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¿Y si ahora sí? La reforma educativa y la dignidad de los maestros
El retorno del PRI a la presidencia de la república suscitó y sigue provocando fuertes cuestionamientos, desacuerdos, descalificaciones, desmoralización y desconfianza acerca del futuro y aún manifestaciones viscerales de enojo y oposición furiosa.
Por Lado B @ladobemx
12 de diciembre, 2012
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Lo más increíble de los milagros es que ocurren”

Gilbert Chesterton

El retorno del PRI a la presidencia de la república suscitó y sigue provocando fuertes cuestionamientos, desacuerdos, descalificaciones, desmoralización y desconfianza acerca del futuro y aún manifestaciones viscerales de enojo y oposición furiosa.

He de reconocer que sin llegar a los extremos, en general comparto el escepticismo generalizado y me sumo al llamado social a estar permanentemente alertas y con una actitud crítica respecto a la actuación del nuevo gobierno federal, cosa que, contrario a lo que parece predominar en el ambiente y en las redes sociales,  no consiste en rechazar todo lo que se proponga ni en sospechar de manera casi paranoica de cualquier iniciativa gubernamental.

Se trata de “…alentar la buena politización ciudadana (participativa, matizada, informada, inteligente, alerta) y desalentar la mala politización (ideologizada, fanática, trivial)….” como dice Enrique Krauze en su columna dominical más reciente, para poder contribuir a la resistencia frente a cualquier intento de restauración del viejo régimen autoritario y corporativista pero también para colaborar de manera responsable para hacer realidad todas las iniciativas que se orienten hacia la consolidación de una cada vez más completa democracia y una cada vez mayor justicia en nuestro país.

En el ámbito de la educación, que es el que compete a esta columna, este escepticismo y esta desmoralización se sustentan en la probabilidad, sustentada en algunas evidencias ciertas, de que el nuevo gobierno federal vuelva a pactar con Elba Esther Gordillo, líder vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, conservando el poder que de manera estructural y normativa tiene el sindicato sobre la selección, contratación, promoción y remoción de los maestros, y de manera factual posee también sobre la definición y operación de las políticas públicas en materia educativa.

Sin embargo, las primeras señales que ha enviado el gobierno del presidente Peña Nieto en materia educativa parecen ir en contra de estas predicciones pesimistas y han sido bien recibidas por la comunidad académica del campo educativo, por los docentes y directivos del sistema y por la opinión pública en general.

El nombramiento de Emilio Chuayffet como Secretario de Educación Pública, fue leído por sus antecedentes de animadversión contra la señora Gordillo cuando ambos fueron diputados federales por el PRI, como una señal de que el gobierno no solamente no iba a conservar el pacto entre el gobierno y la cúpula del SNTE sino que iba a combatir el excesivo poder sindical y a recuperar el control de las decisiones de gobierno del sistema educativo.

Por otra parte, el apartado de educación en el discurso inaugural de Peña Nieto en el Palacio Nacional planteó la creación de un servicio profesional del magisterio y eliminar las plazas vitalicias de los docentes, además de proponer adecuaciones al artículo 3º constitucional y a la ley general de educación.

Los nombramientos de los titulares de las subsecretarías de la SEP, dados a conocer el viernes pasado confirmaron esta línea reformadora que parece ser producto de una adecuada lectura de la problemática educativa de fondo y de una firme decisión de cambiar las condiciones estructurales que han impedido la mejora de la calidad educativa en México desde hace muchos años.

Mucho se ha dicho en los últimos tiempos acerca de la responsabilidad del magisterio en los malos resultados que obtienen los niños mexicanos en las pruebas nacionales e internacionales de desempeño académico en las diferentes asignaturas básicas. Mucho han contribuido las actitudes de resistencia al cambio y las manifestaciones, paros, bloqueos y reclamos constantes de las organizaciones sindicales afines y opuestas a Elba Esther Gordillo (SNTE y CNTE) a la progresiva y muy notoria pérdida de credibilidad y valoración social de la tarea docente en los últimos años.

Es cierto que no habrá reforma educativa real sin la participación activa y la transformación radical de la mentalidad y el compromiso de acción de los docentes reflejado en sus prácticas cotidianas.  En este sentido, los profesores del país deben hacer una profunda reflexión y abrirse a los cambios que los nuevos tiempos exigen, formándose y transformándose para construir un ejercicio docente que esté a la altura de nuestro cambio de época.

Sin embargo resulta ingenuo pretender que la totalidad del cambio educativo depende de esta transformación docente en el nivel de las prácticas educativas.

Porque es indudable que existen condiciones estructurales que han despojado al docente de la libertad necesaria para ejercer su tarea con dignidad y creatividad y lo han sometido a controles que le impiden moverse y expresarse, llevándolo a un nivel de mero operario de un currículo diseñado e impuesto sin su participación y de una forma de organización escolar que le pide simplemente seguir instrucciones sin cuestionar ni aportar.

De manera que la primera condición para la reforma educativa necesaria tiene que ver con la recuperación del gobierno educativo por parte de la SEP y la delimitación de las funciones y alcances del SNTE de manera que realice con toda la fuerza y eficacia la defensa de los intereses de los trabajadores de la educación…pero no más, es decir, que deje de ser la instancia que controla la vida profesional y las expresiones y formas de pensar de los docentes.

Una vez recuperado el gobierno de la educación y acotado el alcance de la intervención sindical, la SEP podrá y deberá orientar sus esfuerzos hacia la creación de condiciones para la recuperación de la dignidad y la autonomía de los profesores para que a través de programas de formación de alta calidad –sin la injerencia del sindicato- puedan aspirar a construir un plan de vida y carrera profesional en el que la mejora de sus condiciones laborales dependa de su esfuerzo, su talento, su compromiso y el resultado de ello en el aprendizaje de sus alumnos y no de la fidelidad, obediencia o negociación política con el sindicato.

Escribo estas líneas unas horas antes de que el presidente presente públicamente su propuesta de reforma educativa. No conozco entonces, el detalle de lo que esta propuesta contiene. Dedicaré la última columna del 2012 a analizarla con el mayor detalle posible en el espacio del que dispongo.

Sin embargo, si el proyecto presenta metas y acciones concretas en la línea de recuperación del gobierno educativo y de dignificación del trabajo docente, si este proyecto va concretando en los hechos las intenciones acertadas que se han planteado en el discurso, estaremos en camino de una reforma real al sistema educativo y no de una reforma cosmética más, como las que cada sexenio nos han presentado sin obtener mayores resultados porque no atacan el problema de raíz.

Como decía Chesterton: “lo más increíble de los milagros es que ocurren” ¿Y si ahora sí?

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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