Alejandro Badillo

El siglo pasado se caracterizó por romper muchos paradigmas sociales y artísticos. La cultura imperante fue cuestionada en varios frentes y, una forma de hacerlo, fue la experimentación. De esta forma surgieron las vanguardias que, en el caso de la literatura, trataron de revolucionar las formas anquilosadas de la narrativa, la poesía y el teatro. Latinoamérica no fue ajena a las tendencias europeas e, incluso, tuvo autores que escribieron obras pioneras, adelantadas a las escritas del otro lado del océano. Juan Carlos Onetti, por ejemplo, escribió El pozo –novela breve influenciada por el existencialismo– años antes que El extranjero delfrancés Albert Camus, obra que se considera el punto de inicio de esta vanguardia.

Adriana Hidalgo Editora, 1era edición 2005

El pentágono, novela fragmentaria de Antonio di Benedetto, publicada en 1955, es otra obra pionera en la experimentación que pasó muchos años en el olvido, como gran parte de la obra de este autor argentino. La trama se plantea como dos triángulos amorosos que, al tener como punto en común al narrador-protagonista, forman un pentágono. De esta forma el lector se enfrenta a una serie de fragmentos o pequeñas narraciones que tratan el tema de la infidelidad desde la perspectiva de los cinco personajes involucrados.

Esta estructura ejemplifica muy bien los intereses de Di Benedetto y otros autores de la época por quebrar los géneros literarios. De inicio hay una nota o subtítulo que indica: “novela en forma de cuentos”. Este formato impide una trayectoria lineal y siempre hay una vuelta al inicio, un punto final que continúa pero con otra voz y otro contexto. Este cambio en la perspectiva recuerda una de las novelas más representativas de la experimentación latinoamericana, Rayuela, de Julio Cortázar que propone un lector colaborativo que ayude a formar la historia con base a un mapa. Durante años Rayuela fue leída por un amplio público y muchos la pensaron como una obra que sería clásica en poco tiempo. Sin embargo los cuentos de Cortázar pasaron de mejor forma las modas, destino que no compartió Rayuela que quedó como un recuerdo romántico, símbolo de una época, pero que no resiste una lectura libre del contexto de aquellos años.

Hago esta digresión porque El pentágono comparte muchas cosas con Rayuela: en ambos casos hablamos de dos grandes estilistas de la lengua y, también, de dos autores que se trataron aunque de forma tangencial según el interesante prólogo de Jimena Néspolo. Al igual que cuentos como Casa tomada o La carretera del sur siguen vigentes y conquistan nuevos lectores, obras como Zama o los Cuentos completos tienen una mejor factura que El pentágono, novela demasiado preocupada por experimentar y que, por ese afán, olvida la tensión.

Un punto en contra es el tema de la infidelidad. Di Benedetto no cae en el lugar común habitual en la novela rosa, pero no le saca provecho al fragmentar la experiencia y dejar al lector sólo con un rastro, sin involucrarlo de forma completa con los dilemas de un personaje. Quizás, con una estructura más tradicional, habría podido aprovechar de mejor forma los dos triángulos amorosos. Rayuela y El pentágono son dos obras muy bien escritas, con momentos relevantes, pero que languidecen ante obras de mayor calado, surgidas de las mismas plumas, que ya han pasado la prueba del tiempo transformándose en clásicos de la literatura hispanoamericana.

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