Lado B
José Ramón y Pascual siguen esperando justicia
Amnistía Internacional, el Centro Prodh y el Instituto I. Ellacuría realizan una caravana para exigir su libertad
Por Lado B @ladobemx
10 de septiembre, 2012
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Mely Arellano

@melyarel

Eran como 80 personas y juntas gritaron: “¡José Ramón, libertad; Pascual, libertad. Justicia!”. A los pocos minutos, Brígida Cruz salió del penal y aunque sabía que toda esa gente la esperaba, en su rostro hubo sorpresa. Algunos se acercaron y comenzaron a rodearla. Los fotógrafos accionaron sus cámaras y entonces se quedó quietecita, medio risueña, con los brazos a los costados, durante algunos segundos. Luego le dio la mano a una mujer que estaba a su lado, la abrazó, cerró los ojos y recargó su cabeza en el hombro ajeno. Después, como si conociera a la veintena de personas que seguía rodeándola, abrazó a cada una.  Así les dijo a todos y todas lo que tenía que decir en ese lenguaje que no necesita escucharse, que nomás se siente.

Foto: Marlene Martínez.

Junto con ella salieron una de sus tres hijas y el más joven de sus cinco hijos varones. El sábado fue día de visita. Brígida Cruz es la esposa de José Ramón Aniceto Gómez, quien junto con Pascual Agustín Cruz está en la cárcel de Huauchinango desde el 13 de enero del 2010 por un delito que no cometieron.

Salustia Aparicio tiene cuatros hijas y dos hijos, pero sólo ellas la acompañaron a ver a Pascual Agustín Cruz, su papá. Fue la primera vez, desde que lo encerraron, que las ve a las cuatro juntas, a su mamá no le alcanza para pagar los pasajes de todas. Tenía casi 10 meses sin ver a su marido.

María Juana Cruz tiene el cabello blanco. Ha perdido casi todos los dientes y no se acuerda de su edad. Está parada junto a otra mujer más joven pero también canosa y chapeada por el sol: es María Pascuala Agustín Cruz. Son la mamá y la hermana de Pascual Agustín Cruz. No lo habían visto desde la detención. No entienden muy bien por qué hay tanta gente, pero están contentas.

Las –más o menos- 80 personas que gritaron primero dos veces y luego tres más, son integrantes de Amnistía Internacional, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) y el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría de la Universidad Iberoamericana Puebla, y llegaron juntas hasta el Centro de Rehabilitación Social de Huauchinango en una caravana para exigir la libertad de José Ramón y Pascual, defensores del agua de Atla, en Pahuatlán, encarcelados injustamente.

El caso

El proceso judicial de José Ramón y Pascual es un ejemplo más de la fabricación de delitos en México, es inconsistente y tiene al menos ocho contradicciones graves, entre ellas, que no se les procuró un traductor, pues la lengua materna de ambos es el náhuatl.

La falsa acusación en su contra, la detención y la sentencia dictada resultaron muy convenientes para el cacique de su comunidad.

José Ramón y Pascual, presidente auxiliar y juez de paz respectivamente cuando sucedieron los hechos, en 2009-2010, trabajaban en un proyecto para llevar agua potable a los habitantes de Atla, terminando así con el negocio de Guillermo Hernández, que cobraba entre 3 mil 500 y 5 mil pesos –dependiendo de la empatía con el solicitante- por una toma del líquido.

Además de ellos, también se encuentra injustamente en prisión desde julio del 2011 el comandante de la policía Carmelo Castillo.

Foto: Marlene Martínez.

El caso fue de interés de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y en mayo de este año lo atrajo para su análisis. El amparo 36/2012 será analizado y expuesto por el ministro Arturo Zaldívar. Las posibilidades de resolución son tres: que se otorgue el amparo y se ordene su libertad inmediata, que se niegue el amparo o que se reponga el proceso. Los abogados del Centro Prodh a cargo del caso, Andrés Díaz y Araceli Olivo, confían en que la decisión de los ministros sea a favor de la libertad. En octubre, posiblemente, se conocerá el fallo.

La caravana

Cinco voluntarios de Amnistía Internacional, elegidos por sorteo, entran a ver a José Ramón y Pascual y al salir comparten sus impresiones con el resto.

-Pudimos abrazarlos, platicar con ellos, saludar a su familia –dice una mujer de lentes y playera negra-, les entregamos las fotos de los eventos y los dibujos que los niños han hecho, así como lo que se está haciendo en Amnistía Internacional Italia por ellos. Nos platicaron por qué están ahí y de cómo la defensa del agua es una defensa legítima…

Foto: Marlene Martínez.

-A mí me impactó mucho –interrumpe otra mujer- porque a pesar de estar aquí, no perdieron la oportunidad para decir la causa por la que están encerrados. No olvidan el asunto del agua.

Una mujer y dos hombres más hablan de la importancia de las actividades que se han hecho para exigir su libertad, los ponen como ejemplos, aplauden su labor a favor de la comunidad. Sentados en el pasto, los demás escuchan.

Cuando terminan y todos se levantan sale Brígida a repartir abrazos.

Después, la caravana enfila hacia Atla.

En Atla

Atla es una comunidad de Pahuatlán que tiene poco más de 2 mil habitantes. Desde hace unos 40 o 50 años arrastra el problema del agua y no es la primera vez que la mano del cacique pasa por encima de la ley. Hay antecedentes de muertes y de al menos dos personas que purgaron sendas condenas de más de 10 años por oponerse a él.

A pesar de ello la gente de Atla es generosa y confiada. Cuando llega la caravana, un centenar de personas ya espera en la cancha de la escuela, frente a la casa que ocupa la Presidencia Auxiliar y a un costado de la Parroquia. Las mujeres tienden blusas, camisas, vestidos, rebozos y servilletas sobre unas mesas de plástico esperando la vendimia. Enfrente, como si en cualquier momento fueran a

Foto: Marlene Martínez.

sacarlas a bailar, están los hombres de pie, recargados en la pared de lo que parece ser un salón de clases.

Casi todas las mujeres de Atla se dedican a coser y bordar a mano las prendas que luego llevan a vender a los mercados de otras comunidades o de la cabecera municipal, Pahuatlán. Esta vez es diferente.

Después de agradecer la visita y el recibimiento, la gente convive: comparte pan y refrescos. El sol comienza a bajar. Un aire ligerito empuja las nubes gordas y oscuras. La caravana debe irse.

-Nos quedamos reforzados –dice Máximo, hermano de José Ramón.

Brígida y Salustia miran a los que se van.

Ellas seguirán esperando.

Firma aquí la petición de libertad de Amnistía Internacional

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