Por más que las televisoras, los mensajes radiofónicos, los anuncios en los escaparates comerciales, nos quieran vender las fotos sonrientes de las madres acompañadas de la familia en una confortable casa, rodeada de flores y regalos, la realidad es muy distinta en nuestra sociedad.

El lado triste y lamentable de la celebración pasa por pensar en las madres adolescentes, las madres solteras, las madres que cuidan a hijos con discapacidad, las madres que se encuentran presas. En fin, el mosaico es diverso y preocupante, ya que muy poco se ha hecho para revertir situaciones que podrían ser distintas.

Por ejemplo, Puebla es el estado que tiene el octavo lugar en los casos de mortalidad materna. Lo decimos en el párrafo anterior: no ha habido la voluntad política de garantizar el acceso a la salud de todos los mexicanos. Vemos casos en los que una mujer podría haber salvado la vida si hubiese tenido una atención médica oportuna y eficaz.

Otro de los graves problemas es el de embarazos en adolescentes, que trastorna la vida de las mujeres jóvenes que en la mayoría de los casos y solas, tienen que asumir la manutención y educación del o los hijos.

Sería deseable que la celebración fuese de otra manera, sin embargo, no podemos soslayar la desalentadora situación de millones de mujeres en el país que enfrentan una realidad no sólo difícil, sino lejanamente superable si las autoridades y la sociedad no encuentran alternativas que reviertan esta triste y muy poco alentadora situación.

Y en ello debemos aportar todos. No queriendo reproducir los cuadros color de rosa de las madres felices, pero si el de las madres que puedan vivir con dignidad y que tengan oportunidad de desarrollo profesional y personal al lado de sus hijos.