Susana Sánchez Sánchez

No hay nada más tierno que ver a un reportero joven emocionado al ver su firma en la nota periodística que recién le publicó un medio de comunicación. Hay chavos que se fletan haciendo el trabajo sin pago alguno, les basta con que les publiquen para hincharse de alegría. Tienen, como quien dice, amor al arte, el chiste es poner en práctica todo lo que aprendieron en las aulas, aunque a veces se topan con pared. Mientras los chavos agarran callo, hay dueños de medios de comunicación que han sabido aprovechar el trance de los jóvenes de la universidad a la vida laboral, al contar con una mano de obra barata academizada.

Claro que en el mundo mediático hay tamices, no hay por qué cortar a todos con la misma tijera. Hay unos medios que apenas inician y no pasan de los cinco años de vida, pero hay otros que ya son empresas periodísticas consolidadas (con más de quince años), lo que quiere decir que ya cuentan con una solvencia económica que les permite pagarles bien a sus trabajadores. Sin embargo, hay empresas que han hallado en los más jóvenes,  regularmente recién egresados de la universidad o que están por titularse, una mano de obra barata o gratis. Bajo el pretexto de que la práctica es muy distinta a la teoría, ponen a los chavos a prueba, ¡ah! porque se deben ganar su lugar… ¡vaya modos de los medios consolidados y posicionados para elegir a su personal! ¿No es más sencillo que busquen a un profesional y le paguen como a un profesional, y así evitar el jueguito miserable de poner a un chavo tres meses a prueba para ahorrarse  salarios?

Malbaratar el trabajo es una forma de sabotear la inteligencia o la potencialidad periodística, por ejemplo, de preparar una investigación.  Bien dicen por ahí: “el dinero no lo es todo… ¡ah, pero cómo ayuda!”, a esta frase habría que agregarle el factor tiempo, porque actualmente el reportero le hace al editor, al fotógrafo y al camarógrafo a cambio de unos pesillos más a la quincena, ¿dígame usted si eso no es miserable?

La otra vez una amiga que sabe sobre la relación entre literatura y periodismo, me decía que si un reportero en verdad quisiera hacer periodismo narrativo o de investigación, lo propone al medio; sin embargo, tampoco creo que baste con las ganas propositivas, sí creo que deben existir las condiciones para hacer periodismo narrativo o de investigación:

1. Interés del dueño del medio y del equipo editorial.
2. Dinero para pagarle al reportero, al fotoreportero y al editor, porque el periodismo se hace en equipo.
3. Tiempo, porque no se trata de hacer chilaquiles; dar un mes para hacer un buen reportaje no estaría mal.
4. Compromiso informativo, es decir, brindarle productos  de calidad a la audiencia.
5. Búsqueda y contratación de reporteros  profesionales.

A veces los empresarios de medios de comunicación –por le menos en la ciudad de Puebla– han hecho de sus espacios una maquila de notas informativas, producen a destajo y pagan una miseria, tienen a sus trabajadores en el hilo de la angustia, no sólo por presionarlos con entregar cuatro o seis notas diarias (a cambio de 4 ó 6 mil pesos mensuales), también porque el reportero no sabe si el próximo mes, cuando firme contrato, seguirá en el trabajo, y deben vivir o sobrevivir de algo, en el mejor de los casos  le hacen al mil chambas, es decir, además de estar en una empresa periodística (que no les paga bien) se dedican a ejercer otro oficio, a ayudar en un negocio familiar o a entregar textos en otros medios; en el peor de los casos, los reporteros completan su mensualidad con una módica cantidad chayotera.

Esas prácticas al exterior de los medios ha provocado que las fuentes informativas de los medios, por ejemplo, instituciones, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos u otros grupos conciban a los reporteros como personas poco profesionales. Si no los toma en serio su medio, menos los externos, entre quienes permea la idea de que para organizar ruedas de prensa y dar a conocer un evento, debe haber desayuno o comida de por medio para que lleguen  los reporteros. Hay instituciones o grupos que ofrecen, incluso, una tajada mensual a los reporteros o a los dueños de los medios. Hay quienes se prestan al juego; ¡afortunadamente no todos! La práctica chayotera, sin embargo, también ha provocado que el gremio periodístico no esté unido para exigir los derechos laborales que les corresponden.

Pensar  a veces que un reportero puede ser corruptible no es gratis, los mismos dueños de los medios han abonado a la idea al tener entre sus trabajadores reporteros con un bajo salario, jornadas laborares indefinidas (a veces de más de ocho horas), y con grandes carencias de tiempo, de dinero y hasta de sus instrumentos básicos de trabajo: computadora, celular, grabadora, conexión a internet. No hay profesionales que costeen sus instrumentos de trabajo como lo hacen los reporteros.

Cuando los empresarios del mundo periodístico empiecen a concebir a sus reporteros como profesionales, entonces les pagarán como a unos profesionales, les importará menos la cantidad de notas y se irán por la calidad. Cuando eso ocurra, quizás entonces los dueños de los medios puedan llenarse la boca de orgullo y decir que en sus espacios se hace periodismo veraz, honesto, objetivo y comprometido con la sociedad.

*Estudiante del posgrado en Sociología-BUAP. Cualquier discrepancia, precisión, duda o recomendación, escríbale a los correos: susana.sanchezalcuadrado@yahoo.com.mx  / sanchezsanchez.susana@facebook.com

Esta columna también aparece los viernes en el programa Movimiento Perpetuo, transmitido de lunes a viernes de 9:30 a 10:30 hrs., a través de la XHBUAP – Radio BUAP 96.9 F.M.