Lado B
"Yo ya cumplí con venir. No voté por culpa del IFE"
Crónica de la jornada electoral en una casilla especial, en el norte del país
Por Lado B @ladobemx
02 de julio, 2012
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Foto Lado B

Lola Centeno

Una casilla singular que muestra un panorama amplio sobre los problemas que se dan en las elecciones es la de la Central de Autobuses de esta ciudad norteña.

Me tocó estar ahí durante unas 10 horas el domingo 1 de julio. Pasé horas observando a cientos y cientos de personas. Sin considerar los arreglos políticos a los que llegan partidos con partidos, partidos con empresarios, partidos con gobiernos, una explicación sencilla de por qué los resultados electorales son como son está en esta casilla a donde van personas de todas edades, de todos los estados, de todas las profesiones, de todas las ideologías.

Llegué a las 7:45 de la mañana a la Central de Autobuses. Al bajarme del taxi, vi que justo en el carro de adelante, también taxi, se bajaban dos personas, una con un chaleco que decía IFE y otro que traía cargando el maletincito de plástico en donde vienen las boletas y las urnas desarmadas. Decidí seguirlos, ellos sin duda iban a la casilla.

Cuando llegamos al lugar, en un extremo de la terminal, en una columna estaban pegadas dos mantas, una del IFE y otra de la Comisión Estatal Electoral en donde decía que ahí, debajo de esa columna, se instalarían dos casillas, una Especial, para los votantes foráneos, y otra local, para los vecinos de la zona. Para esa hora ya había una fila de 100 metros que llegaba hasta las salas de espera del otro extremo. En un santiamén se pasaron los 15 minutos y no había ningún funcionario de casilla. Eran las 8, a la hora que se debe arrancar el armado de la casilla (poner las mesas, armar las mamparas, armar las urnas, contar, llenar las actas), pero no había nadie que dijera ‘esta boca es mía’.

El primero de la fila de la casilla especial era un chilango que llevaba apenas tres días en esta ciudad norteña, a la que llegó por cuestiones de trabajo. Se formó junto a la manta desde las 6:30, según dijo. Mi amigo (después de 10 horas ya no lo consideré un extraño) se impuso a los gandallas y le dejó en claro a todos, incluyendo al del chaleco del IFE, que él era el primero y la casilla debía ir ahí.

El güey del IFE hacía como que preguntaba y como que armaba y como que dirigía pero en realidad no hacía nada. Eran las 8, un par de preguntas en tono de reclamo y ya se estaba escabullendo.

-¿En dónde va esta casilla?-le pregunta el capacitador del IFE (sí, resulta que era capacitador) a uno de los guardias de la central.

A unos pasos de ahí, en el pasillo exterior de la terminal otro pequeño grupo que también trae mamparas y urnas se ve pero no se mueve. ¿Y esos quiénes son? En cuanto llegó la representante del partido Movimiento Ciudadano puso orden y preguntó por los funcionarios.

Había dos personas con camisetas con el logo del IFE, pero si sabían algo, se lo callaron. Ante cualquier pregunta o duda ellos respondían: “nosotros no sabemos nada”.

El desorden empezó desde el principio, pero se intensificó cuando alguien decidió que la casilla especial, se instalaría afuera de la Central y no adentro, donde estaba la manta con el anuncio.

Como siempre, aprovechando la confusión, se hizo rápidamente una fila en la parte exterior mientras que la Policía Municipal guiaba al chilango que llegó primero y a los tantos otros que le seguían detrás, hacia afuera. Gravísimo error. El «capacitador” del IFE seguía escabulléndose. Ya se las olía.

Eran ya las 8:30 de la mañana. Los Policías Municipales o tal vez fue el del IFE o no sé quién, decidieron colocar la casilla especial en el exterior, debajo de un techito. Las dos filas que ya se habían formado corrieron a ponerse ahí. La presidenta de la casilla, la máxima autoridad del sitio, apareció sin darme cuenta. Hubiera sido lo mismo que no apareciera. La pobre señora de lentes no pudo tomar ni una decisión relevante en ese momento crucial. Su casilla no podía abrir si no encontraba voluntarios que tomaran el lugar de los escrutadores. A los que les tocaba y que se habían comprometido con ir, nunca llegaron. ¿Por qué no llegaron si dijeron que irían?

