Lado B
El reto de ser humanos y la tarea de la educación
Podemos ser humanos hoy y fracasar mañana, pudimos ser humanos en el pasado y estar fracasando hoy como parecen indicarlo muchos de los síntomas de la sociedad de la crisis global en que nos ha tocado vivir. Porque ser hombre, ser humano, es algo que si llegamos a serlo es sólo precariamente, es un reto continuo y inacabable.
Por Lado B @ladobemx
05 de junio, 2013
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Martín López Calva*

@M_Lopezcalva

1.-El reto y el fracaso

“Podemos ser hombres hoy y fracasar mañana.

Ser hombre es algo que, si lo realizamos,

lo realizamos sólo precariamente.

 Es un continuo reto.”

Lonergan.

Podemos ser humanos hoy y fracasar mañana, pudimos ser humanos en el pasado y estar fracasando hoy como parecen indicarlo muchos de los síntomas de la sociedad de la crisis global en que nos ha tocado vivir.  Porque ser hombre, ser humano, es algo que si llegamos a serlo es sólo precariamente, es un reto continuo y inacabable.

La desmoralización de nuestra sociedad contemporánea, el desánimo –la falta de ánima, de alma- de nuestro México actual nos indican que tal vez hemos llegado como sociedad y como especie a nuestro nivel de incompetencia. Lo que hacíamos hasta ayer para ser humanos y para vivir humanamente ya no funciona hoy y por eso sentimos que estamos fallando y que no estamos viviendo una vida realmente humana.

En efecto, la especie humana es la única que no se conforma con sobrevivir sino que aspira a vivir, desea una vida digna, con calidad, crecimiento, realización, felicidad. Pero hoy en día constatamos que existen millones de personas en el mundo que no pueden aspirar a vivir sino que luchan día a día, de manera desesperada y desesperanzada por sobrevivir.

Al mismo tiempo, en los países que llamamos desarrollados o civilizados crece cada día el número de personas que en aras de una supuesta conciencia ecológica y de una lucha contra el “especismo” o simplemente por moda o esnobismo se muestran más preocupados por “no comer animales” que por el hambre en la que están atrapados millones de personas, por acabar con la tortura hacia los animales que por luchar contra la violencia cada vez más cruel y despiadada que somete al sufrimiento y a la muerte a muchos miles de nuestros semejantes.

Pudimos ser humanos en otro tiempo y fracasar hoy en ese intento. Porque no estamos enfrentando el reto de construir humanidad y en esa renuncia estamos también de muchas maneras perdiendo la batalla por construir nuestra propia humanidad. Puesto que en la negligencia o en la indiferencia hacia la deshumanización colectiva está implicado un proceso de deshumanización personal que nos corroe muchas veces sin darnos cuenta.

2.-La humanidad y nosotros

El yo trascendental de los idealistas

 no es masculino ni femenino,

griego ni bárbaro, judío ni gentil,

esclavo ni libre. No sufre ni muere.

 Pero nosotros sí.”

Lonergan.

A pesar de que somos, como indica Morin al mismo tiempo “individuo-sociedad-especie” y que llevamos en nuestra persona, como en un holograma, a toda la sociedad en que vivimos y a la humanidad entera, nos pasa que escuchamos decir que la humanidad está en peligro, que los seres humanos están deshumanizados, que la vida humana corre el riesgo de autodestruirse y al escucharlo creemos que se trata de algo lejano, abstracto, ajeno a nosotros.

Cuando escuchamos de las tragedias, de la pobreza, el hambre, la violencia que envuelve al mundo e incluso al país o a nuestra propia ciudad, pensamos normalmente que eso le pasa a otros, a seres sin rostro ni nombre, a personas abstractas.

Si aparecen en los medios los filósofos o intelectuales diciendo que los humanos estamos en crisis, tal vez creemos que se trata del “yo trascendental de los idealistas”, de ese ser que no es ni masculino ni femenino, ni griego ni bárbaro, ni extranjero ni mexicano, ni judío ni gentil, ni católico ni ateo, de un yo que no sufre ni muere.

Sin embargo, sería urgente caer en la cuenta de que cuando se dice que la humanidad está fracasando en el desafío de humanizarse, es decir, de hacerse a sí misma, de salvarse del desastre a través de su realización, se está hablando de nosotros, de nosotros que sí somos hombres o mujeres, mexicanos o extranjeros, creyentes o no creyentes, de nosotros que sí sufrimos y morimos, de nosotros que aspiramos a vivir para vivir.

3.-El desarrollo y la educación

“…el ser humano se desarrolla. Como quiera que uno

 sea en el momento presente, no siempre ha sido así y,

 en términos generales, no tiene porque continuar siendo así”.

Lonergan.

Al caer en la cuenta de que el fracaso es nuestro, podríamos también caer en la cuenta de que ese fracaso puede revertirse, de que podemos ser humanos mañana aunque estemos mayoritariamente fracasando hoy, de que como quiera que seamos en el momento presente, no siempre hemos sido así y no tenemos necesariamente que continuar siendo así.

Porque precisamente porque ser humano es un continuo reto es posible el cambio, la reorientación de nuestro caminar individual y colectivo, el enfrentamiento del reto de ser humanos, aunque sea precariamente, pero siempre en la posibilidad de avanzar, de serlo un poco menos precariamente.

Porque como decía Ortega y Gasset, el ser humano no tiene naturaleza sino historia, o dicho de otro modo, tiene una naturaleza histórica y cambiante, una naturaleza que tiene que construirse, realizarse, hacerse. Porque como afirma Lonergan en la cita previa, el ser humano se desarrolla y por eso es un ser educando –no educable- y para eso existe la educación.

Como bien dice Savater: la educación es la antifatalidad, es el medio por el que los seres humanos tratan de poner las condiciones para que el pobre no siga siendo necesariamente pobre, el excluido no siga siendo excluido, el oprimido no siga siendo oprimido y el opresor no siga oprimiendo al otro.

Pero la educación puede no ser ese medio para luchar contra el destino predeterminado y para revertir el fracaso como seres humanos y como humanidad. La educación puede también –y desgraciadamente lo ha sido más históricamente- un medio para preservar el statu quo, para reproducir la sociedad deshumanizante, para impedirnos el desarrollo.

Aquí esta la batalla crítica que debemos librar los educadores formales e informales –maestros, padres de familia, medios de comunicación, etc.-: la lucha por promover el desarrollo humano de las nuevas generaciones, por hacer conciencia en los niños y jóvenes de que como sean en el momento presente y como sean sus circunstancias, no tienen por qué seguir siendo así, pueden cambiar sus condiciones a partir del desarrollo de sus potencialidades humanas.

En esta tensión dialéctica está el reto de las instituciones educativas y del sistema educativo en general: se trata de construir estructuras organizacionales, normativas y operativas que hagan que la escuela y la universidad sean instituciones promotoras de antifatalidad y no cómplices de un sistema que busca regenerarse por todos los medios.

¿Educación para el desarrollo o educación para la reproducción social? Este es el dilema que hay que enfrentar hoy con mucha inteligencia y destreza porque no resulta fácil oponerse a un sistema que exige preparar gente para desempeñar un trabajo eficientemente sin importar el valor fundamental que implica el deseo intrínseco en los seres humanos de vivir para vivir.

Porque como afirma Lonergan: “La gente dirá que trabaja porque tiene que vivir; pero es obvio que trabaja con tanto afán porque debe lograr que su vida sea digna”.

 

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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