Lado B
Marcha del orgullo LGBTTTI: pasos de libertad
Si somos iguales, por qué fingir que somos diferentes
Por Lado B @ladobemx
12 de noviembre, 2012
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XI Marcha del Orgullo, la Dignidad y la Diversidad Sexual 2012.
Foto: Lado B

Mely Arellano

@melyarel

Marchar es un asunto de fe. Porque, al menos en este país, está claro y está visto que de poco ayuda. Marchar es una catarsis multitudinaria: dejar de ser uno, para ser uno compuesto por decenas, cientos, miles que en cada paso escupe un sapo y chorros de bilis. Marchar es una provocación a las buenas costumbres, a la autoridad, al otro –que llamamos sociedad-, a la iglesia. Marchar es la posibilidad del anonimato y su inhibición, su desmadre, su falsa ingenuidad, su coqueteo infantil. Marchar es exigir, es creer, es soñar. Quien marcha es libre, al menos ahí, mientras se dan esos pasos.

La tarde del sábado la comunidad de la diversidad sexual marchó por las calles de Puebla en memoria de Agnes Torres, y en demanda de una Ley contra la Discriminación y una reforma al código civil que permita a las personas trans dejar de ser indocumentadas en su propio país.

XI Marcha del Orgullo, la Dignidad y la Diversidad Sexual 2012.
Foto: Lado B

Pero este, quizás, no era el objetivo de todos los asistentes. Probablemente había quien sólo buscaba fiesta. O lucirse a plena luz del día en tacones de treinta centímetros con minifalda, escote, pestañas postizas y labios carmín. Alguna, a la mejor, fue con la esperanza de toparse ahí al amor de su vida. Y seguro no faltó el que planeaba agarrarse a los besos con un desconocido y jamás volverlo a ver.

¿Y por qué no?

Por qué no disfrutar la fiesta cuando tengo más posibilidades de morir joven. Por qué atender a quien me habla de muerte cuando ya sé que nos están matando. Por qué tendría que ser recatada cuando las agresiones son tan grotescas. Por qué querría hacer hoy lo que hago todos los días: ocultarme.

Algunos contingentes lanzaban consignas, exigían libertad sexual y “derechos iguales a lesbianas y homosexuales, también para transexuales”. Había también “bugas (heterosexuales) conscientes” y madres de hijos LGBTI.

La marcha recorrió unas quince calles (de la 25 sur y Avenida Juárez al zócalo), y la escena era la de cada año: transeúntes mirando y tomando fotos, impulsados más por el morbo que por el asombro. Los hombres –sobre todo estando con otros hombres- sonriendo seguramente por los nervios de no saber qué hacer, y los coqueteos infantiles de ellos y ellas.

¿Y por qué esperan que seamos diferentes del resto, cuando la realidad es que a nadie le importa, cuando los derechos de todos y todas son pisoteados, cuando la violencia nos toca y nos mata no sólo a nosotros, también a ustedes y tampoco hacen nada?

XI Marcha del Orgullo, la Dignidad y la Diversidad Sexual 2012.
Foto: Lado B

La llegada al zócalo fue caótica. La manifestación de Antorcha Popular ha estado ahí desde hace varios días y el sábado no fue la excepción. El templete estaba a espaldas de la fuente de San Miguel, entre puestos de comida, playeras, juguetes y chucherías, y una exposición (que en ese momento estaba cerrada) de la CFE.

Al pie del asta bandera se colocaron los Bordados por la Paz, con los pañuelos de crímenes de odio hechos por integrantes de la comunidad LGBTI, pero apenas estuvieron un par de horas y no recibieron mucha atención de los asistentes.

A pesar de la mala combinación de factores, el evento transcurrió en un ambiente cordial y festivo, cumpliendo con los clichés del “ambiente”, incluyendo a los strippers y a las imitadoras.

¿Y por qué no?

Por qué no salir en tacones a plena luz del día, con los pechos casi de fuera, las medias de red y las alas de ángel, por qué no ir con mi pareja de la mano, besarla en público y recibir aplausos en lugar de miradas. Por qué no salir del clóset cada año en un lugar público y  provocarlos.

Si somos iguales, por qué fingir que somos diferentes.

XI Marcha del Orgullo, la Dignidad y la Diversidad Sexual 2012.
Foto: Lado B

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