Lado B
9 de 10 poblanas han sufrido algún tipo de intimidación sexual
Denunciar el acoso las expone a una doble victimización e incluso a sentirse responsables
Por Lado B @ladobemx
14 de febrero, 2013
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Amira George

Ana esperaba sentada en el sillón de la sala. Estaba un poco nerviosa, eran pasadas las 7 de la tarde y ya iba retrasada para un compromiso con sus amigas, pero debía cumplir. Su jefe le había pedido que lo acompañara a su casa para darle unos documentos que se le olvidaron y que ella requería para el trabajo.

Movía impacientemente el pie, mientras en la mesita junto al sillón el vaso con agua esperaba, sin que ella se dignara a tocarlo. De pronto su jefe estaba ahí, parado a su lado, con una carpeta que sostenía pegada al pecho, como colegiala.

Se sentó junto a ella y Ana sintió cómo se le erizaban los vellos del brazo, sabía que algo estaba mal. Él le dio la carpeta, y al ver que ella hacía el intento de pararse, la tomó del codo obligándola a permanecer en su lugar.

“No hay prisa, revisa que todos los oficios que necesitas estén ahí”, le dijo con voz calmada, recorriéndola lentamente con la mirada.

Ella obedeció. Abrió la carpeta y pasó hoja por hoja, hasta que de pronto apareció una foto de su jefe, desnudo y con una erección. Ana se quedó sin habla, no supo cómo reaccionar.

Tomada de izmatopia.wordpress.com

Tomada de izmatopia.wordpress.com

“Te gusta eso, ¿verdad?, ¿te gustaría el show en vivo? Sabes que sí”, susurró su jefe, acercándose a ella mientras escurría su mano por su muslo y le intentaba besar el cuello.

Sin saber cómo, ella logró liberarse de los 100 kilos de humanidad de su jefe y corrió. No gritó por ayuda, simplemente corrió, primero por la sala, luego por la calle, hasta ver a un autobús y, sin importar qué ruta llevaba, se subió.

Una vez en casa, ya más calmada, Ana decidió que las cosas no se podían quedar así. “¿Cuántas compañeras como ella no habían sufrido lo mismo, y por miedo se quedaban calladas?”, pensó.

Al día siguiente presentó quejas ante sus superiores, quienes en vez de apoyarla respaldaron a su jefe. “Pues con esas minifaldas que usas qué esperabas”, le dijeron, y la enviaron con el psicólogo de la empresa, pues decían que el mal entendido fue generado por la carga de estrés que Ana tenía.

Después de meses de lucha, lo único que logró fue que la cambiaran de área. Aun así, todos los días al llegar a la oficina lo ve a lo lejos, y él cínicamente le sonríe.

Las denuncias vs el miedo

El acoso sexual afecta internamente a las mujeres, por eso se requiere de un proceso de aceptación y tener la fortaleza para poder alzar la voz y decir “me han violentado mis derechos”, asegura Vianeth Rojas Arenas, directora del Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales. Sin embargo “luego llegas a las instancias del trabajo donde se supone que te tendrían que dar justicia y no lo hacen”, añadió.

Entre enero y octubre de 2012 se registraron ante la Procuraduría General de Justicia (PGJ) del estado 129 casos de acoso sexual. La dependencia desconoce datos más específicos de este delito, como la edad del atacante o el lugar donde se cometió, si fue en el ámbito privado o en el público.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), tan sólo en la ciudad de Puebla nueve de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de intimidación sexual.

“Aunque la cantidad de reportes pudiera parecer menor en comparación a otros delitos, significa que sí es algo latente en la sociedad, y el gobierno tiene la obligación de cuidar a cada uno de los ciudadanos, pero esto se queda solamente en el papel”, lamenta Rojas Arenas.

El tema del acoso sexual tiene dos vertientes. Por un lado, explica la directora del Observatorio, responde al “sistema de género” que se vive en la sociedad, en donde la mujer es la sumisa, la que tiene que aguantar, aceptar las decisiones del hombre y mantenerse callada -es esto lo que también influye en el acoso en los lugares de trabajo, donde normalmente es un hombre con un cargo superior quien agrede.

Otro aspecto, es que si bien se ha generado una estructura legal para defender la integridad de las mujeres como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en la realidad ésta no se aplica, pues a pesar de que los funcionarios públicos deberían conocerla, son pocos los que tienen conciencia de lo que recomienda.

