Lado B
El malviaje de Huautla
Un episodio más del surrealista sistema judicial mexicano
Por Lado B @ladobemx
15 de octubre, 2012
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Rafael Martínez Vega

Hace pocos ayeres fui a Huautla. No me hallaba en muy buen estado de ánimo en los días previos, así que decidí viajar allá lejos, donde pudiera olvidarme de mí y de mis problemas aunque fuera por un rato. Una amiga cercana –y, por cierto, colaboradora de Lado B- me acompañó en el viaje. Todo iba muy bien hasta que emprendimos el camino de vuelta. Ahí pasando el tramo de cumbres, una patrulla de la Policía Federal nos pidió detenernos.

Mientras el oficial se acercaba al carro –del que no descendí- recordé que unos meses antes había notado algo raro con los documentos de mi coche: ayudando a mi ex a cambiar su tarjeta de circulación, busqué los datos de su auto en línea y, por mera curiosidad, chequé los del mío. Para mi sorpresa, en la pantalla apareció que mis placas correspondían a las de un coche robado. Lo cual es raro porque el carro ha tenido un solo propietario: yo. Y, hasta donde entiendo, las únicas personas que pueden reportar el robo de un carro son el dueño/dueña y/o personal de la agencia donde se haya comprado. Quizás está de más decir que nunca lo he reportado como tal, pues nunca me lo han robado.

Tomada de livingandworkinginmexico.wordpress.com

Una vez enterado del problema decidí ir al Ministerio Público más cercano a mi casa -en la Delegación Coyoacán, del DF-, como no quería arriesgarme a que me lo quitaran, fui a pie. Ahí me dijeron que el reporte correspondía al número de averiguación previa: FAZ/AZ-4/T3/1445/09-09B, que había sido levantada en la Delegación Azcapotzalco -que ni conozco-, por el robo con violencia de un tracto-camión en el 2009; por cierto, justo ese año mi valiente auto Clío y yo estábamos en Tallahassee, Florida.

Decidí ir entonces a la agencia Renault donde compré el carro, ahí me mandaron a otra agencia que es donde tienen los reportes de compras y robos -por un momento olvidé que vivo en México y que uno tiene que dar muchas vueltas por muchas, muchas, muchas, muchas oficinas-, y me aseguraron que ellos se encargarían de arreglar el problema. Ahora creo que soy demasiado confiado… bueno, sigan leyendo y ustedes juzgarán.

Regresemos al momento en que el policía me detuvo en Teotitlán, Oaxaca y me dice que –sí, obviamente- mi auto tenía reporte de robo. Me comunico entonces a México, con familiares y mi casera para que me mandaran copias digitalizadas de la factura del carro y el número de averiguación previa.

Mientras tanto, los oficiales no sabían qué hacer y no recibían respuesta de sus mandos, pues también ellos se dieron cuenta de que la averiguación no correspondía a un Clío. Además, siendo domingo y en provincia, casi todas las oficinas estaban cerradas. Como vi que la cosa iba para largo, decidí encargarle algunas de mis cosas a mi compañera de viaje y decirle que regresara en camión a Puebla.

Después, un oficial me llevó a un consultorio médico para que constara que no me habían lastimado. Para nuestra sorpresa -porque el oficial llevaba apenas unos días en esa oficina y pueblo- la clínica estaba cerrada, así que me tuvo que llevar a un consultorio privado. Cuando llegamos, supimos que el médico estaba en una fiesta. Lo llamaron para que atendiera, aunque realmente sólo checó mis signos vitales y llenó un formato.

Otro que no estaba era el juez, por lo que mandaron a su sustituta. Para esto ya eran casi las 7 de la noche y como no había defensor de oficio, todo indicaba que tendría que dormir en el palacio municipal. En fin, después de que los oficiales intentaron ligarse a la sustituta del juez, la mujer tomó mi declaración y la hizo de las dos partes: de juez y de defensora. Me dijo que quedaba en libertad condicional y que tenía que ir a México a arreglar todos los papeles. Tomé el camión de regreso a las dos de la mañana.

Unos días después volví con toda la documentación para sacar mi coche del corralón. El juez, tal como su sustituta me había insinuado unos días antes, dijo que necesitaría de mi “apoyo” para poder agilizar el trámite, de hecho me dio las tarifas del perito y del policía, y agregó que lo que le correspondía a él dependía de mi juicio.

Teotitlán, Oaxaca.
Tomada de cecottle.com

Tras unas horas conseguí que me dieran el acta donde se establece que mi carro es mío y que no me lo robé. Entonces salí a buscar al oficial que había detenido mi carro y que lo había llevado al corralón para que me lo devolviera. Después de rastrearlo por un buen rato, lo hallé en un restaurante y le mostré el acta, pero resultó que eso no era con él, que tenía que llevarlo al corralón y pedir mi carro. Sin embargo notó que estaba mal redactado el documento y tuve que buscar de nuevo al MP. Menos mal que tenía su teléfono y lo obligué a regresar para que corrigiera los datos sin pedirme “apoyo” extra.

Al llegar al corralón me dicen que el documento que me habían dado en Teotitlán tenía que estar firmado y liberado por la oficina de la PF en Oaxaca capital. Frustrado, decidí regresar a México pues tenía cosas que hacer y que no podía postergar.

Otros días después fui a Oaxaca, recogí la forma liberada para sacar mi carro y me lancé a Teotitlán -como 300 km de distancia, creo-. Todo para llegar y no hallar al dueño del corralón, porque se había ido a Tehuacán, Puebla, a arreglar no sé qué cosas. No entendí la geografía entonces, es un corralón de Oaxaca que administran en Puebla, y parece que hubiera sido más fácil conseguir que liberaran mi carro en ese estado.

En fin. El chavo que estaba cuidando el corralón no sabía cuánto cobrarme y si debía darme el carro. Me comunicó con un oficinista de tránsito de Tehuacán quien me dio la tarifa y la orden de que liberaran mi auto. Entonces pude regresar al DF después de gastar $500 del perito, $500 para el poli, $200 para el juez, $500 por el corralón y mil 176 pesos en pasajes (Teotitlán-DF, DF-Teotitlán, Teotitlán-DF, DF-Oaxaca, Oaxaca-Teotitlán) por el error de alguien más, y la ineficacia de la justicia y las instituciones mexicanas. Gracias.

Ahora no sé qué hacer, cómo demando y persigo a quien haya reportado mi carro. Estoy buscando un buen abogado que me quiera ayudar, pero que lo haga en serio, no quiero darme más topes en la cabeza con la justicia en México.

Al menos me queda de satisfacción que lo que viví en Huautla fue hermoso y quizá fue lo que me permitió no perderme y no soltarme a la ira. En Huautla aprendí que hay que darle su propio peso a las cosas: no somos más que polvo en el universo.

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Autor Lado B
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