Lado B
Agnes Torres, un activismo con-ciencia
Emprendió un serio trabajo científico para demostrar que la transexualidad no es una condición anómala e incidir en leyes y políticas públicas
Por Lado B @ladobemx
01 de marzo, 2013
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Seguramente con la intención de comprenderse a sí misma, emprendió un serio trabajo científico para demostrar que la transexualidad no es una condición anómala y, desde ahí, incidir en las leyes y las políticas públicas

Josué Cantorán Viramontes

@josuedcv

“Es bonita la Teoría Queer”, decía con cierto sarcasmo en su voz Agnes Torres Hernández durante su participación en el programa de radio por internet Vidas Torcidas, transmitido el 7 de marzo de 2012, “pero no nos da herramientas para poder luchar legalmente, para tener incidencia en el sector salud, en lo político, ni para ganarnos el sueldo”.

La egresada de la licenciatura en psicología de la Universidad Veracruzana se había convertido en el mejor referente en Puebla para discutir los temas de transexualidad y transgeneridad. No sólo era una mujer transexual ella misma, también había dedicado una buena parte de su vida al estudio de estas condiciones: su tesina de grado, Transexulidad de psique femenina, versaba sobre el tema; sus lecturas favoritas se dirigían hacia dichas cuestiones y citaba en su columna semanal las últimas publicaciones al respecto.

08Pero Agnes siempre tuvo claro que traducir las disertaciones académicas a la vida real de las personas trans no era tan fácil. Por ello se centró en las neurociencias y descartó como base de su estudio la filosofía o el psicoanálisis, pues consideraba que sólo ofreciendo “evidencia científica” de que la transexualidad no era una condición anómala se podría contribuir a mejorar las leyes y las políticas públicas.

“Lo que buscamos a través de la neurociencias es poder legislar en favor de las personas trans (…) Necesitamos evidencia que logre el reconocimiento de una identidad; sin eso, seguiremos estando en el encabezado de los asesinatos y de los desempleos”, aseguraba en la que fue su última entrevista con un medio de comunicación.

Dos días después, el viernes 9 de marzo, Agnes fue asesinada y su cuerpo abandonado en la barranca Xaxocuapatle del municipio de Atlixco. Sólo hasta la madrugada del lunes sus familiares confirmaron la triste noticia y esa misma tarde la comunidad LGBTI se reunía, primero en el zócalo y después en Casa Aguayo, donde se ubican las instalaciones del gobierno del estado, para exigir un alto al ascendente número de crímenes por homofobia. Ese fin de semana también habían sido asesinados dos hombres homosexuales en la entidad.

Primero, la evidencia

Los llamados estudios de género y la Teoría Queer plantean que el género es una construcción cultural que implica una serie de interdicciones y permisos que conducen la vida de un ser humano desde el momento de su nacimiento. Es decir que, dependiendo de los órganos sexuales que presenta uno u otro individuo, se le asignarán los roles que deberá cumplir: desde el color de su ropa hasta su comportamiento en la vida social e incluso la elección de su trabajo.

Siguiendo esta premisa, se diría que la transgeneridad es el fenómeno que ocurre cuando una persona rechaza identificarse con el rol de género que se le ha impuesto: una persona con pene que se identifica como mujer o viceversa, una persona con vulva que se asume como hombre. La transexualidad, por su parte, se daría cuando la persona decide modificar su cuerpo para estar más acorde con su identidad genérica (masculina o femenina).

07Esta explicación, ampliamente aceptada en los círculos académicos que estudian dichos temas, no convencía a Agnes, y ella misma sabía que se encontraba fuera de los cánones: “mis colegas generalmente se me van a la yugular porque para mí transexualidad y transgeneridad son exactamente lo mismo”.

Torres Hernández, siguiendo a las neurociencias, ofrecía otra explicación. “La configuración del sexo va a incluir tres partes: el sexo psicológico, que es el cerebro y nada tiene que ver con procesos emocionales sino con una parte del hipotálamo que es esencial en la construcción de la identidad de género. Luego viene el sexo gonodal o endócrino y ése tiene que ver con las hormonas y con elementos como la hipófisis, la glándula suprarrenal, incluso con los ovarios y los testículos. Después tenemos el sexo genético, el cual ya viene determinado en el momento de la fecundación”.

La combinación de estos tres factores se traduciría en el “sexo” de una persona, pero el primero –el que se encuentra en el cerebro– sería el más importante, pues como Agnes explicaba, “el cerebro configura la mayor parte de lo que somos”.

En una entrevista que dio en mayo de 2011 al programa de radio Operación Periodista, la psicóloga explicaba que las investigaciones de neurocientíficos como Levi y Hoffman demostraban que los hipotálamos –una pequeña glándula al centro del cerebro– de las mujeres transexuales presentan similitudes con los de la mujeres con cromosomas XX, y asimismo los de los hombres transexuales con aquellos de hombres con cromosomas XY.

