Lado B
Viva México (?)
 
Por Lado B @ladobemx
09 de septiembre, 2013
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Emilio Gomagú

¡Viva México!, gritan en los balcones de todos los palacios del territorio mexicano. Voces autorizadas nada más que por sí mismas se desgañitan esperando el eco multiplicado que les haga sentir el placer y temor de ser tanto, tan nada sin los otros. Sobre los azulejos brillantes como espejos y debajo de las campanas, ellos. Sobre la loza que guarda capas de sangre, tierra, lágrimas, y debajo de los palacios, todos… o ninguno.

Trajeados, patriotas de otra patria, borrachos burócratas bandidos blandiendo banderas borrosas buscan brindar bríos banales y se disponen a hacer lo de siempre, pensando en los de siempre, creyendo que siguen siendo los de siempre. Pero en las plazas nadie responde los falsos gritos. Las luces que revientan calladitas en el cielo huyen y se esconden en la oscuridad de la noche, temiendo lo que saben, lo que les han dicho quienes las han fabricado en oscuros bodegones, malpagados, malcomidos, maldormidos. Los badajos avergonzados estiran los brazos sosteniéndose en el centro de sus casas de bronce para no tañer esa noche, para no hacer más escandaloso el silencio que cubre las ciudades. Los discursos recorren el aire con prisa buscando no encontrar oídos para besar en su camino, y libres en la nada se precipitan veloces hasta los muros, abrazando las grietas por las que se cuelan y se  escabullen del eco vacío que quiere replicar sus mentiras.

andamos-renacionalistas

El silencio crece la noche del quince de septiembre y apaga las voces que brotan de los balcones. Los perros tampoco ladran. Los escenarios están vacíos. Hasta ahora se desconoce lo que pasa. Se duda incluso si México vive o si la gente, esos todos debajo del cielo, los que quedan fuera de los palacios, los ninguneados, los hambrientos, los trabajadores, los aguanta-compadre-que-de-ésta-salimos-juntos-y-vivos-o-juntos-y-muertos-pero-juntos, los nadies, los maestros, los que sostienen el país y lo han hecho desde siempre malabareando corrupciones ajenas y propias con pobrezas e injusticias; se duda si ellos, todos y cada uno de ellos ha decidido dejar de responder, de repetir, de obedecer.

Filas de escudos, toletes y cascos abandonados se multiplican en los alrededores de los zócalos. Son hileras que parecen interminables y flanquean, como escombros, tanques y tanquetas vacías, dispuestas a ser usadas por nadie contra todos. El excremento de abandonados caballos se acumula en pequeños montículos a lo largo de las calles en que están dispuestos los equinos. No esperan a nadie que los monte y obligue a cabalgar furiosos contra la muchedumbre ausente.

En la plaza principal de éste que ellos consideran cualquier país y es uno y muchos, una banda tricolor con un águila amordazada en el centro y una víbora despellejada y temerosa mirando detrás de un nopal, sostiene a un hombre que se asoma con temor hacia el abismo, hacia la nada. Su mirada busca la muchedumbre de antes, la de siempre, la que le dijeron que tendría coreando su nombre, arengando sus palabras, avivando sus vivas, aplaudiendo sus gracias.

Esa marioneta se empeña buscando unos ojos que le devuelvan su falso éxito, unos oídos que entiendan sus tropezadas palabras, sus torpezas lingüísticas; pero nada, sólo encuentra cámaras de televisión transmitiendo en vivo la densa soledad de las plazas, mostrando su derrota en cada uno de los hogares abandonados hasta donde ese mensaje se perderá en el silencio.

Banksy

Sí, las cámaras están ahí porque ahí fueron llevadas por sus amigos, ellos sí los de siempre, los infaltables, los que nunca pierden, los gandallas, los negociadores, los modernos inquisidores, los acá-estamos-y-de-acá-no-nos-vamos, los adormecedores de conciencias, los no-se-preocupe-vaya-por-ahí-diviértase, los jueces de la pureza, los qué-barbaridad-esto-es-un-escándalo, los dónde-están-las-autoridades-para-frenar-estos-abusos, los entorpecedores del progreso, los mano-dura-contra-los-que-se-oponen-a-nosotros, los cómo-se-atreven-a-cuestionarnos, los que también están ahí, en los palacios, junto a ellos.

Como títeres llevados por los mismos hilos transparentes,  todos aquellos en los balcones vuelven sus cabezas al compás de su indignidad y miran extrañados a sus acompañantes. El lujo y la pompa de los banquetes asoman detrás de los invitados que descreen lo que afuera pasa. “Es imposible que no haya nadie, hemos hecho todo lo de siempre, hemos preparado las mismas migajas con que se conformaban”, murmuran entre ellos y las cortinas bailan con los rumores y hacen desaparecer mozos y camareras. Un frío les recorre la espalda e intentan calmar sus débiles piernas que tiemblan bajo sus finos pantalones.

“Si no hay nadie, ¿deberé hacer lo de siempre?, ¿a quién le miento si nadie me escucha?, ¿quién me mirará por tus cámaras, amigo, si no hay nadie frente a los televisores?, ¿a quién robarle?, ¿de quién servirnos?, ¿quién nos hará los trabajos sucios, los trabajos pesados?, ¿quién nos sostendrá en nuestros miserables tronos?”, se preguntan azorados todos y el rumor de una multitud ausente les hace empequeñecer, aterrorizados. “¿Dónde están?, ¿con quién?”.

La ausencia les revuelve las entrañas. El miedo va subiendo a sus espaldas lentamente, como un caracol que lleva el peso de todo lo que han robado a lo largo de los años.

organizate

Dónde es éste México, ese “país herido de nacimiento, amamantado por la leche del rencor, criado con el arrullo de la sombra”, nadie sabe. Dónde están todos esos mexicanos, cuántos son o a dónde fueron, tampoco se sabe, pero crece como una llovizna que se transforma en lluvia y termina en tormenta, la certeza de algo que toma fuerza y se hace tangible un día tras otro: la certeza de que han decidido organizarse y terminar con la mentira.

Gomagu(Latinoamérica, 1982) Psicólogo, escritor, lector y caminante. Cursó la Maestría en Salud Mental Comunitaria en la Universidad Nacional de Lanús, Argentina (2009). Ha sido colaborador y lo seguirá siendo. Colecciona proyectos que buscan ver la luz. Alguna vez ha hecho teatro, alguna otra radio, alguna más video y foto; la música nunca se le dio, pero le sigue rogando.

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