Lado B
Siria: refugiados en la celda número 3
 
Por Lado B @ladobemx
24 de abril, 2013
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Mónica G. Prieto | Periodismo Humano

Apenas le queda espacio libre en las páginas de su manido cuaderno, pero la pequeña Assir se empeña en seguir escribiendo con el característico empecinamiento de sus diez años de edad. Al percatarse de la mirada de la periodista, su madre, Umm Mohammed, interrumpe su relato de huída, guerra y muerte para cambiar de conversación. “¿Has visto? Se pasa el día escribiendo. Al principio, como no teníamos papel, guardaba hasta las cajas de quesitos y las cajas de té para abrirlas y escribir en su interior”. La niña, ojos grandes y curiosos y larga melena recogida con una coleta, se revuelve en su asiento como si pretendiera volver a la invisibilidad. “Cuando llegaron, se pasó los dos primeros meses abrazada a su madre. Es la más retraida de los tres hermanos”, explica su tía, Ahlan. “Hasta que no llegaron otros niños, no se abrió”.

Tomada de periodismohumano.com/

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Sin embargo, los ocho niños que habitan con Umm Mohammed y sus dos hermanas no salen a la calle a jugar como otros críos. Pasan la mayor parte del tiempo en los muros de la celda número tres del penal palestino de Soueri, la localidad fronteriza libanesa donde residen desde que, hace meses, lograran escapar de su localidad natal en Siria tras meses de cerco militar y bombardeos. El único lugar donde encontraron refugio fue la antigua prisión abandonada, usada por las fuerzas palestinas durante la primera etapa de la guerra civil libanesa como centro de detención e interrogatorio y transformada en establo por los lugareños cuando los tiempos prosperaron. Una instalación sórdida, fría e insalubre donde unas 150 personas –buena parte de ellos, niños de corta edad que pululan por los pasillos- se hacinan –hasta tres y cuatro familias por celda, en los peores casos- en lo que supone una paradoja: un lugar que tendría que ser temido se ha convertido en la única esperanza de civiles como Umm Mohammed y los suyos.

“Cuando llegamos, hace cuatro meses y medio, el conductor con el que atravesamos la frontera nos trajo directamente aquí, porque decía que era el único edificio con sitio libre de la zona”, explica. Ella sabía bien a dónde iba, ya que su hermana Ahlan llegó hace siete meses, lo que le convierte en una de las residentes más antiguas del penal reconvertido en centro de refugiados. Sus 14 celdas, habitadas por 30 familias, llevan siendo ocupadas por sirios desde hace casi un año en un buen ejemplo de la desesperada situación que vive el Líbano, un país de cuatro millones de habitantes donde la llegada de más de 400 mil refugiados sirios registrados ha provocado una crisis humanitaria con la que el Gobierno, en permanente crisis, no sabe, quiere o puede lidiar. Si a esa cifra sumamos los 600 mil sirios que trabajaban en el Líbano antes de la guerra y que ahora no pueden regresar, se trata de un millón de personas: un factor de desestabilización para un país con profundas heridas sectarias.

Lea el reportaje completo aquí.

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