Lado B
Cien días de gobierno de EPN: el mismo PRI, un México diferente
¿Cómo se ha relacionado el presidente con su propio partido, con otras fuerzas políticas y los ciudadanos?
Por Lado B @ladobemx
12 de marzo, 2013
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Dra. Helena Varela Guinot*

Se cumplen cien días del regreso del PRI a Los Pinos, tiempo suficiente para permitir el traspaso del poder y generar las primeras iniciativas que constituirán el sello de identidad del nuevo gobierno. A raíz de esas acciones, podríamos resumir estos cien días de Peña Nieto con una frase: “El mismo PRI, en un México diferente”. Para dar cuenta de ello, me referiré a tres momentos que ilustran los modos y los estilos de la actual Presidencia de la República, tanto en su relación con su propio partido, como con otras fuerzas políticas y el conjunto de los ciudadanos. Estos momentos son: el Pacto por México, la Cruzada Nacional contra el Hambre y la detención de Elba Esther Gordillo. Repasaré brevemente cada uno de ellos.

Cruzada contra el hambre

Ilustración: Mr. Power

El Pacto por México rescata la capacidad de operación política de los priístas. Desde que ganaron la Presidencia, se movieron y negociaron con distintos actores, y lograron sentar en la misma mesa a los principales actores políticos (con la excepción de Andrés Manuel López Obrador) para que firmaran una serie de acuerdos que pretenden constituir la agenda política de los próximos seis años. A diferencia de la propuesta de Vicente Fox para la reforma del Estado –que reunió a líderes partidistas, sindicales y de organizaciones de la sociedad civil, pero que apenas se tradujo en legislaciones específicas–, en este caso el gobierno ya tiene en su haber el primer resultado concreto de estos acuerdos entre los partidos políticos, con la aprobación de la reforma educativa. Y nadie duda que no será la única que se logre durante los próximos meses, mucho menos después de la 21 Asamblea Nacional del tricolor, en donde se han eliminado las trabas que impedían las reformas fiscal o la energética.

Pero si el Pacto por México resume la habilidad de los priístas para negociar con las otras fuerzas políticas, la Cruzada Nacional contra el Hambre retoma viejas prácticas de antaño para ganar popularidad entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Es interesante que el presidente elija un mal como el de la pobreza (¿quién podría no querer erradicarla?) y que además elija un término como el de “cruzada” para pretender atacarla. Con un cierto sentido teleológico, Peña Nieto emprende una lucha sin tregua ni cuartel contra el hambre, cargándola de un significado especial, como si se tratara de una lucha del bien contra el mal, tal y como eran vistas las cruzadas en la Edad Media desde la perspectiva de occidente. Sin embargo, al igual que en las cruzadas medievales, detrás del mensaje maniqueo proveniente del mundo cristiano, había una serie de intereses más profanos ligados a cuestiones comerciales, en este caso de la Cruzada Nacional contra el Hambre, ya han surgido críticas en torno a la forma en que este programa puede ser utilizado con fines electorales. El recuerdo de Carlos Salinas de Gortari y su programa Solidaridad es inevitable. Hoy se cuestiona la cruzada emprendida por Peña Nieto por dos razones: la primera, porque no queda claro cómo se pretende atacar el problema de manera estructural; la segunda, más importante, porque el dinero se está destinando no necesariamente a las localidades más necesitadas, sino, ¡qué casualidad!, a las que van a tener elecciones en un futuro próximo. A pesar de todos los intentos por frenar el uso de los recursos públicos con fines electorales, el PRI parece recuperar esta vieja práctica para ganar popularidad y obtener apoyos que en próximas elecciones podrían traducirse en votos.

En ese mismo sentido puede interpretarse el arresto de la lideresa del sindicato magisterial, a quien acusaron de desvío de recursos, al estilo del PRI de antaño (nuevamente, el recuerdo de La Quina fue inevitable). Con esta maniobra, el gobierno mataba dos pájaros de un tiro: ganaba credibilidad ante la sociedad al detener a una de las figuras más denostadas y criticadas de México, al tiempo que se quita de en medio a una adversaria que hubiera podido entorpecer el proceso de implementación de la reforma educativa. Aprovechando el viaje, se erige en paladín de la justicia.

¿Cuáles son las señales enviadas hasta ahora por el presidente Peña Nieto? A través de sus acciones, ha querido mandar el mensaje de que se trata de una nueva etapa, radicalmente distinta a la de los dos sexenios panistas, y que su gobierno no se va a quedar con los brazos cruzados. Para ello, muy hábilmente ha eludido las referencias específicas al tema de la violencia, al mismo tiempo que daba una serie de golpes de efecto con los que trataba de resaltar la eficacia de su gestión. Para ello recurrió a lo bueno y lo malo de las viejas formas de hacer política del PRI.

Pero no seamos ingenuos, el mismo término de cruzada (sea contra el hambre o sea contra la injusticia y la corrupción) no dejar de generar ciertas suspicacias, porque la visión maniquea de lucha del bien contra el mal permite justificar ciertas irregularidades (uso de los recursos con fines electorales, aplicación del Estado de derecho de manera discrecional) que en realidad ponen de manifiesto el déficit democrático que todavía padecemos en nuestro país. Otro tufo autoritario se destapó en la Asamblea Nacional del PRI, conmemorando su 84 aniversario, cuando se decidió que sea Peña Nieto quien esté al frente de la Comisión Política Permanente: se junta en una sola figura el jefe de Estado y jefe de partido en una ceremonia en donde se le rindió pleitesía, empleando más de 20 minutos en saludar a los seguidores.

La diferencia con los viejos tiempos del pasado, en donde el PRI y sus gobernantes ejercían el poder sin ningún tipo de control, es que hoy vivimos condiciones diferentes, con un mayor equilibrio entre poderes, una mayor competencia, y sobre todo, una sociedad más alerta que puede ser la clave para que el regreso del PRI a Los Pinos no signifique el regreso al autoritarismo.

*Directora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México 

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