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Lado B

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“Como hemos sido incomparables en el campo, lo seremos también fuera de él”, aseveró recientemente la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con el objetivo de intentar tranquilizar a la FIFA de que las obras para el Mundial de Futbol 2014 estarán acabadas a tiempo.

Sin embargo, restan cerca de 500 días para que dé inicio la justa deportiva del balompié más importante en el mundo, y la infraestructura que se había prometido para realizar el evento encuentra atrasos considerables. Por ejemplo, solo el 20% del nuevo plan de transporte está acabado y algunos estadios como el reformado Maracaná o el del Corinthians, presentan problemas, dio a conocer El País.

Sin embargo, Brasil también tiene a cuestas la realización de las Olimpiadas en 2016, y las promesas a los organizadores para este evento tampoco han sido cumplidas cabalmente.

Otro aspecto de mayor importancia en Brasil fue el dado en el informe «Megaeventos y violación de derechos humanos en Río de Janeiro», revelado por reveló el Comité Popular de la Copa y de las Olimpiadas, que aglutina a unas 50 agrupaciones, entre movimientos sociales, investigadores, organizaciones no gubernamentales y sindicatos

Dicho estudio reveló que los preparativos del Mundial y las Olimpiadas “ocultan la intervención autoritaria de los poderes públicos y la violación de los derechos humanos, en favor de grandes proyectos urbanísticos y de remodelación de estadios”.

Como ejemplo cerca de 30 mil familias debieron dejar sus hogares en el país, forzadas por el Estado, reveló el informe. Asimismo, dio a conocer que tan solo en Río de Janerio, donde se celebrarán los Juegos Olímpicos de 2016, ya fueron desalojadas de sus viviendas 3 mil  familias y otras 7 mil 800 están amenazadas de serlo.

El traslado forzoso de millares de personas y la privatización de espacios públicos son algunos de los aspectos oscuros de los proyectos deportivos en que Brasil está inmerso, critica el documento, presentado en esta ciudad la noche de este miércoles. Otro ejemplo de estas acciones del gobierno fueron el desalojo de la Aldea Maracaná, ocurrido en abril de este año.

«Era lo que más temíamos que aconteciese. Los beneficios y el legado social tan pregonados esconden, en verdad, un legado oculto: una sociedad elitista, segregada y desigual. Es triste observar eso», dijo al sociólogo y planificador urbano Orlando Alves dos Santos Jr, uno de los coordinadores del estudio.

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