Foto: Lado B

Dieron las 8:55. Mi amigo el chilango reclamaba su lugar frente a los de la segunda fila, la de los oportunistas. “¡Ya abran! ¿Qué esperan? ¡Ya abran!”, gritaba por uno de los lados un hombre treintón. Los gritos eran fuertes. Los reclamos también llegaban del frente y del lado izquierdo. En un instante la mesa de la casilla tenía como 30 personas arremolinadas ahí, todos querían votar y no hacer fila. Los ánimos se calentaron, se empezaron a gritar, el señor del chaleco del IFE prefería no voltear a ver a nadie y hacer como que algo hacía.

Por tratarse de una casilla especial, a cada persona se le debe buscar en un sistema que trae la laptop del IFE, meter su número de credencial y otro código. Eso lleva tiempo. En una hora parecía que nadie había podido votar. Los reclamos, las preguntas, siguieron a la orden del día con 50 personas gritándose frente a la mesa de la casilla de votación.

¿Por qué el IFE contrató a esas personas? ¿Por qué los líderes de la manada no lo son? Ni el Policía Municipal, ni la presidenta de casilla, ni el capacitador del IFE, ni un monigote más que apareció, aparentemente también del IFE. La batuta la tiene que tomar alguien y esos fueron la representante de Movimiento Ciudadano, el chilango, un chavo de camisa Lacoste roja, una chica de blusa negra y un señor con bermudas y lentes. Acomodaron las filas (como pudieron) e informaron tanto como pudieron.

Pasaron las horas y la fila avanzaba leeeeeenta, leeeeentaaa. Pronto se desesperaron los votantes y exigieron que se les contara y se les dijera cuál era la fila legítima, si la de la derecha o la de la izquierda. Sólo que no había nadie responsable del acomodo a quién reclamarle.

Como al mediodía llegaron dos funcionarios del IFE de mayor rango, la coordinadora del distrito y otro chavo al que yo conozco. Cándida, con el pelo peinado como las conductoras de televisión, un vestido corto y flats plateados, nuestra supervisora del IFE parecía vestida para ir a una reunión más que a la jornada de elecciones. No me equivoqué. No aguantó vara y a los primeros grititos ya se sentía en tierra de salvajes. ¡Pues qué esperaba!

En cuanto los vieron, la turba se les dejó venir. Los rodeaban una y otra vez. “¿Voy a alcanzar boleta?”, “¿dónde va la fila?”, “¿por qué nada más 750 boletas?”, “¿hay otra casilla especial?”. Ella respondía como podía y trataba de zafarse del círculo. El otro, mi conocido, es de mecha corta y como es su costumbre respondía, primero normal y luego a la defensiva. En muchas cosas tenía razón.

Para ese momento ya ni me acordaba de los candidatos, ni de los arreglos por lo oscurito, ni del copete, ni de nada.  Estaba bastante frustrada. Una cae tan rápido en un estado mental en el que lo más fácil es culpar a los electores. Son de-ses-pe-ran-tes. ¡Qué no escucharon mil veces el anuncio en donde decía…no, es evidente que no escucharon nada!

-Oiga, ¿esta es la fila para votar? -me preguntaban.

-¿Dónde se acaba la fila?

-¿Si vivo en el municipio fulanito (dentro del área metropolitana) puedo votar aquí? Es que mi trabajo me queda de paso y pues me salí de la casa temprano.

-¿Oiga y no puedo votar otro día, nomás ora?, ¿y ésta es la única casilla para foráneos? Es que no avisan.

Uno de los colmos fue:

-¿Y por qué hay tanta fila oiga?, ¿qué hay?

O

-¿Regreso hasta la otra semana al municipio donde vivo (en la zona rural), no puedo votar ese día?

Dos chavitos a las 7:30 de la noche llegan a preguntar:

-¿Esta es la fila para votar? –Sí, les respondo. Pero las casillas, todas, cierran a las 6– Ah, es que un amigo me dijo que cerraban a las doce (medianoche).

Foto: Lado B.

También escuché a dos personas decir que para qué la hacían ir a votar ahí y luego le decían que no había boletas si “en el censo, cuando pasaron por la casa, nos anotaron”.

Otra más llegó angustiada como a las casi 6 de la tarde preguntando si ya no alcanzaría boleta. “Es que si no voto me van a castigar, me da miedo que me quiten el Seguro Popular”.

Muchas de las razones por las que la gente de tan diversas latitudes y orígenes quería votar o al contrario, se veía limitada para hacerlo, estaban relacionadas con su forma de subsistir. El hambre es canija pero más el que la aguanta. Escuchar: “Si no tienen las medicinas, que el Gobierno te las pague”, sí influye y mucho. Otro gran porcentaje aparentemente no tenía forma de enterarse o no sabe escuchar.

