Lado B
La insurrección purépecha
 
Por Lado B @ladobemx
07 de octubre, 2013
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Foto: Humberto Padgett

Foto: Humberto Padgett

Humberto Padgett | Dalia Martínez

Cherato, Michoacán.– El calor y el polvo hacen de la máscara de poliéster negro un trapo pegajoso que provoca comezón en cada punto de contacto entre la tela y la piel.

Pero es esto o perder la cabeza.

En realidad, Tata (“padre”, “señor”), un hombre de ojos oscuros, pequeños y crispados ya vive contra todos los pronósticos. Tiene entre 40 y 50 años de edad. Sus manos mantienen las venas bien marcadas y los nudillos cubiertos de una piel gruesa y cuadriculada, como de espolón de gallo.

Tata recuerda como hace cinco o seis años, el tema del crimen organizado quedaba lejos: en Michoacán, pero al otro lado de los valles, hacia la Tierra Caliente. Se escuchó luego de los tiroteos y las cabezas lanzadas como bombas de miedo en los alrededores, en la cabecera de Los Reyes, en Peribán o en Uruapan.

Nada en territorio de Cherato, poblado del municipio de Los Reyes. El humo de la guerra entre La Familia Michoacana y Los Zetas aún estaba más allá de sus límites. Escuchaban de los secuestros y del cobro de cuotas para permitir trabajar o vivir.

La Familia Michoacana se escindió tras la presunción de la muerte de su líder, Nazario Moreno El Más Loco y casi todo el cártel se avino a la denominación de Los Caballeros Templarios, dirigido por El Chayo, muerto sólo en la propaganda del ex Presidente Felipe Calderón, de la DEA y de los propios narcotraficantes.

Inició la guerra contra la Policía Federal. Por eso fue que Los Caballeros Templarios apoyaron entonces al PRI y no al PRD, como históricamente lo habían hecho: podían terminar con los pocos Zetas que quedaban con cabeza en Michoacán, pero nunca con la fuerza interminable del gobierno mexicano. Y el PAN estaba determinado a exterminarlos.

Durante esos años, el fuego estaba ya muy cerca de Cherato. Sus cruces carreteros funcionaban como puntos de entrada y salida en las persecuciones que emprendían militares y policías –verdes y azules, simplifican aquí– contra Los Templarios.

Los narcotraficantes extendieron su sistema de impuestos ilegales al comercio legal para costear sus pérdidas, pero mantuvieron libre del “cobro de piso” a los huerteros de Cherato, pequeños productores de aguacate.

El PAN perdió la Presidencia de la República y el PRD el Gobierno de Michoacán. Hubo entonces un espacio de paz con el gobierno, pero sólo con el gobierno: Los Caballeros Templarios libran su tercera guerra, según refieren en sus propios corridos, ahora contra el Cártel Jalisco Nueva Generación, una agrupación cuyo crecimiento en los recientes reacomodos de la geopolítica  de la República de las Drogas sólo es comparable con el logrado por Los Caballeros Templarios.

Tata platica sereno en la casa comunal de Cherato, sede de la asamblea del pueblo, máxima autoridad del pueblo indígena, según usos y costumbres. “Comenzaron a poner personas para vigilar descaradamente. Hasta cinco muchachos de menos de 20 años y en algunos casos mujeres. Todos traían radio. Sí era peligroso, pero hasta este punto no se paraban a molestarnos. Jamás pensamos que nos iba a tocar el turno hasta que se acercaron por aquí esas personas”.

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