Lado B
"CON LA NOVELA TUVE QUE APRENDER A DEJAR COSAS ATRÁS"
Badillo, autor de La mujer de los macacos habla de su proceso de escritura, sus obsesiones y coincidencias
Por Lado B @ladobemx
15 de febrero, 2013
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Foto: @earoche

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Ernesto Aroche | Mely Arellano

@earoche | @melyarel

Un día, así sin más, Charles Portis abandonó su trabajo como corresponsal del Herald Tribune en Londres y regresó a Estados Unidos. Era mediados de los 60s y el reportero decidió encerrarse en una cabaña de pescadores en Arkansas durante seis meses para escribir Norwood, la que sería su primera novela. Portis había cumplido con el Sueño Americano de los escritores que llegaban al periodismo antes dejarlo todo para lanzarse a escribir “La Novela”, según lo cuenta Tom Wolfe en su libro El Nuevo Periodismo.

Si para los escritores poblanos que pasan por las mesas de redacción “La Novela” también es su Sueño Americano, Alejandro Badillo tomó la ruta contraria. Lejos de abandonar su trabajo en el periódico Intolerancia para encerrarse a teclear su primera novela, La mujer de los macacos, aprovechó las horas muertas, los momentos entre nota y nota para escribir la historia de Matías Blumfeld, un personaje salido del cuento llamado “La Señal” que publicó en 2011 en la revista Crítica.

–El proyecto nace con una beca del Foescap (Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla), mis libros anteriores son de cuento (y son cuatro: Ella sigue dormida, Tolvaneras, Vidas volátiles; y La herrumbre y las huellas que ya está en  imprenta). Ya tenía la idea de escribir una novela y una manera de obligarme a entrarle fue pedir la beca. Y me la dieron.

En su primera novela que será publicada por Libros Magenta en coedición con la Secretaría de Cultura del DF, Badillo se pone la piel de un jubilado obsesivo que abandona su departamento orillado por la paranoia de escapar de un joven repartidor de publicidad que apenas tendrá una decisiva aunque fugaz aparición.

–Tras ese arranque –retomado de “La Señal”–, Blumfeld se lanza a una especie de road novel. En la que tratará todo el tiempo de regresar a su departamento sin conseguirlo porque es él mismo quien en su paranoia se lo impide. Es una novela que bordea el absurdo kafkiano. Es mostrar el miedo al otro que se vive en las grandes urbes, el aislamiento y la alienación. Y Blumfeld es sumamente obsesivo con los detalles.

“Con La mujer de los macacos –escribe  Gabriel Bernal, editor de Libros Magenta— Alejandro Badillo ensaya una novela beckettiana, donde los detalles ocupan la mirada del voyeur”.

–Sí hay en la novela un trabajo con el lenguaje que podría pensarse como cercano a Beckett, discípulo de Joyce, o a Jesús Gardea –también citado en la cuarta de forros– de quien soy muy afín, pero también hay guiños a Kafka, de hecho el personaje se llama Blumfeld como el personaje de uno de los cuentos quizás menos conocidos de Kafka que se llama “Blumfeld, un solterón”.

La novela recupera mucho este trabajo de Becket o de Kafka con finales abiertos en esta dinámica del absurdo donde todo queda como en filo de cuchillo, pero la dificultad fue encontrar ese tipo de acciones pero que no me desviara del asunto que me interesaba, que era la obsesión, traté de seguir la ruta de la obsesión y no tanto una trama de aventuras. Y aunque hay varios escenarios, todo ocurre en un espacio íntimo que él construye a partir de sus percepciones y obsesiones.

¿El estado de ánimo del personaje era el tuyo mientras escribías la novela? Pensando en que escribías a la par del trabajo en el periódico, ¿este asunto de la obsesión también te llegó a ti?

–En realidad Blumfeld es una especie de alter ego, el hecho de escribir la novela en los tiempos que tenía libres mientras trabajaba en el periódico, entre notas terribles, fue un trabajo como el de Sísifo: veía una nota horrible, tras otra nota horrible. Hablando una y otra vez de lo mismo. Mes tras mes. Imagínate, estar en la redacción de Intolerancia es como estar en un barco egipcio, todos remando, el capataz dando latigazos, el ritmo de los tambores y los gritos de guerra y los albures y demás, quizá todo ello influyó para que yo me metiera más en ese ritmo y que me sirviera para enfocarme más en la historia.

Ahora, sí soy a veces como ese personaje, alguien a quien le cuesta trabajo relacionarse, a quien le pueden dar miedo cosas absurdas. Sí es alguien con quien me identifico pero a la vez me asusta esta identificación, por ejemplo esta sicopatía a los extraños, un miedo a no saber cómo interactuar.

