Lado B
Este exilio
Yo te alabo, una novela de Ana Flores Rueda, desde la visión de Isaí Moreno
Por Lado B @ladobemx
19 de febrero, 2013
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Isaí Moreno

@isaimoreno

Yo te alabo, es el debut editorial de Ana Flores Rueda (Ciudad de México, 1982). Leí las noventa y seis páginas de esta novela con la atención de mis seis sentidos, siendo el sexto el de la capacidad de asombro. Este libro podría definirse como una novela breve de carácter entrañable, ocasionalmente iniciático, en la que su autora apuesta a conciencia a una escritura cincelada, entregada ella a la visión que los místicos del cristianismo definirían como esa larga y amorosa mirada sobre las cosas. La mirada ha de ser “larga” porque, si no, no trascenderá la superficie plana de las cosas. Y ha de ser “amorosa” porque, si no, no descubrirá su misterio. Atrae y atrapa la atención el estilo de Ana Flores, en el que su narradora despliega un lenguaje contenido y no por ello desprovisto de poder. Su capacidad expresiva radica en las sugerencias, en los guiños apenas perceptibles de su párpado escritural, tras pasearse las palabras por las atmósferas de Flores Rueda, sin apresuramientos, hasta llegar a nuestros oídos con una cadencia que se nos queda para siempre. Insisto. El lenguaje de Ana Flores, en sí mismo un logro, roza apenas los elementos dramáticos necesarios, y no más, optando por el zigzag de los sentidos, haciéndonos de lo sensorial vivencia y del mundo particular de los personajes principales un vaivén que se entrega por cuenta propia al destino de éstos, lo que en la sintaxis dramática de nuestro mundo contemporáneo se llamaría trama.

Portada de Yo te alaboLa materia prima de una novela es el punto de vista. El secreto del estilo para Edith Warthon es justamente el punto de vista. Si sumamos a ello los territorios que atisba la escritora, su punto de vista nos hace nuevo uno de los temas que tanto fascinaron a Thomas Mann: el del viaje y el exilio. Todo viaje es iniciático, asimismo el exilio, ese estar de paso en un sitio si saber por cuánto tiempo. Son dos los exilios que en el ‘retumbar continuo y sedoso’ de Montevideo unen sus polos. En el escenario de este mundo que ‘huele al morado desecho de un árbol en otoño’, aparece Dewa, un chino al que sus coterráneos han prestado nula atención y una joven mexicana que planea la culminación de un posgrado. Dawa está de paso, o quizá. Ella, la narradora, también. Él vive en conflicto permanente con el mundo. Ella reconcilia puntos de vista y lee poesía Él se duele. Ella se ofrece como rescate. Él tan escatológico. Ella tan contamplativa. Son tal para cual. Ana Flores narra el erotismo con sutileza y vierte sólo a cuenta gotas dosis de literatura, guardándose la autora su erudición para que sus personajes tengan voz. Con ese mismo gesto delicado, consigue homenajear a sus maestros literarios, entre ellos Gilberto Owen y Oliverio Girondo.

¿Es exilio el de los personajes? ¿Es destierro? Para que el exilio sea verdadero tiene que ser obra de la voluntad. Cuando te vas de un sitio sin voluntad, te llevas a ese sitio contigo. Cuando lo haces por volición sólo te tienes a ti, estás desamparado por completo. Lo exilios de los personajes son de Hunan (ciudad cercana a Beijing) y Ciudad de México. Dawa tiene un exilio que califico como yang: “Dawa presintió una soledad que sólo puede obsequiar la lejanía: era la desvaloración de su experiencia en medio de un país nuevo…” Y ella… su exilio es de otra categoría, un exilio femenino, yin: “Llegué a Montevideo cinco años después. Nunca había dejado México. Abandonar un lugar así no tiene que ver con un deseo. Mudarse de país es romper la cadena del tiempo, No poder pagar un boleto de regreso y teber lo suficiente para comer es pragmáticamente un exilio. […] Pisando el Uruguay pude olvidar, anduve de amnésicsa voluntaria. Rompí lazos de familia”.

Yo te alabo nos enseña a ser extranjeros. Eliot decía que una de las mejores experiencias del escritor, o una obligación que debe imponerse, es la de estar en un lugar en el que se sienta lo más extranjero que le sea posible. Otro requisito del buen novelista es exhibir el derecho de propiedad de un mundo absolutamente personal. Crea su propia geografía, o recrea la suya propia volviéndola enigmática. Eso es lo que tenemos aquí, una geografía interior y un Montevideo particular, en el que hallan refugio las almas solitarias y las caricias de la literatura nos proveen de la sensación de paz y maravilla.

La de Flores Rueda es una cátedra invaluable de novela breve; todo joven escritor que aspire a la culminación de un manuscrito, donde facturadas las primeras y detonadoras cuartillas no hay más que decir, debería leerla y desentrañar el armazón de su estructura para aprender las mañas del novelista que, a su modo, todo puede ensamblarlo porque todo lo sabe. Tras la lectura de esta novela vale afirmar que mientras estemos escribiendo una novela tendremos un sitio que habitar y al cual volver siempre que los queramos. No exagero cuando propongo que Yo te alabo merece, ya, su lugar en el panorama de la novela mexicana, ganado a pulso por el hecho nada simple de que Ana Flores Rueda haya concretado su propia voz.

Yo te alabo. Ana Flores Rueda. Editorial Terracota. 96 pp.

(El lector interesado puede descargar el arranque de Yo te alabo, aquí)

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