Lado B
La vedette de la calle de los dulces
En la calle de los borrachitos y los gasnates, las viboritas y los camotes de dulce, por ahí de mediados de los años 70', arribó una esplendorosa mujer de belleza frágil, y de aspecto modesto, nada exuberante pero con cierto encanto, para instalarse en el hotel señorial indefinidamente y con el deseo de conquistar los espectáculos nocturnos de esta ciudad. Era una aprendiz de vedette de menos de veinte años, aunque con cierto renombre ya, al menos en el inframundo de los cabarets pequeños. (Me lo cuenta mi padre desde la calle de los dulces, 6 oriente en el corazón de Puebla).
Por Lado B @ladobemx
20 de agosto, 2013
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Aletya Serrano

@aletya

 

En la calle de los borrachitos y los gasnates, las viboritas y los camotes de dulce, por ahí de mediados de los años 70′, arribó una esplendorosa mujer de belleza frágil, y de aspecto modesto, nada exuberante pero con cierto encanto, para instalarse en el hotel señorial indefinidamente y con el deseo de conquistar los espectáculos nocturnos de esta ciudad. Era una aprendiz de vedette de menos de veinte años, aunque con cierto renombre ya, al menos en el inframundo de los cabarets pequeños. (Me lo cuenta mi padre desde la calle de los dulces, 6 oriente en el corazón de Puebla).

En aquel entonces ella, y otras vedettes vivían en el hotel, y se quedaban por largas temporadas en que trabajaban en el espectáculo de noche, mientras que por el día deambulaban como preciosos fantasmas por las habitaciones del hotel… el olor a dulce, a martini seco, humo de cigarillo, a desvelo, a viajera, y a amorío sobre la calle de los placeres dulce.

La aprendiz de vedette se despojaba de las ropas en los cabarets, dominando el arte de la seducción, atrayendo a todos los que la veían bailar, destilaba erotismo, e incluso uno de sus visitantes (un herrero de oficio, quien iba a verla bailar algunas noches y dormía con ella), recuerda una de sus peticiones efusivas como las que le hiciera Napoleón a su querida Josefina: «Que por favor cuando fuera a visitarla, no se limpiara el sudor del cuerpo que había hecho durante el día», este por supuesto lo hizo emocionado, y después corrió a contárselo a todos sus amigos.

Y aunque no eran los mejores tiempos de los cabarets, en breve llegarían las Argentinas a poner de moda y darle un estatus al  espectáculo nocturno, también el cine de ficheras requerirá del profesionalismo de muchas vedettes. Pero antes de que esto suceda, la vedette de la calle de los dulces, cambiará su nombre artístico para usar uno que recordará la gente, haciéndole honor al bohemio y dueño del hotel, quien le aconsejaría: «Ponte mi apellido, ‘Chain’, y verás que la vas a hacer!.»

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