Y también hay un tema ahí que me obsesiona un poco, el asunto de la vejez, porque este personaje es una especie de burócrata y siempre está pensando en su deterioro físico. Hay un momento en la novela en que hay un flashback, donde Blumfeld está todo el tiempo pensando que va dejando señales de su envejecimiento y que su jefe percibe ese deterioro. Esa cuestión de estar aislado del mundo, no sólo por tu jubilación sino por tu deterioro físico, me interesa mucho, y aproveché la novela para explorarlo. Además es un tema como muy del momento. Soy un escritor urbano, y uno de los temas que suelo mirar es esta falta de solidaridad, vivimos en un edificio y a veces ni siquiera sabemos quién vive debajo de nosotros.

¿Cómo calificarías a tu personaje?, me queda claro que no es un héroe…

–En la literatura se ha pasado del héroe de caballería al antihéroe actual, un antihéroe que aunque fracasa lo hace de forma épica, es llamativo, por ejemplo Ignatius J. Reilly, el de La Conjura de los Necios, es alguien patético, anacrónico pero con una opinión fuerte que lo vuelve interesante, o los antihéroes bukowskianos… en mi caso es un personaje, no sé si llamarlo patético, es más como un fracasado pero existencialista, más cercano a los personajes de Onetti, que son soñadores pero nunca hacen nada, se limitan a estar ahí.

Blumfeld sigue ahí como un asunto de inercia, deja que las cosas le pasen y nunca actúa, y la única actuación que tiene es a nivel mental. Es alguien que ha decidido dejar de interactuar con el mundo y refugiarse en los libros, pero sin ser un Quijote ni mucho menos, como alguien que ha decidido exiliarse y vive atado a los detalles de su departamento que de alguna manera le dan identidad, ahí estoy muy influenciado por un escritor que me gusta, Thomas Bernard.

¿Tras esta primer novela regresarás al cuento?

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–Para un cuentista pasar del cuento a la novela es complicado, especialmente para un cuentista como yo que soy muy obsesivo con los detalles y con la perfección de la prosa, si se le puede llamar así.

Para mí, escribir es una continua revisión, porque además mi forma de escribir no es de manera lineal y de un solo sopetón, voy escribiendo como rompecabezas: fragmentos que luego voy uniendo y constantemente estoy revisando el texto. Por ejemplo en un cuento de diez cuartillas puedo estar escribiendo la página cuatro y al mismo tiempo reescribiendo cosas de la primera página.

Ya había tenido otros intentos de escribir novela, pero es, por ponerte un símil, como si fueras nadando, y en el cuento si quieres regresar la orilla está a unos metros, en cambio con la novela cuando te das cuenta ya estás mar adentro y regresar a la orilla es una labor titánica. Eso te crea una sensación de estar nadando en el vacío. Para escribir La mujer de los macacos tuve que aprender a dejar cosas en el pasado, guardarlas y tener fe en ellas y seguir avanzando. Fue complicado pero también una experiencia interesante. Sin embargo el cuento es mi espacio natural, y ahora estoy trabajando en un proyecto del Fonca de cuento.

Creo que novela y cuento pueden ir de la mano, claro, si uno tiene gasolina mental y anímica y todo lo que se necesita para escribir. He escuchado a muchos novelistas que miran al cuento como un género menor, para mí no es así, y creo que puedo moverme en los dos lados.

¿Los temas te buscan o te llegan?

–No soy tanto de temas, en los cuentos por ejemplo un disparador puede ser una atmósfera, lo que trato de capturar en mis cuentos es algo cinematográfico. Por ejemplo tú ves una tarde borrosa y con lluvia, eso es lo que trato de capturar pero con un tono más sórdido que nostálgico, que puede generar escenarios de terror, de angustia, o de plano hasta el absurdo, en el fondo lo que trato de reflejar son esas atmósferas que me gustan mucho.

Aunque ahora sí estoy trabajando sobre un tema: la violencia, pero más por un asunto de beca del Fonca. Ahora en los encuentros de escritores se llega a decir, y lo he escuchado también de Jaime Mesa, que hay que hablar de lo que habla la gente, para que la gente se interese en lo que nosotros hacemos, porque si no estamos desvinculados. Me puse a reflexionar en eso y sí ha habido un boom de temas que venden: violencia del narco, política. Inicialmente me mantenía alejado de esos temas, pero veo que se están ocupando estos espacios, y que sí se está hablando del narco o de la violencia, pero siento que es de una manera muy… como Carlos Velázquez, que tiene este acercamiento desde la parodia pero muy gratuito, que todo lo caricaturiza, entonces por qué no intentarlo desde mi trinchera e ir tocando los dos lados: el trabajo con el lenguaje pero también la violencia que empaña al país.

 

Este sábado 16 de febrero se presentará La mujer de los macacos en Rosendo Márquez 19, colonia La Paz, a las 19 horas. 

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