Lado B
El amo de Solovino
¿Quién es el hombre que adoptó al animal mediático que conmovió a una ciudad?
Por Lado B @ladobemx
14 de agosto, 2012
Comparte

En una comunidad de Veracruz, donde los muertos por crimen organizado estremecían y las campañas electorales calentaban los ánimos en toda conversación, el pueblo se levantó para que liberaran a un perro callejero que corría el riesgo de ser sacrificado.

Quitzé Fernández

@QuitzeFernandez

“Todos somos Solovino” exclamaban las protestas. ¿Quién es el hombre que adoptó al animal mediático y lo salvó de morir? Le dicen Don Perro y presume haber encontrado la felicidad criando a 57 perros y contando…

En plena masacre electoral, un perro callejero que fue noticia nacional por unos instantes, tal vez un par de días, fue adoptado por Rafael Sánchez Casas, quien lo llevó a su vida al lado de sus 55 perros y 3 gatos.

Y lo mordió.

¿No has visto al perro que torea a los carros? Es de los dulceros del parque, preguntó una sobrina a Rafael, o Don Perro, como lo conocen los habitantes de un municipio cercano a Xalapa, Veracruz, donde tiene una propiedad acondicionada para sus animales: Simplemente nuestros caminos se cruzaron, piensa mientras maneja una camioneta llena de ladridos y felicidad.

Ese perro, Solovino, se había convertido en la mascota preferida del Parque Juárez, dulceros, boleros y periodistas lo alimentaban.

El boom mediático empezó cuando a un comerciante se le ocurrió colgarle un letrero donde pedía croquetas. Tomaron fotos. La imagen se apoderó de twitter y facebook.

Tiempo después, una semana antes de las elecciones presidenciales, Víctor Tobías Gil, Jefe del Centro de Salud Animal del municipio de Xalapa, envío una brigada de hombres a recogerlo. Reportes decían que era un animal que estaba en riesgo porque frecuentaba correr entre los carros, alguna vez atacó a una persona.

Pero alguien gritó: ¡Dejen a Solovino! Otro respondió: ¡Todos somos Solovino! Y los que estaban ahí se unieron a los reclamos para que dejaran al perro libre.

Al otro día, muy temprano. Fue recogido por los trabajadores del municipio para que nadie lo salvara de su destino.

Quienes estaban cerca de él pensaron que lo iban a sacrificar. Politizaron el asunto, culpando a la alcaldesa Elizabeth Morales de una campaña negra.

En Internet se volvió escándalo. El Universal y Excélsior dieron espacios a la noticia, se habló de marchas y crueldad animal en medios locales. El municipio tuvo que emitir un comunicado explicando que el perro estaba bien. Y llegaron más de veinte solicitudes de adopción para llevarse a Solovino.

A través de la ONG Amigos de los Animales, AC., Rafael Sánchez preguntó a Martha Alarcón, su presidenta:

— ¿Qué sabes de este perro que ya es un escándalo?

— Hay una lista de veinte personas que lo quieren adoptar. No te preocupes. Tendrá un hogar.

Pero Rafael se aferró y quedó en la cola.

Después recibió una llamada.

— ¿Y si Solovino no está disponible? ¿Te llevas a otro?

— Sí.

***

—Ese perro es la ley, tiene energía para tanto. Ya querían hacer una marcha para que lo regresaran. Era amigo de todos.

Gabriel Estrada Castillo es un dulcero de 53 años de edad, su puesto familiar, con más de 70 años de tradición, fue el primero en el Parque Juárez, donde por las tardes se observa desde su mirador la neblina caer en los tejados.

Un día de hace siete meses llegó un perro callejero de pelos erizos color miel, muy parecido a Golfo, de La Dama y El Vagabundo. Se hicieron amigos, por las tardes comía y jugaba; en las noches desaparecía.

Ya tenía su plato al pie del puesto de Gabriel. La primera vez que le preguntaron sobre el perro, contestó: Pues solo vino. Y Solovino se le quedó.

—Era medio cabrón, iba y se meaba en las revistas de enfrente. La primera vez que lo vi, pensé: A ese cabrón lo voy a poner bien gordo.

Una trabajadora de Gobierno le regaló un collar con su nombre; otra le llevaba croquetas. Gabriel decidió colgarle un letrero en el cuello que decía: “Xfa cómprame croquetas, las dejas en el puesto que está en la esquina de Palacio. Gracias”.

Cree que eso molestó a la autoridad y por eso fueron por él. Fue a visitarlo al Centro de Salud Animal, Solovino lo reconoció, saltó y movió la cola. Fotógrafos los captaron cuando estaban juntos; las fotos ahora están de recuerdo en el puesto.

—Le dije al doctor, el perro se identifica conmigo, y yo con él. Su hábitat es el Parque Juárez. Ahí debe vivir. Me comprometo a traerlo cada fin de semana.

Yo le hice fama para que otros se lo llevaran. La gente me pregunta ¿Sabe dónde está Solovino?