Esto, argumentaba la especialista, implica un gran avance en las investigaciones y, por supuesto, en su posible aplicación en las legislaciones, pues “nos dan una pauta para indicar que (la transexualidad) no es una elección y está encaminada al ámbito de lo biológico”. De ser reiteradas dichas evidencias, la disforia de género dejaría de ser considerada una enfermedad mental y debería ser eliminada del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-IV), pese al rechazo de los partidarios del psicoanálisis.

Basándose más en la evidencia de las investigaciones y menos en el discurrir de la filosofía, Agnes emprendió su activismo. Participó en los cabildeos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) para la aprobación de leyes en favor de las personas trans, pero cuando intentó replicar dichas acciones en Puebla se enfrentó a la cerrazón de los legisladores locales.

En la entrevista radiofónica de mayo de 2011, la psicóloga contó que sólo José Manuel Pérez Vega “Pepe Momoxpan”, diputado petista en la LVII Legislatura, accedió a escuchar sus demandas y ofreció colocar el tema en la agenda legislativa. La indiferencia del resto de los diputados, empero, impidió mayor alcance a la iniciativa.

09En la legislatura siguiente, la actual, sólo cuando el cuerpo de Agnes estaba siendo velado por familiares y amigos en Tehuacán, su ciudad natal, los diputados locales decidieron realizar una reforma para incluir la frase “preferencias sexuales” en el artículo 11 de la Constitución local y que de ese modo quedase prohibido todo menoscabo a los derechos humanos por dicha razón.

En julio, además, estarían aprovechando la coyuntura para reformar el Código de Defensa Social e incluir el odio y la discriminación como agravantes en los delitos de homicidio y lesiones. Sin embargo, la ley contra la discriminación permanecería en la congeladora y su propuesta de reforma al Código Civil, conocida como “Ley Agnes”, que permitiría a las personas transgénero y transexuales tener la concordancia sexogenérica en sus documentos oficiales, ni siquiera llegó al pleno del Congreso como iniciativa.

Para Agnes lo más importante era eso, pues las y los transexuales, al no contar con documentos legales que acrediten su identidad y al tener un acceso restringido tanto a los servicios de educación superior como al campo laboral, “vivimos en un encarcelamiento jurídico que no nos permite las mismas oportunidades que al resto de la población”.

“El prejuicio es eliminable”

Agnes se sabía, en parte, afortunada. “Si yo no tuviera una madre con una posición económica solvente, estaría en la calle y no hubiera estudiado nunca”, dijo en mayo de 2011 en un programa de radio, al lamentar que las mujeres trans estuvieran relegadas, en lo general, a dos fuentes laborales: el trabajo sexual y el estilismo.

“A las personas trans se les niegan los puestos de trabajo, independientemente de cuán calificadas estén”. Ella misma, que había concluido sus estudios universitarios y ofrecía psicoterapia de manera privada, contaba que en muchas ocasiones había sufrido este tipo de discriminación al negársele un puesto laboral.

Al sentirse relegada, también había dedicado parte de su investigación al tema del prejuicio. En una columna publicada en 2011 en el portal Sexenio, exponía que los prejuicios son una parte natural de la forma en que el cerebro configura sus conocimientos: “tenemos un cerebro preparado para desarrollar prejuicios debido a que son una vía rápida para adquirir información”.

015Citando las investigaciones de la neurocientífica Cordelia Fine, explicaba que “los humanos nos aferramos a dejar a un lado nuestras creencias heredadas, por muy irracionales que éstas sean, debido a que existe una vida mental subyacente a la conciencia que opera de una forma no necesariamente precisa, pero lo bastante eficiente como para construir todo tipo de prejuicios de los que no nos damos cuenta”.

Los prejuicios ayudan al cerebro a procesar más fácilmente ciertas informaciones, pero también son causantes de los conflictos más perjudiciales de la humanidad, como “las persecuciones etnoraciales, la intolerancia religiosa, los genocidios, las persecuciones a personas de las diversidad sexual”.

En otra columna, publicada en octubre de 2011 en el sitio Redes de Poder, la especialista reforzaba la idea cuando decía, esta vez siguiendo al científico español Carlos Belmonte, que “nuestro cerebro está condicionado para formular creencias falsas, para creernos mentiras. Es curioso cómo la evolución de nuestro cerebro también ha condicionado la conservación de elementos primitivos”.

El prejuicio, explicaba, funciona aún mejor cuando el prejuicioso está convencido de que aquel que discrimina posee comportamientos “animales o antinaturales”, porque lo ve como un ente “menos humano”. Curioso es que el discurso en contra de la comunidad LGBT se basa por lo general en apuntar su supuesta antinaturalidad.

Si el cerebro está predispuesto a construir prejuicios, ¿cuál es la salida? “Existe la posibilidad de reeducar a las personas, la información y la comunicación son las herramientas esenciales para eliminar los prejuicios. Al conocer al otro, al acercarse a los distintos, se podrá reconocer que existen muchas más similitudes que diferencias”.

Además, finalizaba, es necesario “promover una cultura donde las mentiras ideológicas sobre religión o supersticiones no aten a las personas (…), una cultura crítica y más constructiva, que no se llene de ataduras a partir del miedo”.

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