Lado B
El sueño que devoró La Bestia
Una reconstrucción del descarrilamiento del tren que carga en su lomo las esperanzas de los migrantes
Por Lado B @ladobemx
30 de agosto, 2013
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La Bestia es y será la pesadilla de los emigrantes centroamericanos en su estancia por suelo mexicano. Recientemente el tren descarriló y murió una decena de hondureños en el municipio de Huimanguillo en Tabasco. Con datos recabados por Águila o Sol, y de otras agencias y diarios, se reconstruyó esta historia.

 

Kristian Antonio Cerino*

@KristianCerino

A oscuras el tren salió del riel. Los vagones volcaron en menos de diez segundos y de pronto se oyeron gritos que sepultaron el rechinar de los fierros. Iba repleto

Sobre el techo iban hombres y mujeres que dormían agarrados, agazapados. Venían de Honduras cuando el tren descarriló en un campo llamado la tembladera. Lo sabrían después.

En la tembladera habrían de tiritar de pánico cuando los sobrevivientes se pusieron en pie y sin lámparas buscaron entre la penumbra las voces de los que gritaban y pedían ser atendidos. Giovanni Alvarado buscó sin éxito.

Todo fue de repente

La locomotora mantuvo el equilibrio. No así los furgones que voltearon y aplastaron a los centroamericanos y a sus sueños. En las agencias de noticias dirían que los muertos eran cinco o seis. Pero días después, los portavoces del gobierno habrían de informar que entre los vagones hallaron unos once cadáveres.

A la hora en que el tren patinó en Tabasco, varios volaron y cayeron entre la tierra y los pastizales. Comieron monte y miedo.

—A una señora se le quebraron las manos —le dijo Milton Alexis Umaña a Carlos Marí, periodista del diario Reforma. Se lo expresó al amanecer cuando ya en las ambulancias se habían llevado a los heridos, a los amputados de algo.

Sin una linterna, y alumbrados sólo por la luna, puso su rostro sobre otros rostros de compatriotas que lloraban por lo pesado de los furgones y del material ferroso que se transportaba. Vio a los atascados, a los aplastados, a los que perdían el último aliento.

Las cosas que le habían caido era muy pesadas

Por esta razón, nadie pudo hacer nada por nadie. El pesaje quitó extremidades y arrancó de tajo la vida de los peregrinos que de noche pasaron por Tabasco. Ya había quedado atrás Francisco Rueda, Huimanguillo, cuando se presentó la desgracia. La mala hora, hubiera escrito Gabriel García Márquez.

Las ruedas del tren salieron de la vía para regar los cuerpos en la colindancia entre Tabasco y Veracruz.

Yo vi cuatro muertos. Y mucha sangre.

Así, en una mezcla de grito, de gimoteos, de filtración de sangre, algunos ya no salieron del pedazo de tierra en donde los arrojó el tren. Ya no asomaron sus cabezas por el puritito miedo o por el pasmo en que quedaron a verse vivos.

—No había foco —dijo Denis Rolando Martínez. Y la raza le necesitó.

Los sobrevivientes contaron que la mayoría de los que murieron fueron vencidos, antes de los pesados furgones, por el sueño, que los ojos se les iban cerrando como semáforos, que pese al viento, muchos no supieron de los segundos previos a la muerte porque esta muerte fue repentina. R-E-P-E-N-T-I-N-A.

Como el descarrilamiento de La Bestia (llamado así el tren que circula por el sur de México) ocurrió en las primeras horas del domingo 25 de agosto de 2013, la prensa digital publicó la noticia al amanecer: muertos y heridos al descarrilarse La Bestia.

Descarrila La Bestia, tituló el diario El Universal.

Van seis muertos por descarrilamiento de La Bestia, cabeceó El Excélsior en su página de internet.

Si algún lector escribe La Bestia en Google encontrará el por qué le bautizaron así a esta máquina a la que también llaman El tren de la muerte o El devoramigrantes. Pero el domingo 25 de agosto La Bestia se había detenido en la Tembladera, la comunidad rural del municipio de Huimanguillo en Tabasco.

En el documental La Bestia se reitera que el único requisito para viajar en ella es no dormirse: No te duermas, sobre todo, no te duermas.