En la perrera le dijeron: Deja tu solicitud.

Quisiera verlo un día de estos.

***

Lo único que hizo diferente a Solovino, piensa Víctor Tobías Gil, Jefe del Centro de Salud Animal, fue la campaña mediática que lo acompañó.

—Fue levantado a petición de varios reportes ciudadanos. Era un perro agresivo que se comía los hotdogs de los comerciantes y se orinaba en los periódicos. Se tomaron cartas en el asunto, pero era defendido por periodistas y comerciantes.

A Solovino le encontraron lesiones y pulgas. Lo esterilizaron. Además tenía chicles pegados en el cuerpo.

Lourdes Jiménez, Secretaría de la Mesa Directiva de Amigos de los Animales, AC., contó que los medios de comunicación actuaron en contra de las instituciones, pero gracias a ello la gente volteó a ver a los animales de la calle.

—Había gente realmente preocupada que pensaba que a Solovino lo iban a dormir, se trataba de un ser inocente, expuesto, que no reaccionaba. Y la gente lo quería ayudar.

Amigos de los Animales buscaban a una persona que realmente amara a los perros entre las más de veinte solicitudes. Rafael Sánchez dijo: Si necesitan un hogar, yo se lo puedo dar.

 —Rafa es un amante de los animales, es de las pocas personas que invierten sus recursos en ellos. Se ha llevado perros que nadie quiere adoptar: viejos, mutilados, enfermos. Probablemente sea la persona que más perros ha adoptado con nosotros.

En veintitrés años de Amigos de los Animales, nunca había visto un caso tan sonado. Los demás candidatos a adopción coincidían en que no quería otro perro que no fuera Solovino.

—Está en una casa donde lo adoran, tiene una nueva familia. Sabe Dios que vaya a pasar con él.

***

Rafael Sánchez tiene 50 años de edad, cinco de ellos recogiendo perros: Ya suma 45 animales adoptados y 11 ahijados a quienes alimenta a diario.

Recorre la ciudad en una camioneta color rojo, que tiene un cartelón de Andrés Manuel López Obrador pegado en el camper.

Es fácil identificarlo, siempre pasea perros de un lugar a otro. A través de las ventanas de la camioneta asoman con su lengua y orejas volando.

Los ladridos se escuchan a varios metros de distancia.

A casi todos los tiene viviendo en una cancha de futbol desmantelada que acondicionó como refugio de animales. Antes de llegar a ese lugar, pasa a casa de Tino, un granjero gordo, bigotón y de sombrero de paja que tiene 11 perros amarrados.

—Oía que me ladraban perros. Estaban flacos, en los huesos. Pedí permiso para que me dejaran pasar todos los días a darles comida. Hay una línea muy delgada entre un perro feliz y uno miserable: la cadena.

Recomendó que los esterilizara para no tener sobre población.

—En la colonia me dicen El Mocha huevos. Los niños me conocen como Don Perro.

Dentro de los mitos que hay sobre su persona, está el que por cada perro esterilizado recibe una cantidad económica; o que el PRD está detrás de todo esto.

—Yo soy de izquierda, mi padre fue un médico de pobres.

Cuando Rafael entra a la antigua cancha, el ladrar de perros ensordece el ambiente. Los tiene divididos en dos secciones con malla ciclónica.

—Me sé los ladridos de los 45 perros. Son como un hijo, no son un objeto. Son seres vivos. Cuando les vas a dar de comer tienes que pasar lista. Es un acto práctico.

Es difícil caminar entre más de 40 perros. Todos se paran de patas; todos quieren ser acariciados.

Todos olfatean el trasero.

***

Resulta complicado entablar una conversación en medio de cuarenta perros emocionados.

Cuarenta y cinco perros y once ahijados consumen un bulto de 25 kilos de alimento a la semana: 2 mil pesos.

También dos kilos y medio de salchicha.

Cinco veterinarios de base.

Tres horas de baño a la semana en una pileta con un brebaje especial para las pulgas.

La construcción de un aljibe para la captación de agua de lluvia con capacidad de 270 mil litros, lo que equivale a 27 pipas de agua.

Emplear toda la mañana en atenderlos.

Bañarse tres veces al día.

Tener un pequeño taller de herrería en casa.

Un dormitorio por si algún animal se enferma.

***

Hace cinco años empezó a recoger perros de la calle, de forma anónima. Un perro atropellado fue el primero que salvó. Simplemente se le ocurrió. Y de ahí más y más.

—El perro de la calle sufre. No son como el sol y las nubes. Es un ser desamparado. Los pretextos para deshacerse de un perro son increíbles.

Historias fantásticas de abandono abundan en su manada.

A Hunter, un Beagle, lo echaron a la calle porque se comió un celular de 5 mil pesos, lo encontró afuera de la casa de su amo. Rafael se acercó diciendo que se había salido el perro.

—No se salió, lo eché a la calle. Se comió mi celular. Ya no es mío.