Después de horas de estar ahí uno se da cuenta que la desinformación es tremenda. Ni los millones de spots del IFE sobre la renovación de credenciales, cambio de domicilio, el horario de las elecciones sirvieron. Me quedó claro que la gente no lee y que la tele sigue siendo la principal fuente de información. (“Es que en la tele dijeron que iban a traer más boletas, que eran mil quinientas”). Todas las cosas que preguntaron ya se habían explicado en algún momento.

Y los mal informados son igual de molestos y dañinos que los desinformados. Una chica delgada con esa voz típica de los estudiantes de arte dramático, se la pasó gritando un millón de cosas a los del IFE. La mitad no eran precisas.

En el momento más álgido de la tarde, cuando un consejero ciudadano del IFE llegó con su trajecito a sudar, aún más, la gota gorda y aguantar miles de reclamos mientras el pobre quedaba arrinconado sobre la pared, otro par de gritonas no dejaban escuchar lo que decía el trajeado y nomás alborotaban al gallinero.

-¡Queremos votar! ¡Tenemos derecho al voto! ¡Para qué nos dicen que vengamos a votar si no van a tener suficientes boletas! ¡Esto es un fraude! ¡Ya todo está arreglado! ¡Tanto que gastan y luego no nos dejan votar! -No las volví a ver en la fila.

Otro señor sugirió hacer una coperacha para comprar una urna, colocarla y votar (como si de eso se tratara). Otro pidió que las boletas sobrantes de otras casillas especiales las llevaran ahí, a la Central. Otra señora sugirió que el IFE los llevara a todos en un camión a votar a otra de las casillas especiales, como a 45 minutos de distancia.

Otros tantos se la pasaban burlándose de los funcionarios del IFE. Unos instigadores le gritaron: “agárratelo, agárratelo. Mátalo, mátalo”. What? Volteé a verlos con mi mirada fulminante y les dije que no estuvieran gritando eso, que para qué incitaban a la violencia.

-Estamos jugando señorita -Ajá. Y luego unos 6 me rodearon y me empezaron a reclamar.

Más tarde, como a las 6, una señora de camiseta morada, muy morena, se me acerca y me cuenta su tragedia por no poder votar. Para ese momento yo ya había escuchado como 50 historias iguales o más genuinas que la de ella. Aunque según ella era del Estado de México, a la menor provocación se puso a gritarles a los funcionarios de la casilla básica (de los electores locales) que no podían tachar las boletas que ya no se usarían, que era delito, que porque no llevaban todas esas que les habían sobrado (de Presidente) a la casilla de al lado, la de los foráneos.

-Sí oigan, ¡esto no es legal! No puede tachar todas esas boletas así. Déselas a los de la otra casilla que son a los que ya no nos dejan votar.

Eso no se puede hacer y sugerirlo suena muy ingenuo. Terminó metiéndose a la fila a las 7:30 de la noche y seguro votó. Esa casilla cerró a las 9 de la noche.

Pero no todo fue malo. Una gran cantidad de personas fueron conscientes de que tardaría muchas horas en salir. Esperaron todo lo que tuvieron que esperar, hasta 12 horas. No comieron, se hicieron amigos de los de atrás, se cuidaron los lugares unos a otros, se compartieron el taco/hot dog o lo que hubiera, se contaron sus vidas y dedicaron más de 15 horas a organizar las elecciones en un estado en donde ni siquiera viven permanentemente, como el chilango que llegó primero a la fila.

Sin embargo, la ignorancia está muy extendida y la gente no sólo no sabe lo básico, no entiende el proceso ni las razones de las reglas. Muchas veces socializamos en un círculo muy pequeño que suele tener intereses y antecedentes en común y nos cuesta trabajo imaginarnos por qué alguien no sabe qué es el #Yosoy132 o por qué no sabe en dónde debe votar o que sólo se vota un día y que las casillas cierran a las 6 y que no pueden llevar propaganda a las casillas y que se tiene que votar en donde se vive y que si se cambia a vivir a otra ciudad o a otra colonia, la credencial se debe de renovar y que si la renovaste pero no la recogiste, no la puedes usar.

Lo que queda claro, de nuevo, es que el formato de las casillas especiales es equívoco y posiblemente la historia se repetirá si no se modifica y también que todos tenemos un poco de razón: los del IFE, los votantes, los que gritaban, los que se iban. Ponerse de acuerdo entre miles siempre es y será difícil.

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