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A cada rato el fin del Mundo de Galo Ghigliotto
Primer libro de cuentos del autor chileno Galo Ghigliotto (Valdivia 1977), muestra ocho piezas que rompen con el concepto tradicional del relato mezclando biografía, crónica e, incluso, fantasía.
Por Lado B @ladobemx
25 de abril, 2013
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Alejandro Badillo

A cada rato el fin del mundo, primer libro de cuentos del autor chileno Galo Ghigliotto (Valdivia 1977), muestra ocho piezas que rompen con el concepto tradicional del relato mezclando biografía, crónica e, incluso, fantasía. Hay varias formas de superar los límites clásicos en el género, quizá el más habitual es jugar con la ambigüedad de la historia o extender una atmósfera que linda, muchas veces, con la poesía.

Emergencia Narrativa, 1era edición, marzo 2013, Valparaíso, Chile

Emergencia Narrativa, 1era edición, marzo 2013, Valparaíso, Chile

Ghigliotto busca otros referentes y construye sus textos desde el punto de vista de un personaje que observa al mundo con sorpresa y lo interpreta recolectando hechos diminutos, apenas trascendentes, que se acumulan poco a poco hasta lograr un efecto final redondo. Otro punto a resaltar de A cada rato el fin del mundo es que su autor emprende cada cuento desde cero, es decir, intentando un tono y una temática que lo alejan del resto dejando como hilo conductor una prosa contenida, de frases cortas y precisas que no rehúyen el juego con las imágenes y los símiles. Si muchas veces la idea de un libro de cuentos está ligada a un mismo escenario o una misma temática, el autor chileno apuesta por lo heterogéneo.

“A cada rato el fin del mundo”, primer cuento del volumen, explora la digresión como elemento que configura la tensión y el interés del lector. A esto se suma un inventario de momentos que marcan al personaje y con los cuales divaga: la leyenda maya del sol en forma de un jaguar blanco recorriendo el cielo; una plática en un local de comida peruana que aborda la teoría de los antiguos astronautas y, el último, una aproximación personal sobre los cuentos que escribe el personaje y el dilema de su filiación: ¿son cuentos o son crónicas? A partir de ahí el autor elabora un fugaz juego en el que pasa de un escenario a otro y que imita los pensamientos que tiene alguien cuando camina. Ghigliotto no se mueve a lo experimental, en el collage de formas disímiles que intentar ofrecer un efecto turbio y sujeto a múltiples interpretaciones; al contrario, el lenguaje apuesta por las imágenes transparentes que se unen acompañadas por breves reflexiones hasta conformar un todo: “El mundo como una olla en ebullición, la realidad una sopa caliente que desaparece en cucharadas de época, en el barrunto de un porvenir que no existe porque no hay más que el presente”.

“Sucre – La Paz” es un relato un poco más extenso que plantea una narrativa en varios niveles: un hombre viaja con su esposa en un camión por Bolivia y, al mismo tiempo, deja registro de sus pensamientos en un cuaderno de notas integrado a su teléfono celular. Las acciones que se desarrollan en el autobús son continuamente interrumpidas por las imaginaciones del protagonista que, una y otra vez, refieren a la posibilidad de que sufran un accidente y mueran. En este texto destaca la habilidad para insertar diferentes planos que abonen desde diferentes perspectivas a la idea de la muerte: el destino, fragmentos del pasado que se revelan como fantasmas como el deceso de un amigo tiempo atrás. Todo está aterrizado por la voz del protagonista que no puede dejar de registrar lo que ocurre a su alrededor como si ese inventario fuera una protección, una vacuna contra un destino incierto.

“La mujer que no duerme” se concentra en el insomnio crónico y en los descubrimientos que provoca en el personaje principal, una mujer que desde niña ha buscado varios trucos para poder dormir. Como sucede en los otros cuentos, la mirada se ubica en un punto subjetivo, en los recuerdos que moldean a la mujer pero que también la aíslan en un mundo cerrado que, al final del texto, se transforma en algo fantástico.

En A cada rato el fin del mundo encontramos algunos elementos que vinculan a Galo Ghigliotto con autores de su misma generación en otras latitudes: desencanto, escepticismo o resignación ante un mundo que los rebasa. Sin embargo, los cuentos del libro basan su efectividad en los territorios mentales, en las reconstrucciones imaginativas que hacen los protagonistas en un intento por enfrentar la realidad o detener el tiempo ante un destino que empieza a tomar forma en el horizonte. No hay una victimización sino una apuesta que surge del lenguaje, de la reflexión y  de lo cotidiano.

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