Lado B
De regreso a casa: migrantes centroamericanos en Puebla
El miedo al crimen organizado, su principal obstáculo en el camino hacia el sueño americano
Por Lado B @ladobemx
08 de enero, 2013
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Leonardo Herrera y Salvador Oliman

La mayoría de los transeúntes los ven con desprecio, incluso algunos vecinos los miran con desconfianza, ya que son extraños en tierra ajena.

Son las diez de la mañana y el frío aún puede sentirse en la piel, por lo que resulta necesario mantenerse abrigado. En las cercanías de la Central de Abastos de la ciudad de Puebla, camino a San Pablo Xochimehuacán, los vehículos bajan la velocidad antes de un tope. Ahí se encuentra un grupo de cuatro hombres “charoleando”, que para los inmigrantes centroamericanos significa pedir cooperación económica y ayudarse a cubrir algunos de sus gastos, como alimentación y transporte. Dos de ellos son de Guatemala: uno de la costa y otro de Petén; los otros dos son de Honduras.

Foto: Leonardo Herrera

Foto: Leonardo Herrera

Los cuatro salieron de sus países persiguiendo el anhelado sueño americano, sin embargo no lo consiguieron y ahora están buscando el regreso a sus hogares.

Lograron llegar a Irapuato, en el estado de Guanajuato, y en ese punto decidieron abandonar la aventura. Uno de ellos intentó entregarse al Instituto Nacional de Migración (INM) para ser deportado voluntariamente, sin embargo no lo consiguió.

-¿Cómo llegaste? –le preguntó un agente.

-En tren –respondió.

Para su sorpresa la respuesta del funcionario fue contundente:

-Pues así regrésate.

***

Varios defensores de derechos humanos, entre ellos Rubén Figueroa, han denunciado continuamente las extorsiones que con frecuencia ocurren en la ruta de los migrantes. Esta misma semana, junto con Fray Tomás González, Coordinador del Hogar Refugio para Migrantes La 72, denunciaron que grupos del crimen organizado les cobran una cuota de entre 100 y 300 dólares por el derecho de subirse al tren de carga, conocido como “La Bestia”, bajo pena de ser secuestrados o lastimados en caso de no realizar el pago.

En el mes de octubre del año pasado el cobro de la “cuota” la hacían en Coatzacoalcos, actualmente la hacen en Huimanguillo y Palenque. Este acto criminal se suma a las extorsiones que también realizan diversas autoridades mexicanas, las cuales han sido denunciadas en repetidas ocasiones por activistas y defensores de derechos humanos.

La principal causa por la que se ven obligados a abandonar el camino básicamente se debe al miedo que existe a toparse con el crimen organizado, ya que temen por su integridad física.

-Tu vida pende de un hilo -comentó uno de ellos.

 -Es zona roja -agregó el “catracho” (hondureño).

***

Los cuatro inmigrantes centroamericanos aseguran que como van de regreso: “creen que traemos lana y todos esperan que les demos algo. Aquí alguna gente ha sido amable con nosotros y nos han dado una ayuda. La policía pasa y nos dice que ya llevamos rato y que nos movamos a otro lugar”.

Foto: Leonardo Herrera

Foto: Leonardo Herrera

La capital de Puebla no es una ciudad por la que comúnmente transiten los centroamericanos en su ruta hacia los Estados Unidos o de regreso a casa, como ocurre en los municipios que recorre el tren, como Tehuacán, Lara Grajales, Soltepec, entre otros.

En dichos lugares organizaciones defensoras de derechos humanos han denunciado abusos y actos delictivos en su contra, señalando que los problemas de delincuencia no son producidos por los inmigrantes en su paso por México.

Asimismo, activistas como Rubén Figueroa, el padre Alejandro Solalinde o Elvira Arellano han expuesto lo atractivo que estos grupos le resultan a la delincuencia, organizada o no, debido a que son el objeto de ganancias económicas para muchos, la tolerancia al delito y en muchos casos la colusión de las autoridades favorece que en las zonas por las que habitualmente pasan los migrantes sean rondadas por personas dispuestas a robar, asaltar, secuestrar e incluso a matar, hechos que han generado desconfianza hacia los inmigrantes centroamericanos.

En un lapso de 40 minutos, tres conductores les dieron algunas monedas al grupo que “charolea” en el tope cerca de la Central de Abastos. Es visible el trasiego del viaje: llevan la ropa sucia y el desaseo los delata. Un poco de agua los hace sonreír, quizá más que una moneda. Piden ayuda, pero no sólo es dinero, es la comprensión de la gente que los mira. Se trata de mirarlos como humanos.

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