Lado B
Afar. La vida en el primer y último lugar
 
Por Lado B @ladobemx
06 de septiembre, 2013
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Imagen: http://blogs.20minutos.es

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Médicos Sin Fronteras*

Etiopía.- De repente, una mujer ha surgido de la nada. A 51º grados centígrados, un poco menos a la sombra, es difícil distinguir entre la realidad y la imaginación, pero la mujer ha ido cobrando forma en la nebulosa de este inmenso desierto, el lugar más profundo y caluroso del planeta, en la región de Afar, al noreste de Etiopía.

Un poco más cerca, la distinguiremos mejor, delgada, cubierta hasta la cabeza por un vestido azul marino y un velo oscuro con estampados de cachemir verdes, cargando un niño a sus espaldas. Cuando esté más cerca, tendrá edad: 18 años, asegura. Y luego el nombre: Samala. ¿De dónde viene? Es difícil la pregunta para la mujer afar (el pueblo semi nómada que le da nombre a la región). Su tribu se desplaza constantemente por este vasto territorio de la woreda (distrito) de Teru, en una de las cinco zonas más remotas de la región. Por eso no hay otro modo de decirlo: surge de la nada. Pero a Samala Hamed le debe parecer que el fotógrafo y los médicos del centro de desnutrición también surgen de la nada. No importa. Viene a salvar al hijo.

Los afar, algo menos de un millón y medio de personas, caminan por aquí desde hace siglos, sin descanso, después de que el mar se retirase miles de millones de años atrás. Y si los geólogos no se equivocan, este antiguo fondo marino, también una bomba de relojería sísmica y volcánica, volverá a ser cubierto por el océano. Los restos de “Lucy”, nombre de una canción de los Beatles con la que se bautizó al esqueleto de uno de los primeros homínidos, hallado en estas tierras, nos remontan a un tiempo en que esta zona fue un vergel. Se permite pues la exageración: aquí empezó todo; y aquí puede que todo termine.

La mayor parte de los que han visitado Afar, concluyen que este sería el último lugar donde se hubieran imaginado una vida humana posible. Suelen compararlo al paisaje de la Luna o al de Marte, pero hay un símil aún más recurrente: el infierno.

Y sin embargo, aquí, en este infierno de sal, potasio y azufre, hombres y mujeres se debaten entre el nomadismo tradicional y la sedentarización, entre la escasez de agua y la amenaza de la desnutrición. No hay ningún visitante, incluyendo algunos viajeros célebres que pasaron por sus alrededores, como Rimbaud, cuando dejó la poesía para traficar con armas, o el gran Kapuscinski, que no se hayan hecho la misma pregunta: ¿cómo es posible la vida en estas condiciones? ¿Y además para qué vivir aquí?

Esa es otra pregunta que probablemente no se hace Samala, ni tampoco los sanitarios que vienen de otras partes de Etiopía con Médicos Sin Fronteras (MSF), y que tratarán al pequeño que sufre desnutrición. Es su primer hijo. Tiene nueve meses, cuenta Salama mientras lo sostiene en brazos frente a la cámara. El pequeño, enclenque, con la cabeza doblada sobre el codo, duerme profundamente. Es la segunda vez que se ingresa en el centro de nutrición terapéutica de Alelu, la localidad más importante del distrito. Salama cree que tras recibir el alta la primera vez, en el camino de vuelta a casa, “el viento le hizo daño y el pequeño enfermó de nuevo”.

Continúe leyendo el reportaje del periodista  Javier Sancho Mas, que fue publicado en El País Semanal el domingo 1 de septiembre de 2013 y retomado en Médicos Sin Fronteras en el siguiente link.

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