Lado B
Información, conocimiento y sabiduría: educar para la vida
Sociedad del conocimiento llaman hoy al mundo en que vivimos en esta globalización mediada por la tecnología, marcada por las llamadas tecnologías de información y comunicación (TIC) que han vuelto el acceso a la información un proceso al alcance de la mano de casi cualquier persona en cualquier lugar del planeta.
Por Lado B @ladobemx
29 de mayo, 2013
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“¿Dónde se halla la sabiduría que hemos perdido

con el conocimiento, dónde se halla el conocimiento

que hemos perdido con la información?”

T.S. Elliot

Martín López Calva*

@M_Lopezcalva

Sociedad del conocimiento llaman hoy al mundo en que vivimos en esta globalización mediada por la tecnología, marcada por las llamadas tecnologías de información y comunicación (TIC) que han vuelto el acceso a la información un proceso al alcance de la mano de casi cualquier persona en cualquier lugar del planeta.

Pero la sociedad del conocimiento es realmente una sociedad de la información. Lo que tenemos al alcance de un click en nuestra computadora, celular, tableta o plataforma electrónica es un gigantesco, inabarcable repositorio de información de muy diversos tipos, una avalancha de datos e ideas que tienen muy distintos estatutos de verdad, que van desde basura e inventos deliberadamente erróneos o distorsionados hasta productos académicos y científicos de alta calidad y solidez.

Ante esta avalancha de información, dice Bauman, resulta cada vez más difícil distinguir “el trigo de la paja” y por ello, en la sociedad de la información, un cambio fundamental en el rol del profesor y de cualquier educador formal o no formal –padre de familia, analista mediático, autor de artículos o libros, etc.- es el que implica el paso de transmisor de información a facilitador del desarrollo de habilidades de comprensión, análisis, síntesis, aplicación y distinción y clasificación de la información.

El docente es una “especie en peligro de extinción” si no se prepara a conciencia y con solidez para este cambio fundamental en la manera en que concibe y vive su práctica cotidiana.

De ahí que los programas de formación docente que se deriven de la reforma educativa en marcha no deberían plantearse desde la visión que ayuda al docente a pasar de transmisor de información impresa a transmisor de información electrónica y virtual mediante el simple aprendizaje del uso de las TIC, sino desde la perspectiva de este cambio de rol en la que se debe capacitar al docente para facilitar el desarrollo de procesos cognitivos complejos a partir de la información disponible en medios impresos o electrónicos.

El docente en la sociedad de la información pasará a ser un mediador entre la información y el estudiante, un mediador que facilite elementos para buscar información de calidad y para procesarla de manera inteligente y crítica, es decir, para discriminarla, clasificarla, analizarla, sintetizarla, buscar su aplicación en contextos diversos, relacionarla, etc.

¿Dónde se halla el conocimiento que hemos perdido en la información?

Pero el docente debe también contribuir a que esta sociedad de la información sea progresivamente una auténtica sociedad del conocimiento, es decir, debe convertirse también en un co-constructor de conocimiento a partir de la información que como hemos dicho es cada vez más profusa, pero también, como dicen los “clásicos”, más difusa y muchas veces más confusa.

Un buen docente en este cambio de época es aquél que además de trabajar en el análisis y aplicación de la información, promueve en los estudiantes la comprensión inteligente y el cuestionamiento crítico de los datos que se obtienen, discriminan, clasifican, aplican y relacionan.

De este modo, el docente del siglo XXI es un promotor de preguntas para la inteligencia (¿qué es? ¿Cómo es? ¿Para qué sirve? ¿Qué lo causa? ¿Por qué es así? Etc.) y de imágenes que faciliten la comprensión de las relaciones –la captación de la unidad- entre los datos obtenidos y a partir de esta comprensión, la concepcualización y formulación correcta en diversos lenguajes –matemático, químico, pictórico, musical, oral, escrito, corporal, etc.- de las ideas surgidas de este proceso intelectual.

Además de ello, el docente actual debe desarrollar la capacidad crítica de los educandos para que no se conformen con las ideas propias, de los compañeros, del mismo docente o de las fuentes consultadas sino que sea capaz de dejar fluir su deseo de conocer la realidad de esas ideas, la veracidad de los conceptos comprendidos, la verdad de lo entendido.

Para ello se tiene que trabajar en la generación de preguntas para la reflexión, preguntas críticas del tipo: ¿De veras es así? ¿Entendí bien? ¿Así como lo comprendí es correcto? ¿En realidad esto es como lo dijo el maestro o lo dice el libro o internet? Para responder a estas preguntas habrá que promover formas de buscar pruebas, generar evidencias, ponderar elementos a favor y en contra, etc. hasta llegar a la posibilidad de afirmar juicios verdaderos sobre lo que se está estudiando.

La educación del futuro es entonces una educación que trata de no perder conocimiento en la marea de información a partir de no centrarse en la transmisión, ni siquiera en el procesamiento de la información sino en su comprensión inteligente y su reflexión crítica.

¿Dónde se halla la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento?

Un grave problema de la educación es que en determinado momento de la historia perdió la conexión con la vida.

El impulso de la modernidad, que como afirma Camus: mató a Dios y puso a la razón en el lugar de Dios, implicó un proceso progresivo de racionalización del aprendizaje y de énfasis científico y técnico en el conocimiento que se aprende en la escuela. Este énfasis en la cientificidad de la enseñanza estuvo y sigue estando marcado por la desvinculación entre juicio de hecho y juicio de valor que plantea Morin, es decir, la desvinculación entre el conocimiento que se aprende y afirma y su aplicación e implicación en la vida humana. En la educación moderna la dimensión cognoscitiva está desvinculada de la dimensión ética.

Esta desvinculación ha hecho que se pierda mucha sabiduría en el conocimiento así como se pierde mucho conocimiento en la información.

Sabiduría tiene etimológicamente que ver con “sabor” y “saborear”, implica aprender a encontrar el sabor a la vida y a darle sabor a la vida a partir de la aplicación de lo que se va conociendo del mundo.

La sabiduría es finalmente, la conexión entre el juicio de hecho y el juicio de valor, es decir, el aprendizaje de las formas concretas en que todo el conocimiento que se aprende puede aplicarse a la vida humana en lo personal y en lo social.

En la escuela moderna, en las aulas modernas no se enseña para la sabiduría porque se supone una imposible neutralidad axiológica del conocimiento y se asume como un valor la enseñanza de contenidos “objetivos” en el sentido de carentes de carga valoral, “científicamente puros”, porque se parte de una falsa noción de objetividad y de una visión del conocimiento que como dice Morin, excluye al sujeto que conoce de su propio conocimiento.

Las consecuencias están a la vista: por el lado de los educandos se evidencia una actitud cada vez más negativa hacia la escuela y la universidad porque se les percibe como lejanas y totalmente desconectadas de la vida. Por otra parte, a nivel social, se puede constatar en la descomposición y fragmentación social que los estudiantes no aprenden a ser y a convivir en su paso por el sistema educativo.

Estas evidencias sobre las fallas de la escuela en cuanto a pertinencia humana y social y la constatación de que vivimos tiempos completamente distintos que requieren una educación para la vida deberían hacer que todos los educadores nos planteáramos a diario esta pregunta de Elliot y tratáramos de no perder conocimiento en la información y sobre todo de no perder sabiduría en el conocimiento.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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