Me piden que escriba un artículo sobre música; bueno, pues está reciente el reconocimiento de Barack Obama a Bob Dylan y su presencia en México; pero cómo escribir un artículo acerca de un tipo que bien merece un libro (por cierto, estoy leyendo la Autobiografía de Bertrand Russell: más de mil páginas. No menos merecería el buen Bob). ¿Repasar su trayectoria y mencionar su discografía? No. Ahí está Wikipedia.
¿Cómo escribir un artículo breve de un tipo que ha grabado más de 70 discos y escrito cerca de mil canciones con un nivel lírico que justifica su propuesta constante para el premio Nobel y que ha engendrado imitadores en todas partes del mundo? Porque algunos son verdaderamente engendros, y algunos de éstos son imitadores inmensamente populares que arrastran la voz o imitan sus juergas o se montan una guitarra acústica al hombro o componen crónicas rimadas de borracheras sin sentido que luego hacen pasar por poemas inspirados.
A HARD RAIN’S GONNA FALL
Oh, ¿dónde has estado,
mi niño de ojos azules?
¿dónde has estado,
mi hijo querido?
He andado a los tropezones por las laderas
de doce brumosas montañas,
he recorrido y me he arrastrado
por seis autopistas serpenteantes,
he andado perdido
en siete bosques umbríos,
he estado frente
de una docena de mares muertos,
me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio,
y puedo decirte que será dura
muy dura la lluvia que vendrá.
Oh, ¿y qué viste,
mi niño de ojos azules?
¿Qué viste,
mi hijo querido?
Vi un recién nacido
Rodeado de lobos salvajes
vi una desierta
autopista diamantina,
vi que de una oscura rama
goteaba sangre fresca todavía,
vi una habitación llena de hombres
con martillos sangrantes,
vi una blanca escalera
cubierta de agua,
vi diez mil oradores
de lenguas truncadas,
vi pistolas y espadas
en manos de niños,
y puedo decirte que será dura
muy dura la lluvia que vendrá.
¿Y qué oíste,
mi niño de ojos azules?
¿Qué oíste,
mi hijo querido?
Oí el sonido de un trueno,
que rugió sin aviso,
el bramar de una ola
que se tragaría al mundo,
oí cien tamboreros
con manos en llamas,
oí diez mil susurros
que nadie escuchaba,
oí que alguien moría de hambre,
mucha gente riendo,
oí la canción de un poeta
muriendo en la cloaca,
oí un payaso
llorando en el callejón,
y puedo decirte que será dura
muy dura la lluvia que vendrá.
Oh, ¿Y a quién conociste,
mi niño de ojos azules?
¿Y a quién encontraste,
mi hijo querido?
Conocí un niño llorando
junto a un poni muerto,
conocí un hombre blanco
que paseaba un perro negro,
conocí una mujer joven
de cuerpo incendiado,
conocí a esa chica
que me regaló un arco iris,
conocí a un hombre
herido de amor,
conocí a otro,
herido de odio;
y puedo decirte que será dura
muy dura la lluvia que vendrá.
¿Y ahora qué harás,
mi niño de ojos azules?
¿Y ahora qué harás,
mi hijo querido?
Regresaré
antes que la lluvia caiga,
caminaré hacia el abismo
del más profundo bosque umbrío,
donde la gente es mucha
y sus manos vacías,
donde el veneno
contamina sus aguas,
donde el hogar del valle
se desalienta en la sucia prisión,
y la cara del verdugo
es siempre bien escondida,
donde el hambre amenaza,
donde las almas se olvidan,
donde negro es el color,
y ninguno el número,
y lo contaré, lo diré, lo pensaré
y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano
hasta que comience a hundirme,
pero aprenderé bien mi canción
antes de empezar a cantarla,
porque puedo decirte que será dura,
Que será dura la lluvia que caerá.