Lado B
Anular también es votar
Algo no anda bien cuando las opciones a elegir carecen de atributos suficientes para preferir una u otra. Más grave, no obstante, es tomar una decisión desde la orilla
Por Roberto Alonso @rialonso
19 de junio, 2013
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Roberto Alonso*

@rialonso

[dropcap]A[/dropcap]lgo no anda bien cuando las opciones a elegir carecen de atributos suficientes para preferir una u otra. Más grave, no obstante, es tomar una decisión desde la orilla, forzado a seleccionar la opción menos mala o votar por “el menos peor”, como tanto se repite en las conversaciones cotidianas cada tiempo de elecciones. Votar por el candidato con menos negativos equivale a la compra de un producto de mala calidad a sabiendas de que no tendrá la utilidad que se espera de él.

Mejor aún y con una metáfora de Juan Pablo Proal, cuando la disyuntiva electoral se reduce a escoger al candidato que “ha robado menos”, según se escucha en intercambios informales sin mayor evidencia pero con una alta dosis de sospecha, se obliga a la sociedad “a elegir un platillo de un menú donde todo está echado a perder.”

Sobresale, entonces, la posibilidad de anular el voto como una acción ciudadana que expresa rechazo, hartazgo e indignación. Un voto nulo, deliberadamente nulo, simboliza malestar e inconformidad con las opciones políticas a discriminar y con la clase política, en su conjunto, en tanto origen de la oferta de candidatos postulados por las fuerzas partidistas en disputa.

Siguiendo la metáfora, no falta quien considera que anular el voto es asumir que no hay otro menú ni forma de exigirlo, así como aceptar quedarse sin comer. En lo primero no hay duda. En efecto, un voto anulado a conciencia supone reconocer que no hubo un menú de calidad, digno de ser consumido. En lo segundo hay divergencias pues más allá de la propia exigencia que representa una boleta anulada en términos de que la voluntad reflejada pueda tener alguna consecuencia, la construcción de la democracia no se reduce a la jornada electoral.

No faltan, tampoco, quienes limitan su participación política al día de las elecciones, asistiendo a las urnas a manifestar su convicción y desentendiéndose de la vida colectiva a los pocos días. Sin embargo, no son pocos los ciudadanos que muestran cada vez más atención en los asuntos públicos y mantienen una participación activa en función de sus áreas de interés y su preparación. Si el ejercicio democrático se sujetara a votar cada que lo recuerda el instituto electoral local o federal, la sociedad se despojaría de una dimensión política que tiene vertientes diversas, entre ellas la vigilancia, el seguimiento, el control y la evaluación de las autoridades.

A un voto nulo premeditado, por tanto, debe seguir una agenda ciudadana con exigencias puntuales, una articulación de demandas que pueda incidir en la transformación de la realidad política que produce y reproduce escenarios de decisión que no generan incentivos. ¿O qué incentivo existe en Puebla para el votante crítico que aún no define su voto entre los candidatos a la alcaldía de la capital? ¿Qué incentivo tiene quien desea castigar o premiar a un personaje o a un grupo político por lo que representa?

Si algo sucedió en 2010 fue que buena parte de la sociedad poblana castigó a Mario Marín, independientemente de la confianza que provocó o no Rafael Moreno Valle. Y es sabido -en los circuitos informados- que lejos de ser desterradas, las malas prácticas del sexenio anterior persisten en el actual. ¿A quién premiar entonces? ¿Tiene utilidad un voto de castigo si se premia lo que se había castigado apenas tres años atrás?

Anular el voto es una opción y es una forma de votar. Anular el voto no es lo mismo que abstenerse pues implica desplazarse a la casilla correspondiente y plasmar la insatisfacción frente a la oferta de partidos políticos que parecen empeñados en engañar a los electores -cuando no insultarlos- con candidatos inaceptables. Anular el voto es una protesta pacífica contra la falta de sentido de representatividad y la falta de credibilidad en la clase política vigente.

¿O alguien identifica una razón confiable para inclinarse por uno de los candidatos que buscan la presidencia municipal de Puebla?

“La anulación -en palabras de Denise Dresser– no busca acabar con la democracia sino aumentar su calidad y su representatividad.” Una opción para anular el voto es votar por el candigato Morris, cuya naturaleza felina propicia más confianza que la que inspiran varios candidatos.

* @rialonso es secretario del Capítulo Puebla de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI). Tiene estudios en Comunicación, Derecho de la Información y Políticas Públicas.

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Autor Lado B
Roberto Alonso
Coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana Puebla y del Observatorio de Participación Social y Calidad Democrática.
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