Lado B
No debió morir [o el día en que se inventó el pecado]
 
Por Lado B @ladobemx
28 de febrero, 2013
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Tuss Fernández

@ituss79

condenarme al silencio para morir de olvido

Un 9 de marzo le arrebataron la vida.

Según el imaginario colectivo, su destino era ser maquillista, dar show en un bar gay o dedicarse al trabajo sexual.

Su muerte debió pasar desapercibida como la de otras 640 personas –homosexuales y transexuales- que fueron asesinadas en México entre 1995 y 2009 por causas de homofobia, pero su caso fue distinto.

Su transgresión a la norma logró cambiar la historia.

Antes que ser una mujer transexual, Agnes Torres fue una activista, y antes que ser activista, fue una psicóloga que dedicó gran parte de su vida y su trabajo, al estudio de las identidades sexo genéricas, en particular, a la transexualidad y a la transgeneridad.

Agnes fue una luchadora social que a través de la comprobación científica, buscaba incidir en la vida política para lograr el reconocimiento de los derechos jurídicos de la población LGBTI.

Antes de ver consumada su lucha, fue torturada, degollada y su cuerpo sin vida fue abandonado en lo profundo de una barranca.

Pero la breve vida de Agnes Torres y su dedicación a los temas de la Comunidad, irónicamente rindieron fruto a través de su muerte.

La coyuntura política y la movilización sin precedentes que generó su asesinato –noticia que dio la vuelta al mundo– provocaron que el Congreso del Estado modificara el artículo 11 de la Constitución y prohibiera la discriminación por las ‘preferencias sexuales’.

No debió morir, pero los alcances de su trabajo diario son sólo una pequeña muestra de la influencia que puede tener la vida de una persona, en las conquistas de un colectivo.

La Ley contra la homofobia y la Ley Agnes Torres –que busca legislar el cambio de identidad de las personas transexuales y transgénero– yacen en la congeladora y aguardan a que quienes aún nos encontramos con vida, tengamos el arrojo y el compromiso de exigir a través de nuestro trabajo –como lo hizo ella– lo que por derecho nos corresponde y por intolerancia, nos es negado.

“Las personas como yo no viven mucho tiempo” dijo Agnes a su familia antes de morir. Nuestro reloj, sigue corriendo.

El día en que se inventó el pecado

Al más puro estilo capitalista, un día la Iglesia Católica decidió inventar la “culpa” como un mecanismo para el sometimiento y el control de sus fieles.

La estrategia surtió el efecto deseado y hoy en día, buena parte de los mexicanos que pertenecen a esa religión –casi 93 millones– tiene bien arraigado el remordimiento que le causa contravenir las leyes eclesiásticas.

La buena noticia es que lo que condena la iglesia no es la ‘orientación sexual’ porque esa hasta se puede ‘curar’ con oración, la mala noticia es que la ‘actividad homosexual’ si nos hace acreedores a la repulsión de Dios.

Dicho de otra manera, lo malo no es la homosexualidad, sino ejercerla.

Yo a eso le llamo doble moral aunque ellos prefieren decirle ‘misericordia’.

Afortunadamente para los depravados –así los considera el catolicismo– que no pudieron controlar sus impulsos hay algunas Iglesias (como la de los Derechos Humanos) que decidieron no meterse en la vida privada de sus seguidores ni hacer de la homofobia una bandera, así que hay cabida para todos los miembros de la diversidad sexual que buscan un refugio espiritual.

Reversible #6

En su edición de marzo, Reversible hace un recuento de lo acontecido en la vida social-política de Puebla a un año del asesinato de Agnes Torres y de las aportaciones de la activista al colectivo LGBTI desde su campo de acción, la psicología.

Un acercamiento a las religiones gay-friendly y un repaso a la historia de la Marcha Lésbica que este 17 de marzo celebra su décimo aniversario ocupando las calles del DF en reclamo de justicia social y reconocimiento para las mujeres que aman a otras mujeres.

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