Lado B
Me enamoré de un gay
La historia de mi trágico crush con el maestro de Química
Por Lado B @ladobemx
03 de mayo, 2013
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Mely Arellano

@melyarel

Casi toda mi vida fui ñoña. Siempre me gustó ir a la escuela, aprender. Casi siempre fui buena estudiante. Y digo casi porque en la secundaria –particular y católica- reprobé conducta más de una vez, aunque me iba bien en matemáticas y español. Ambos maestros me gustaban. Uno era bajito y moreno. Otro alto, blanco y de voz grave. Luego, entre mis reprobadas y el negro historial de mi hermano mayor, me negaron la inscripción para la prepa.

Así que me fui a la Emiliano Zapata, donde pasé dos gloriosos años de caguamas en bolsa, novios que no me convenían y días interminables volándome clases, hasta que mi papá decidió cambiarme a una prepa patito, que acogía a los “corridos” del Oriente, del Cenhch. De donde fuera, en realidad.

Ahí cursé el resto de la prepa, con amigos que si bien ya casi no veo, entraño. Y ahí, también, me enamoré de un gay.

No recuerdo cuál fue mi primera impresión de él, pero al final me rompió el corazón. Obvio.

CorazonQuimicaEra mi maestro de química. Alto, robusto –no gordo-, moreno, siempre bien peinado y perfumado. Estricto e inteligente. Creo que por eso me gustaba, por inteligente. Química se volvió mi materia favorita, no me perdía una clase.

Por esos días supe de Gabriel García Márquez y en los recesos prefería quedarme en el salón a leer Cien Años de Soledad, que salir al patio. Él era mi Arcadio y yo era su Úrsula. Así me traía.

Enredada en el drama de Macondo, sabía que “nuestro amor era imposible”, pero más bien por la chava altota de 3º que también le echaba el ojo y me veía feo en las escaleras. Era una escuela pequeña y yo juraba que todas las personas lo sabían, ahora creo que quizás sólo lo sabíamos mi amiga Sara, la altota de 3º y yo.

El caso es que yo de todos modos le coqueteaba tanto como podía. Y en su clase, por supuesto, me súper aplicaba. Es más, mis calificaciones en la materia fueron tan buenas, que mi papá me convenció de que eso era lo mío y terminando la prepa estudié un año de Ingeniería Química, antes de desertar y refugiarme en el Collhi (Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica).

Un día le pedí su número de teléfono con algún pretexto de alumna ñoña, y me lo dio. (En esos años no había celulares, así que era el número de ¡su casa!). Y entonces comencé a marcarle por las tardes, no todas, pero algunas, siempre que tuviera un buen pretexto para hablar con él.

Y así transcurrió mi preparatoria hasta que la terminé. Siempre pensando que la altota me golpearía por coqueta y que él también guardaba en su interior un deseo por mí apenas controlable.

Años más tarde, mi hermana entró a estudiar en la misma prepa. Ella que nunca fue ñoña, pronto se vio en la necesidad de pedirle a mi maestro que le diera clases particulares para no reprobar. De tanto que iba a su casa terminaron siendo amigos.

Un día, no recuerdo bien cómo ni por qué, nos encontramos por casualidad mi hermana, él y yo. Creo, aunque mi memoria no es de fiar, que fue en la Casa de la Cultura. La verdad es que aunque ya habían pasado algunos años, verlo de nuevo me causó nervios, así que más bien me quedé callada.

No sé qué cosa llevó a otra. Qué preguntó mi hermana o qué le comentó él, pero en algún momento la conversación derivó en antros gay y trasvestis. Así lo deduje.

Durante todo este tiempo, de hecho, creí que había estado enamorada de un o una trasvesti. Recordé que en una de esas llamadas telefónicas que le hacía bajo cualquier pretexto, me había recomendado que si antes de usar el barniz de uñas lo metía unos minutos al refri, se secaba más rápido. Cuando me lo dijo pensé que era conocimiento “de químico”, luego supuse que era experiencia “del ambiente”.

Nunca más lo volví a ver. Y apenas ayer, buscando rellenar huecos de esta historia, le confesé a mi hermana mi trágico crush con el maestro de Química. Me corrigió. Me dijo que no era travesti, sólo gay. Se río de mí y agregó que “además estaba re feo”. Y sí, pero bueno, hay cosas en las que el corazón ni se fija.

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