Mientras que a Potter, un primo de Hunter, se cansaron de él y lo echaron a la azotea.

—Una de las formas más feas del abandono es la azotea. Están los perros a sol y lluvia, abandonados. La azotea es Siberia.

A otros los encontró amarrados; en los huesos.

Rafael tiene separados del resto de la manada a Chiquilina y sus tres hijos: Albóndiga, Pirrinplín y Pirata. Ellos empezaron a cazar en grupo, primero rodeaban conejos y los mataban, después borregos y vacas. Vecinos del lugar donde tiene a sus perros querían sacrificarlos. Lo buscaron.

Al adoptarlos encontró que tres perros suyos, de los más pacíficos estaban mordidos. Un día se escondió para ver qué sucedía al interior del grupo, y sorprendió a Chiquilina y sus hijos atacando en grupo, así que los separó con una malla.

Cuando Rafael está con ellos los perros conviven con el resto, no se atreven a atacar en su presencia.

***

Siempre de izquierda. Nació en Xalapa, hijo del doctor Alejandro Sánchez Simmedinger y Yolanda Pérez Casas, quien murió cuando Rafael tenía siete años de edad. Lo crió la doctora Emilia Zetina.

Fueron seis hermanos; tres viven.

Rafael es delgado; cabello cano. Ojos brillosos: sonrisa eterna.

—Soy un tipo de izquierda, mi papá fue un médico de pobres. Era admirador de Fidel Castro, Che Guevara. Estuve en movimientos estudiantiles en la UV.

Estudió odontología en la Universidad Veracruzana, se especializa en poner brackets a adolescentes; se casó en 1988 con Fabiola Hernández Lira, también de 50 años y odontopediatra. Ella piensa que él está loco por su labor con los animales, pero lo apoya.

Cuando su esposa cumplió 50 años de vida le decoró un muro que está en la sala de su casa, hay fotos de días pasados; de la familia, de todos los momentos de la felicidad.

—No pudimos tener familia por razones médicas. El milagro de la concepción no se dio.

Rafael Sánchez dice que la odontología es de gente burguesa; no conoce a ni uno que apoye a López Obrador. Incluso ha perdido pacientes por entrar en polémica hablando de política. Por las mañanas cuida a los perros, en las tardes trabaja en su consultorio.

—Son profesiones que te aíslan, queriendo ayudar a la gente terminé ayudando a los perros. Te vas quedando solo.

***

En un cuarto de hectárea viven los perros. Hay una palapa, un taller de herrería, una gradas pequeñas de cemento de lo que era la antigua cancha de futbol y un pequeño departamento de dos pisos al fondo del terreno, donde Rafael duerme cuando un perro está enfermo, o quiere deshacerse un poco del mundo que lo rodea.

En ese departamento hay tres gatos adoptados: Noche, Bombero y Camila.

La cancha la construyó hace 15 años por su afición al futbol. Es seguidor del Cruz Azul y medio campista.

—Me dejaba dinero, pero no satisfacción. La rentaba para fiestas. Eran 2 mil  pesos de ganancia cada sábado.

Rafael asegura que un perro tiene deseos, anhelos. No nada más ladran porque sí. Cree que debería desaparecer el comercio de perros, eso lleva a reproducir animales para venderlos..

La satisfacción que encuentra ahora, es distinta. Es algo que buscó durante años.

—Al fin le encontré sentido a la vida. Cuando veo a mis perros es otra historia. Estás comprometido con la vida. Es mi familia. Son mis hijos.

Rafael, Don Perro, va y viene a Xalapa. A casa lleva algunos perros: los que están enfermos, a los viejos, a los que comen sapos y se pueden envenenar, o los que se están adaptando, como Solovino.

Trata de no desprenderse de la vida humana, por lo que a casa ningún perro entra.

—No he perdido esa esencia humana, me gusta hacer mis cosas. Sentarme en el estudio a la computadora. Comer en la mesa con mi esposa.

Está consciente que Solovino tuvo afectos antes que él, y por el momento se está acostumbrando a su nuevo hogar, donde son válidas, dijo, las visitas de quienes entablaron una amistad.

Le preocupa que el perro sea tan dependiente; cuando viaja en la camioneta Solovino se acerca a la cabina, por la parte de atrás, mientras Rafael lo acaricia.

Es el único perro no enfermo que no sube por si mismo a la camioneta, aún no se acostumbra. Tiene que ser lazado con un bozal para cargarlo, aún tira mordidas.

—No está acostumbrado a la disciplina. De toda mi manada, es el único que me ha tirado una mordida. El día de la adopción me mordió la mano derecha. No hay perro malo, son agresivos por timidez.

***

La primera semana de agosto, Rafael adoptó a Tripié, un perro amputado de una pata delantera que llegó a Amigos de los Animales, un Pastor Ejidal, o Street Terrier legítimo.

Ahora tiene 57 perros y 3 gatos. No sabe cuándo va a parar.

Nota: todas las fotos que acompañan este texto son autoría de Quitzé Fernández

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion