Lado B
#Noesfácilserhombre
Por Lado B @ladobemx
26 de julio, 2013
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Liz Ruiz 

¡Amiguito! ¡Amiguita! ¿Se ha preguntado alguna vez si de verdad es fácil ser hombre? ¿Será que los medios de comunicación nos mienten y manipulan descaradamente? ¿Es ese joven inmaduro, sonriente y trivial a más no poder que funge como modelo de masculinidad, congruente con la realidad mexicana? ¡He aquí el hilo negro de las masculinidades! (Bueno, ya, mis sarcasmos a un lado). Esta vez continuaré con un tema que abordé hace un mes y que, como es evidente, fue respecto a la campaña de Tecate y todas las implicaciones y repercusiones que tuvo esa desdeñable campaña, (sí, desdeñable, ni modo, a mí me pareció una vergüenza para la humanidad), en la manera en la que vivimos el día a día. Para esto decidí hacer una micro encuesta con algunos hombres heterosexuales que me encontré a mi alrededor (solo heterosexuales porque los hombres bisexuales y homosexuales enfrentan otros retos y tienen otras necesidades sociales, además de que es obvio que la campaña de Tecate estaba dirigida exclusivamente al hombre megagigasupermacho mexicano, que por supuesto es superhiperarchirequeterecontra heterosexual).

La pregunta era simple como el agua: “¿Qué crees que es en tu experiencia lo más difícil de ser hombre? (No tomes en cuenta hechos biológicos, solo psicológicos, sociales, emocionales).” Solo uno me respondió que ser hombre no tiene ninguna dificultad. Dos me respondieron que lo difícil no es ser hombre, sino ser persona (aunque la verdad después de unos minutos de quejarse ya se contradicen). Ahí les van las respuestas textuales (casi):

“Es de putos rajar”

L: “Ok, nosotros también vivimos viendo hacia arriba roles de género y modelos perfectos. Nos toca además, mantenernos callados por ser hombres y no poder quejarnos, y además de tener imágenes perfectas necesitamos representar modelos de comportamiento perfectos para ustedes y la mayoría de las veces ni eso asegura nada. Ahora, también tenemos hormonas. Sí, Liz, estamos jodidos también. Creo que esto no se trata de liberación femenina sino de reivindicación de la persona. Neta ponte a pensar en todo eso pero además, considera que si un hombre se queja entonces es un mariquita. Es fácil decir «como hombre también sientes» lo cual normalmente uno ve como «como hombre, también puedes sentir como mujer», pero ¿qué tal cuando quieres sentir como hombre? ¿Qué tal cuando tu preocupación es venirte demasiado pronto o tenerla muy chica? Si hablas de penes, entonces todo está mal, todo es fuchi y todo es guácala (como si mi pene fuera guácala pero todo lo que tiene una mujer está repleto de rosas (chingá el cuerpo es cuerpo y es bello nomás por eso). Pero está cabrón vivir con esas preguntas y que nadie te pueda responder por que si se lo dices a un compa, no mames la carrilla que viene después. Ahora, como te digo, encima de todo, por ser hombre eres el malo históricamente porque casualmente naciste con pito.

La verdad, no, no es fácil ser hombre. Qué hay de todas las cosas que las mujeres dicen y hablan sin pensar un minuto en si el cabrón tiene algo ahí atorado que no te va a decir porque (me ha pasado) tú tienes que ser el fuerte porque eres el hombre, si ella hace drama y tú haces drama todo vale madre. Entonces ¿tú sé fuerte porque quiero hacer drama? ¡NO MAMES!  Son cosas que realmente nos duelen física y emocionalmente, cosas que nadie quiere decir porque pues es de putos rajar, esas cosas no se dicen pero ahí están.”

“Género y dinero van de la mano”

B: “Compaginar la exigencia social de ser proveedor, es decir, un hombre solvente, con mis intereses artísticos (más femeninos que masculinos, pues se relacionan con la sensibilidad), que no he sabido aún explotar económicamente, es difícil porque me genera dudas e incertidumbre vocacional y económica. En mis relaciones personales pues total: mi novia me dejó, entre otras causas, porque no la «procuraba» como quisiera por falta de dinero. Y conmigo mismo también, me genera inseguridad ir por la vida buscando trabajos y mostrando lo que hago y que a los contratantes o posibles clientes o patrones, no valoren mi trabajo y no me den trabajo o me lo paguen muy mal. Pero en realidad la tenemos mucho más fácil que las mujeres, porque de por sí es complicado insertarse en la vida social/laboral de modo digno, sin arrastrarse o sin mendigar o deber favores, en el caso de las mujeres es doblemente difícil, porque cargan con el estigma de ser menos aptas, de ser objetos sexuales al servicio del mejor postor… y entonces, si quieren desarrollarse de modo digno, les van cerrando las puertas, o les piden las nalgas o las ningunean y menosprecian su trabajo. Lo veo porque tengo dos hermanas mayores mucho más inteligentes y chidas que muchísimos hombres y que viven y trabajan bajo órdenes de hombres mucho más incompetentes que ellas porque no se prestan a la simulación, o a las prácticas indignas que les exigen de vez en vez.”

“Violencia obligada”

C: “En mis relaciones me enfrento con la dificultad de amar sin poseer, en mi experiencia se esperan ciertas cosas de un hombre, pero en nuestra cultura en particular he tenido la sensación de que muchas mujeres quieren ser sometidas y si no lo haces eres un pendejo. Tengo claro que el amor en sí es libre, pero si no la celas o le impones límites es como si no te importara, y a la larga no es posible la relación porque terminan cada uno por su lado. Entonces ¿cómo amar sin poseer, tener una relación sin tener que matar o morir?

Me refiero a eso de que si no la celas es como si te valiera madre, y está también el asunto de que socialmente te ven feo si dejas que tu novia ande por ahí con cualquiera.”

“Mandilón: inutilidad obligatoria”

J: “Yo considero que uno de los problemas más grandes de ser hombre, (al menos para mí) es que en una relación tú llevas la carga económica. La mujer trabaja, sí, pero para sus cosas, dice: “gané tanto, voy a comprarme zapatos o pantalones rosa, pero un tono una milésima más fuerte que el que ya tengo. Otro problema es la carga social de que no puedes ser un ejemplo de hombre que ayuda a la pareja en todos los quehaceres domésticos, sin que seas tachado de mandilón, que seas la burla de amigos y extraños por el hecho de querer limpia tu casa y no esperar a que lo haga tu mujer, de querer comer tal o cual cosa sin esperar a que te lo preparen.”

“El mundo de la masculinidad ambigua”

G: “Yo no recuerdo en qué momento me gané el título de ser hombre pero ahora lo soy. Y por ende no sé cuándo lo pueda perder. Son cánones vagos, a veces soy hombre por tener 20 viejas, a veces por tener una y mantenerla, a veces por defender mis derechos o puedo ser un ridículo al hacerlo. El único que no se dio ese título soy yo. Y el que no sabe para qué lo quiero soy yo. Es un infierno de paradigmas, no hay ninguno que sea el correcto. La respuesta para el sistema parece ser mantenerse callado, estático, controlable.”

“Princesos”

R: “Es como lo de los princesos. Así como eres de delicada yo también. Hay desigualdad porque yo tengo que cuidarla a ella y a mí me gustaría recibir y ser cuidado también. La pareja es un trabajo de equipo y lo del género me molesta porque te aleja de la igualdad. Cuesta trabajo ser el que siempre tiene la razón porque no quiero imponer, no me gusta, y tengo que ser la parte fuerte emocionalmente porque siento un peso y tengo que cargar con mis problemas y los de alguien más.”

