Lado B
La batalla de los godinez
Por Lado B @ladobemx
28 de agosto, 2012
Comparte

Alejandra H. Saldoval

@ZoilaRinhones

Mi padre, quien trabajó más de 25 años en Relaciones Laborales de una entidad gubernamental lo dijo bien: en la administración pública abundan los lastres. Aquellos servidores públicos que sólo “permanecen ahí” y que mantienen la cabeza baja cuando deben hacerlo y son carne de cañón cuando se les permite. Aquellos a quienes llamo “los mueve clips”.

En México, el servidor público promedio brilla por su falta de creatividad, compromiso o responsabilidad social. Los “Godinez”, como algunos de ustedes les llaman, llegan a las 9, pasan la tarjeta y se van a las 5. Esperan las bien remuneradas vacaciones y los chonchos cheques de aguinaldo en retribución a su papel dentro de una estructura pública. Cada seis años funcionan como mecanismo de control del gobierno reinante para mantener a flote la vulnerable prestación de servicios mientras los de más arriba se reparten botines políticos y económicos. Si algo sucede que los colores “oficiales” cambian, inicia un periodo en que los “mueve clips” salen de su comodidad para buscar alianzas, deber favores, cobrar otros, resaltar lo que durante los 5 años previos no resaltaron o buscar padrinos que les permitan sobrevivir el “sexenazo”. Todo pareciera volver a la normalidad tres meses después de la toma de posesión de los nuevos inquilinos para que su comodidad regrese a casa. Otros 3 o 5 años de mover clips de un lado para otro, de “checar” a las 9 y a las 5.

Esto es como el mundo nos ve a los “mueve clips” (me incluyo en la percepción del estereotipo del funcionario público porque, de otra forma, no estaría escribiendo esto a menera de justificación). Sin embargo, como nosotros nos vemos desde adentro es un poco más interesante y la batalla se vuelve más sangrienta.

En la “iniciativa privada” (así los llamamos a ustedes, los que no son “mueve clips del gobierno”) todo sucede rápidamente y con una dinámica laboral para nosotros desconocida. Mientras ustedes pueden subir o moverse de puesto de forma más horizontal y en poco tiempo, nosotros debemos respetar un “escalafón” o una “negociación contractual”. Si este proceso, por la magia de elfos gubernamentales, se rompe, es bajo excepciones increíbles y sospechosas para toda la estructura. “¿Quién la/lo trajo? ¿De quién es ahijada/o? ¿Qué hizo que a mí no me pasó igual? ¡POR QUÉ ESTÁ TRABAJANDO TANTO!”.

Levanta cejas, mueve aguas, genera confusión, caos, temor, envidia, ira. E inicia la batalla.

El primer movimiento consistirá en recurrir a los pares. A los colegas del mismo nivel o área. “Oye, Fulanito, como que este Menganito se anda pasando de listo con el jefe, ¿no? Como que se traen algo juntos. ¿No andarán en negocios sucios?”. Fulanito, entrado en dudas, considera pertinente hablar con alguien de más jerarquía para parar en seco a los malhechores o para que le explique cómo puede entrarle. Mientras tanto, todo esto discurre en total informalidad, sin ningún movimiento en concreto y bajo la lógica del “radio pasillo” en donde ni Menganito ni su jefe se enteran siquiera del “complot” en su contra.  Fulanito y su interlocutor van a juntas secretas, a desayunos fuera de hora, se encuentran en los baños del piso, hacen grupos con trabajadores de otras áreas y revisan su plan de ataque… en horas laborales. Han perdido una semana de no hacer nada más que estrategias para que Menganito y su jefe sean descubiertos por el Director, el Jurídico, la FEPADE, la Función Pública y la Santa Inquisición, de ser posible. ¡Que todo el mundo se entere de lo rufianes que son! ¡Se saltaron la estructura, la antigüedad, las horas-nalga, los saludos cordiales al jefe, las flores a la secretaria! ¡Todo mal!

Finalmente, esta batalla de un solo bando continúa (Menganito y su jefe ya se dieron cuenta pero evitan confrontaciones). Se lleva hasta las últimas consecuencias de mandar oficios, cartas, actas y solicitar visitadores de la CNDH porque unos recibirán un aumento de sueldo y otros no. Todo esto ajeno a las funciones que cada uno desempeña y al servicio público.

La batalla de los Godinez, evidentemente no tendría sentido si alguien con suficientes facultades, no avivara el fuego de las antorchas. Sería ingenuo pensar que no hay un tercer interesado en la oficina del jefe de Menganito o en la plaza de Menganito. Los asientos para “mueve clips” son escasos y la lista de espera para tan loable labor es larga.

Si este escenario de guerra se une a la confusión creada por estos cambios de administración, de sexenio o de colores institucionales; se pueden agregar víctimas colaterales, daños al mobiliario público, escuchas telefónicas, objetos robados plantados, chismes infundados, acosos laborales inventados y algunas enfermedades sexuales imaginarias, entre otros.

Todo sea por mantener el asiento que se ha ocupado durante 5, 10 o 25 años en donde se es el amigo de todos los niños mientras se continúe, silenciosa pero azarosamente, moviendo clips.

* Las personas y situaciones aquí referidas son ficticias. Absolutamente, de ninguna manera, representan situaciones reales, dentro de organismos gubernamentales reales, de países reales. Aunque, debo resaltar, en honor a la verdad, la labor olímpica que realizan esos servidores públicos – que sí existen- que trabajan todos los días por su país y que soportan la carga laboral de todos éstos mencionados… que no existen. 

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion