Lado B
CUENTOS DE TALLER
Francesca Dennstedt
Por Lado B @ladobemx
19 de octubre, 2012
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Francesca Dennstedt

Los cuentos reunidos en Modales de mi piel me dejan en claro una cosa: el autor sabe de literatura y escribe teniendo conciencia de su conocimiento. Lo que quiero decir es que los cuentos del sonorense Munguía están bien escritos en todos los términos que a un crítico literario se le podrían ocurrir. Por ejemplo, no hay errores gramaticales ni de sintaxis; en algunos cuentos, como en “Sin guitarra”, se juega con el papel del narrador y se demuestra que hay un conocimiento sólido del cambio de persona y lo que esto puede implicar en una historia. Cada uno de los cuentos siguen las leyes básicas del género: la unidad de efecto o impresión, que la lectura se haga de una sola sentada, toda palabra debe estar en función del efecto preconcebido, etc. Sin embargo, hay algo que no termina por gustarme y que me hace pensar que Modales de mi piel es un buen ejercicio literario, pero que le falta algo para convertirse en un buen libro de cuentos. Ese algo tiene que ver con que los textos no consiguen atraparme ni me motivan a seguir leyendo, con que los textos parecen ser más ejercicios literarios que cuentos. Es curioso que en el cuento “Uno no se conoce hasta que se conoce”, uno de los personajes describe la obra literaria de su jefe de la siguiente manera: “sus novelas no eran del todo malas, despreciables, pero tampoco, de ningún modo, geniales. Delataban un conocimiento de la tradición y cierto poder de inventiva, pero eran algo esquemáticas en su estructura, capaces de interesar al lector en su trama, pero incapaces, en cambio, de conmoverlo”. Lo interesante de esta descripción es que creo que es justamente lo que pienso del libro: no es malo, pero tampoco bueno.

Si entendí bien, el hilo conductor de las diferentes historias es que en todas aparecen personajes que necesitan de la ficción, que se inventan historias porque su realidad no les satisface, personajes que crean realidades alternativas para, de alguna manera, encontrar la calma. Quizá el mejor ejemplo sea el cuento de “Vuelcos del abandono” donde se cuenta la historia de una señora que es abandonada en el asilo por sus sobrinos y que finalmente muere. Los personajes de la historia no soportan este final y deciden reinventarlo, los sobrinos regresaron por ella y eso explica su ausencia. Sin embargo, los cuentos que mejor ponen de manifiesto la necesidad cotidiana de la ficción son aquellos que llevan ésta a su máxima expresión, aquellos que se alejan de la literatura realista y se acercan a lo fantástico. Quizá con influencia de Francisco Tario y siguiendo el carácter romántico de la prosa de Bécquer, Munguía logra crear un par de cuentos que consiguen ser algo más que una estructura sólida y una trama llamativa. Tal es el caso de “Grietas”, un cuento donde se narra cómo un personaje va agrietándose misteriosamente, hasta que no consigue esconder los surcos que trazan su piel. Esta degradación del cuerpo funciona como un símbolo de la relación desgastada que el personaje tiene con Emilia, su esposa. El cuento me gusta porque busca una manera novedosa de tratar un tema tan trillado como es el caso de los problemas dentro de las relaciones maritales. Lo mismo sucede con el cuento “La novia virgen” donde se narra la típica historia de un amor imposible, pero al revés: todo comienza siendo perfecto salvo por el pequeño detalle de que la novia no accede a tener relaciones sexuales. De pronto todo comienza a desaparecer, el novio se da cuenta de que en realidad es un fantasma, producto de la desesperación del personaje de una leyenda. Estos cuentos me gustan porque la voz que narra está más comprometida con la trama, tanto en el sentido de que parece satisfacerle más la historia como en el hecho de que una historia fantástica tiene que ser mucho más coherente y lógica consigo misma. Esto me lleva a un último punto, en el libro son pocas las historias de corte fantástico porque significan una apuesta mayor, ya que requieren un público más específico.

En fin, Modales de mi piel no termina de gustarme porque a la hora de escribir los textos, Munguía escoge la vía segura -la de la tradición, la del realismo, la de una prosa sólida distante de la experimentación- y se aleja de cualquier posibilidad de incomodar a su lector. Sus cuentos no dejan de parecer meros ejercicios literarios, de aquellos que se escriben en los talleres de creación, anticipando las reacciones de un público exquisito, de esos cuentos que no muestran las verdaderas intenciones del autor porque están más ocupados en escribir bien, más interesados en crear cuentos simples pero bien armados: cuentos de taller.

 

Francesca Dennstedt (Tijuana, 1988) es estu­di­ante de Lit­er­atura en la Uni­ver­si­dad de las Améri­cas Puebla.

Ha pub­li­cado crítica en la revista Sep­arata. Revista de pen­samiento y ejer­ci­cio artís­tico.

Ha par­tic­i­pado en diver­sos talleres de creación lit­er­aria. Actual­mente tra­baja en una tesis sobre la poesía de Luis Felipe Fabre.

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