Amira George

Cuando uno va creciendo siempre hay cosas que nos marcan, y en algunas definen los gustos que tendremos el resto de nuestras vidas.

Recuerdo perfectamente esa noche de mi pubertad cuando vi por primera vez Dr. Strangelove, ese clásico de Stanley Kubrick. No recuerdo nada que me haya generado esa sensación que me provocó la película con esa última escena en la que la humanidad se va a la chingada por una serie de explosiones en cadena de bombas nucleares, mientras de fondo se escuchaba a Vera Lynn cantar “We’ll meet again, don’t know where, don’t know when, but I know we’ll meet again some sunny day”.

Una combinación de vacío, de desesperanza, de ya valimos madres. Un coctel depresivo al que sigo siendo adicta hasta la fecha. Toda historia en que la raza humana se topa con escenarios apocalípticos me engancha al minuto, tal vez por eso soy tan clavada con las narraciones de zombies.

Con este antecedente inicio lo que será el primer mes temático de esta columna. En esta ocasión dedicaré las siguientes entregas a esas series que hasta cierto punto me han regresado ese feeling de Dr.Strangelove, aunque claro, nadie llegará a esa primera vez.

Para empezar la entrega tengo que hablar de una de mis series favoritas, y por consecuencia, una serie que fue censurada y cancelada no una, sino dos veces.

La trama de Jericho es relativamente sencilla. Un día cualquiera en la vida de Estados Unidos se lleva a cabo un atentado en el cual se detonan 23 bombas nucleares en algunas de las ciudades más importantes del país. En el centro de todo queda un pequeño pueblo Kansas llamado Jericho.

En este lugar los pobladores tienen que aprender a sobrellevar la situación a como puedan, porque las explosiones quemaron todos los circuitos eletrónicos, dejándolos sin televisión, sin radio, sin internet, sin teléfono.

El personaje principal es Jake, la oveja negra de una de las familias más importantes del pueblo que por azares del destino se encuentra de regreso el día de las explosiones y se queda atrapado en Jericho, y se vuelve uno de los pilares para empezar la reconstrucción y mantener el pueblo en pie.

Desde cuestiones tan básicas como el alimento, medicinas y hasta la posible lluvia tóxica después de un ataque de esta magnitud, hasta una verdadera guerra con el pueblo vecino por los recursos para sobrevivir son algunos de los aspectos que le dan el sabor y desesperación a esta serie, suficientes para recordarme esos hongos nucleares de Kubrick -incluso, una de las escenas más impactantes del primer capítulo es un niño parado en el techo de su casa observando la explosión de una de las bombas a lo lejos-.

Mientras la serie va avanzando se explica mucho acerca del ataque terrorista, el objetivo de este plan que más allá que generar terror busca concentrar el control de todo un país. No diré más, no quiero spoilear.

La trama tocó muchas fibras sensibles cuando salió en 2006, no sólo por referirse a ataques terroristas a pocos años del 11 de Septiembre, sino por meterse en temas políticos y resaltar la decadencia en la que ha caído el vecino país del norte.

La cadena CBS cedió a las presiones y después de una temporada la serie fue cancelada. Sin embargo el programa creó una base tan sólida de seguidores, quienes emprendieron una campaña de respaldo a la misma al grado que la empresa aceptó producir una segunda temporada.

Pero la segunda temporada fue más crítica, más dura y por ende más breve. A los pocos capítulos se anunció que ya no se seguiría transmitiendo, pero para no dejar a los fans tan a la deriva se filmó un final el cual narrativamente es un poco forzado, pero con el contexto detrás de todo uno entiende, acepta y agradece.

Han pasado cinco años desde su cancelación, y los fans seguimos en pie. Rumores de una continuación cinematográfica son constantes, así como la opción de que Netflix en su enorme sabiduría rescate esta historia como ya hizo con Arrested Development.