramente crucificando a alguien en el camino.

Había poblanos y jóvenes de todos los rincones del país que aclamaban a su reina británica del rock con entusiasmo, entre un fuerte olor a mariguana para relajar el cuerpo y elevar la mente cuando corrían veintitantas canciones, entre ellas: We Will Rock You, Jailhouse Rock, y Killer Queen. Por fin los bohemios de este lado del mundo presenciarían la Rapsodia de la Reina, probarían el elixir de los Dioses barítonos. Y de pronto algo inesperado: se escucharon los primeros acordes de la Rapsodia, sin embargo no había ningún piano ni nadie tocándolo en el escenario. Se trataba de playback. ¿Un engaño? Esto no podía estar sucediendo: era la Reina quien estaba tocando su obra maestra. Esto era costumbre en la televisión, en los medios masivos, no en un concierto de rock n roll de la reina británica en 1981. Desconcertado, el bohemio simplemente decidió irse de ahí y abandonar el concierto. Mientras,  la Reina siguió tocando su rapsodia y la gente que quiso quedarse o que no se dio cuenta de nada, continuó gritando. Sería quizá el primero de los macro-conciertos que hasta la fecha continuarían teniendo cada vez una mayor importancia y que serían favoritos de los empresarios y promotores de nuestro país, pues por  una puerta entra el pop y por la otra sale el rock.

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