Lado B
Las iglesias modernas en la Puebla levítica
Se trata de construcciones que responden a la identidad cultural de las comunidades en donde se edifican
Por Ernesto Aroche Aguilar @earoche
28 de junio, 2012
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Nuestra Señora de la Esperanza, las Animas
Foto: Lado B

Ernesto Aroche Aguilar

@earoche

Visto a lo lejos, el templo de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa podría parecer cualquier otra cosa menos una iglesia católica, pero lo es. En una ciudad como Puebla, con un Centro Histórico cuajado de iglesias construidas en el virreinato y la colonia, encontrar una edificación religiosa construida en el siglo XX pareciera difícil, pero no lo es.

La expansión de la ciudad más allá del Centro Histórico trajo consigo la necesidad de extender los servicios y el equipamiento: escuelas, hospitales, parques y, claro, centros de reunión para la profesión de la fe.

Foto: Lado B

Iglesias como la de la Virgen de Ocotlán, ubicada en la colonia América, y la de la Medalla Milagrosa, asentada en Bella Vista, construidas ambas a mediados de los años 50, son ejemplos de esos primeros templos poblanos que apostaban por una modernidad arquitectónica rompiendo con la tradicional cruz latina como eje de edificación.

Aunque los cambios más drásticos en el rito, y que se traduciría en una mayor libertad en la concepción y edificación de los inmuebles, se produjeron en el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, explica a Lado B Fernando Rodríguez Concha, el arquitecto responsable de varios de los templos construidos en las últimas décadas en la capital poblana.

“La revolución se inicia por el Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII, se aceptan misas en lenguaje vernáculo, estas comienzan a darse de cara al pueblo, porque antes se hacían de espaldas a él, y con una gran asamblea participativa, y sumado a esos cambios también se dio un progreso en la tecnología de la construcción”.

“Antes los templos eran grandes edificios abovedados con características específicas primero por las disposiciones de la iglesia pero también porque no se podía cubrir grandes claros sin columnas, cosa que ahora ya se puede”.

María Madre de la Iglesia en Huexotitla
Foto: Lado B

Sin escuela

Al liberar al rito de ciertas ataduras se abrió también la posibilidad de imaginar y replantear la idea del templo, y eso, explica Marcos Mario Torres de la Luz, coordinador de la licenciatura en Arquitectura de la Universidad Iberoamericana, ha limitado la creación de una escuela o estilo definido, y señala el trabajo de Luis Barragán –el único mexicano ganador del premio Pritzker de arquitectura— en la Capilla de las Capuchinas construida en la ciudad de México, como uno de los ejemplos más interesantes de arquitectura religiosa moderna.

Foto: Lado B

Si bien Rodríguez Concha comparte la idea de que no hay una escuela tradicional se ha tomado a la Basílica de Guadalupe –creación del arquitecto Pedro Ramírez– como un modelo a replicar, “con esta idea de un manto que desde un parte en alto se extiende por encima de todo el templo y con un presbiterio que tiene iluminación natural y se extiende a la asamblea”.

De hecho, reconoce, el templo de María Madre de la Iglesia, también conocido como la iglesia de Huexotitla retoma esa idea del manto protector, “aunque en realidad son dos mantos”.  Y lo reconoce no sólo por lo visible que resulta, sino porque es el responsable de dicha construcción.

En cambio, puntualiza, templos como los de la Medalla Milagrosa y Ocotlán parten de la idea de los “cascarones de concreto”  que tanto utilizó el arquitecto Félix Candela. De hecho Félix Candela, nacido español y nacionalizado mexicano años más tarde, construyó en 1953 la iglesia de la Virgen de la Medalla Milagrosa en el distrito federal, y también tendría a su cargo las estaciones San Lázaro y la Candelaria de la línea 1 de metro.

A cargo de Rodríguez Concha también estuvo la construcción del templo de Las Ánimas, dedicado a Nuestra Señora de la Esperanza, en un trabajo compartido con el ingeniero Antonio Elizaga, obra que a decir del arquitecto Torres de la Luz, “más que responder a las necesidades religiosas responde una necesidad social”.

Foto: Lado B

Lo que hasta el momento no se ha modificado es que se trata de construcciones que responden a la identidad cultural de las comunidades en donde se edifican, apunta Torres de las Luz, “y al quedar libre la creatividad puede llegarse a propuestas muy exóticas, pero eso más que afectar a los interesados puede motivarlos a asistir”.

Y cuenta: “Hay un pueblo en Tlaxcala, no recuerdo el nombre, en el que cura hizo su templo católico con forma de barco, y tiene un espejo de agua, incluso se llama el Barco de la fe. Puede sonar exótico, sí, pero ha permitido que vea en el rito católico ya no sólo como una congregación tumultuario sino como un acto personal”.

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Ernesto Aroche Aguilar
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