Rojas Arenas indica que esto afecta claramente cuando una mujer sale de la privacidad que implica la agresión que sufrió y acude las instancias para presentar la denuncia, pues se encuentra con instituciones violentas, que la vuelven a victimizar y hasta responsabilizar de lo que ha sufrido.

Tomemos en un caso hipotético a un Ministerio Público, ejemplifica la especialista, si bien este funcionario es consciente que se debe evitar la violencia contra la mujer, está lleno de los prejuicios que le enseñaron en su casa, que la mujer es la provocadora del acoso, que los hombres siempre serán hombres y que la forma de vestir de la mujer es la que incita al otro. “Hay una solidaridad mal entendida entre los hombres”.

“En México y en Puebla hay una simulación porque esto se convierte en política pública” agrega, pues se firman convenios y se dan discursos en los que se habla de la defensa de los derechos de las mujeres, pero en la práctica no se hace nada; un ejemplo de esto es que en Puebla se comete una violación cada 12 horas.

Lo más importante, resalta Rojas Arenas, es que la mujer reconozca que ella no es la que tiene la culpa del acoso que ha sufrido, sino que son cuestiones que vienen de otro, por su educación, prejuicios y demás cuestiones internas, por lo que una no debería revictimizarse al ser objeto de este tipo de agresiones.

Pese a todo esto, la directora del Observatorio es optimista, reconoce que en los últimos años la situación ha cambiado y que las mujeres ya no sufren agresiones como antes, pero falta mucho por hacer, pues este no es un tema que dependa de más leyes y mecanismos jurídicos, sino de educación y aceptación en la sociedad.

En la oscuridad, los casos de acoso contra mujeres

Otro aspecto que afecta a que las leyes de protección a las mujeres se vuelvan letra muerta es la falta de difusión, pues al no tener conocimiento de estas, las víctimas no saben a dónde acudir, ni cómo, dice Sandra Montalvo Domínguez, regidora del ayuntamiento de Puebla y presidenta de la Comisión de Derechos Humanos y Equidad entre Géneros.

Además, como una forma de protección hacia los propios agresores, las víctimas reciben poco apoyo en las instancias de gobierno, pues en estas se “manejan esos temas con mucha discreción y con retardo en sus soluciones o incluso llegan a intentar a mediar para que no salgan a la luz pública”.

Tomada de biblioteca.uam.es

Tomada de biblioteca.uam.es

“En los casos en los que la mujer llega a denunciar el acoso sexual, la respuesta de las autoridades es aplicarle exámenes psicológicos para comprobar que es cierto lo que dice, en vez de creer en su palabra; este tipo de procesos que deben seguir hace que la afectada se sienta sola, que vuelva a sentirse violentada y por lo tanto evita poner la denuncia”, añade la regidora.

El acoso puede ir desde un piropo que haga sentir incómoda a la mujer, y desde ese momento una misma puede poner un alto; sin embargo, la situación se complica cuando este tipo de cuestiones se dan en espacios públicos.

Cuando una mujer es agredida en la calle se dificulta el proceso de la denuncia, porque quien la atacó no es un conocido, por lo que no se tienen referencias de éste.

También influye que “en los espacios púbicos, las mujeres ven de manera normal que les den nalgadas, las miradas lascivas, los tocamientos, porque es lo que pasa siempre, dejamos de verlo como aspecto de delito o de agresión y lo vemos como normal”, explica la regidora.

En este sentido, Montalvo Domínguez señala que para este tipo de casos es de vital importancia que las estrategias de seguridad pública tengan un enfoque de género, de tal manera que los propios elementos de seguridad sepan cómo atender estos casos.

¿Qué es el acoso sexual?

Dentro de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en el artículo 13, se define el acoso u hostigamiento sexual como: “el ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva. El acoso sexual es una forma de violencia en la que, si bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos”.

A nivel estatal, en el Código de Defensa Social del Estado de Puebla, se establece la figura de los ataques al pudor, los cuales se explican en el artículo 260 de la siguiente manera: “Comete el delito de ataques al pudor quien sin el consentimiento de una persona mayor o menor de doce años, o con consentimiento de esta última, ejecutare en ella o le hiciere ejecutar un acto erótico sexual, sin el propósito de llegar a la cópula”.

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Autor Lado B
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