La Bestia ya había descarrilado en México en meses anteriores por el reblandecimiento del sueño. Esta vez se planteó como hipótesis inicial el robo de las vías férreas. Es decir, el tren avanzó a su gran velocidad y el maquinista confió en que el camino era el mismo de siempre, el de ayer.

El diario Milenio publicó en su portada, 2 días después del accidente: La bestia descarriló por saqueo en vías.

Otras agencias de noticias destacaron los nombres de los salvadoreños que murieron atrapados por los vagones y lo pesado de las ruedas de la máquina. Para algunos editores lo más importante fue el número de fallecidos; para algunos redactores, los primeros nombres: Rubén Gómez Aguilar, Gerardo Antonio Sandoval, José Manuel Guerrero Sabillán, Darlin Adirel Valle  Banegas y Rufino Aguilar Ferrera. Todos jóvenes. Todos salvadoreños. Todos centroamericanos. Todos  truncados. Todos repatriados

¿Por qué el centroamericano, el indocumentado, el sin papeles, viaja en tren en la búsqueda de un sueño  y por qué retorna a su país en avión que en su condición de vivo no usaría o no le dejarían subirse?  Se preguntó un escritor en redes sociales.

Entre los furgones aparecieron más cuerpos. Ya habían llegado los primeros a San Pedro Sula, en Honduras, cuando la prensa había reportado el hallazgo de otros cuerpos entre los ocho furgones que fueron levantados con grúas que pesan unas cien toneladas.

Algunos analistas dijeron que la tragedia pudo “ser peor”. En un principio se estimaba unos 50 muertos, de los más de 250 que iban acostados sobre el techo de La Bestia. La estimación se hizo sólo para agigantar la noticia.

¿Se puede dormir o recostarse en la cabeza o en el cuerpo de una bestia?

La mañana del domingo 25,  en ambulancias transportaron una decena de heridos a hospitales de La Choapas, Veracruz. Hubo la necesidad de que los paramédicos ingresaran a esta zona en lanchas.

En tanto, los otros,  los muertos,  los mojados, los que regresaron a Honduras en un avión de la Policía Federal y  en ataúdes grises, retornaron con sus familias que en vez de cuerpos esperaban remesas que enviarían en cuanto consiguieran trabajo en Estados Unidos. 

Pero se fueron incompletos, contaría una periodista de Tabasco. Ya no se llevaron los zapatos y los pedazos de ropa que dejaron sobre las vías del tren en la Tembladera.

Ni supieron que se hablaría de ellos, por vez primera, en agencias como AP y en periódicos estadunidenses como The New York Times, a través de la nota enviada por el periodista Antonio Villegas: At Least 5 Die as Train Derails in México, al menos 5 murieron a descarrilarse el tren en México.

En un comunicado, el gobierno de Tabasco no descartó el supuesto reblandecimiento del terreno por la zona pantanosa.

Debemos esperar a que técnicamente resuelvan, después del perito, qué pasó, declaró César Raúl Ojeda, el secretario del gobierno de Tabasco.

Por lo pronto, la única certeza entre los centroamericanos, tan pronto el tren reanude la marcha, es volver a fijar la mirada en la meta imaginaria: los yunais esteis.

Vamos a seguir confiando en Dios.

Hay que lograr el objetivo por nuestras familias

Oscar Madrid, emigrante y sobreviviente del accidente, lo dice de otra manera,  lo dice hoy que sólo por estos días no se trepará al tren, a La Bestia, al diablo:

—Seguiré en camiónLado B. Periodismo 3.0

Nota del editor: para reconstruir esta historia se retomaron datos de comunicados, boletines, notas informativas de los diarios Milenio, Excélsior, El Universal, Tabasco Hoy, Presente, agencia AP y principalmente de una videogalería que publicó el diario Reforma a través de su corresponsal Carlos Marí. A su vez, Águila o Sol, periodismo subjetivo, también agregó datos para esta narrativa que Kristian Antonio Cerino y Víctor Ulín, recabaron para la ambientación de la crónica.

El texto fue publicado originalmente en el portal tabasqueño Aguila o Sol.

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Autor Lado B
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