“No soy una piedra”

V: “Un problema es que tienes que ser tú el que tiene la iniciativa para ligar. Si los 2 nos gustamos ¿por qué tengo que hacerlo yo? Como que las chavas lo esperan. Siento enojo porque si son tan independientes ¿por qué no se ligan ellas a un hombre? El hombre tiene que hacer todo, tenemos que mantener, invitar, no es equitativo. Si no tengo dinero, que ella invite. Aparte te tengo que comprender tus cambios de humor porque nosotros también los tenemos pero tú también compréndeme a mí porque ni siquiera lo dicen. Con este tema siento frustración. Otro problema es lo de no llorar, eso está mal porque todos lloramos es simplemente un sentimiento, o lo de pegas como niñas, el color rosa… te reprimes, simplemente. Yo aunque esté solo y veo una película que siento culero, me aguanto, pero me da una esperanza porque sé que todavía soy humano y puedo sentir el dolor ajeno, no soy una piedra.

Un hombre necesita a huevo excitarse y que se le pare y una vieja puede coger sin impedimento. Es una cognición el decir que entre más dura cogiendo es más hombre. Yo también quiero entregarme en una cogida.

Pero sí es más difícil ser mujer porque aguantan más presión, como el acoso sexual, también son más pacientes, analíticas, discretas.”

***

Después de todo este cúmulo de valiosísima información he podido concluir varias cosas: Considero que la masculinidad tradicional, “la del macho”, persiste, pero se ha ido sofisticando y se hace más sutil e invisible. Sin embargo, es curioso que tanto hombres como mujeres nos seguimos asumiendo como tales de acuerdo a los mismos cánones antiguos y continuamos oprimidos y oprimidas en los clásicos roles de género tan rígidos. Digamos que vivimos lo mismo que Pepe “El Toro” y “La Chorreada”, solo que ahora entre tecnología de punta y transgénicos. Hemos evolucionado solo en nuestro hacer, como unos primitivos homo faber, pero no hemos evolucionado la consciencia, ni la libertad. Esta masculinidad hegemónica coexiste, hombro con hombro, con un lento y esperanzador despertar de la libertad. La primera pauta para la reivindicación de los hombres la están haciendo ahorita y es aquella que las mujeres iniciaron desde la Revolución Francesa (y en épocas aún más antiguas): cuestionar su propio rol de género, su propia identidad genérica y su propia existencia como mujeres insertas en una sociedad tan limitante.

Algunos hombres están desarrollando claridad respecto a su condición; los privilegios que la sociedad les otorga en su lugar de poder tienen consecuencias en su desarrollo humano.

La verdad es que realizar esta encuesta me ha dado muchísimo gusto. Me alegra ver que algunos hombres puedan reconocer la presión social que viven en su vida erótica, en la influencia que tiene el capitalismo en su identidad, me gusta ver cómo analizan la construcción de sus cuerpos a partir de los modelos impuestos de masculinidad y que además de todo, reconozcan que les ha sido negada otra esfera angular de su existencia humana: su vida emocional, y el derecho que tienen de vivenciarla con plenitud y libertad. Reconocen el silencio obligado. Reconocen la violencia como un elemento irrenunciable de su hombría. Reconocen lo que sienten y lo que no pueden hacer. También siento esperanza y solidaridad con aquellas manifestaciones de empatía que expresan al reconocer la dificultad de ser mujer en esta sociedad, que sabemos tanto hombres como mujeres que existe una injusta situación de desigualdad de poder, de oportunidades. Que ambas partes vivimos encerradas en nuestra jaula de obsoletos guiones de vida. Vacuos. Inservibles. Confusos. Crueles.

Estas son las conclusiones que yo pensé después de leer estas opiniones y redactar este artículo. Está de más decir que usted puede concluir lo que su sinapsis quiera.

Sigamos en el camino de transformarnos a nosotros y nosotras mismas y de transformar nuestro entorno. Existen numerosos grupos que trabajamos esa reivindicación de género que tanto se necesita.

Agradezco profundamente a todos los hombres que colaboraron conmigo para la realización de este artículo y cuyas respuestas me trajeron esperanza, felicidad y la consciencia de que tengo a los hombres adecuados a mi alrededor y que me dedico a lo mejor que me puedo dedicar.

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