Alejandro Badillo

Los calificativos a los escritores suelen ser hiperbólicos: “el mejor”, “el más representativo”, “el más importante”. Algunos, incluso, en las contraportadas de los libros, suelen caer en comparaciones con autores clásicos en el afán de convencer al lector de que se encuentra ante una obra de calidad. La mayor parte de estos elogios quedan en el olvido cuando el tiempo pone en su justa medida el valor de un libro que en sus meses de fama se creía insuperable.

Editorial Planeta, 1era edición, 1976.

Hago esta breve introducción para hablar de “La mayor” libro de cuentos del escritor argentino Juan José Saer porque, desde mi perspectiva, su obra está en las cimas más altas de la literatura en castellano. A pesar de ser valorado por la academia y por contemporáneos suyos, sus libros son difíciles de conseguir fuera de Argentina. Un factor ha contribuido a este olvido editorial: Saer escribió una literatura exigente que rompe con la estructura tradicional de la narrativa y, por lo tanto, requiere un tipo de lector avezado, dispuesto a dialogar con obras cambiantes en las que el tiempo corre de otra forma, influido muchas veces por la memoria de los personajes.

La mayor se divide en dos partes fácilmente reconocibles: dos relatos de largo aliento (“La mayor” y “A medio borrar”) y “Argumentos” una serie de textos breves que no superan la página de extensión. Además del tamaño, hay una diferencia en la aproximación del escritor en estas dos partes. En los cuentos largos podemos encontrar una experimentación más radical con el lenguaje.

En “La mayor” existe un fraseo muy corto que se concentra en instantes, acciones en apariencia mínimas que, en algunos tramos, se repiten de forma obsesiva, como una voz interior que busca, antes que una anécdota, un ritmo, una cadencia. En “A medio borrar” la trama es un poco más visible: una ciudad es ocupada lentamente por una inundación. Mientras el agua sube los personajes escuchan detonaciones y se encuentran con militares. A pesar del inminente peligro la vida continua casi sin cambios. Aquí, se puede ver la influencia de la Noveau Roman: el interés o foco de la trama es la tensión o atmósfera que se crea poco a poco. Hay un regodeo con momentos en apariencia intrascendentes y que evidencian la búsqueda de un lenguaje que, al final de cuentas, carga con todo el peso de la narración.

En “Argumentos”, como mencioné anteriormente, son textos muy breves y que también rompen con los convencionalismos del cuento clásico. Aquí podemos encontrar una especie de laboratorio narrativo en el que se mezclan la reflexión, el ensayo, la digresión y una sutil dosis de fantasía. Los temas son muy diversos, pero los más frecuentes son el paso del tiempo y una cotidianidad que, al ser vista con otros ojos, explota en una multitud de significados y matices.

Textos como  “El intérprete” o “Biografía anónima” son pequeñas obras maestras que dejan reminiscencias en el lector una vez acabado el veloz trayecto. Otro punto que se debe anotar a la hora de hablar del estilo de Saer es que en su narrativa hay una feliz combinación de forma y fondo; es decir, hay un ingenioso juego estructural de sus textos, un cálculo logrado a partir de la reflexión prolongada pero también hay un estilo atractivo por el fraseo, la selección de palabras y una búsqueda estética que casi siempre da en el blanco. Por estas razones hay diferentes formas de experimentar libros como La mayor que lo vuelven, además de un referente importante para entender la propuesta del argentino, una lectura imprescindible a la hora de hablar de la gran literatura hispanoamericana.

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