Lado B
"Por ser homosexual mi papá siempre fue señalado"
Una historia de discriminación y homofobia
Por Mely Arellano @melyarel
25 de mayo, 2012
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Mely Arellano

@melyarel

Cuando Nalleli Cabazos habla de su papá le brillan los ojos. Elige uno entre sus recuerdos de infancia y mientras lo cuenta, se ríe. Son como fotografías en un álbum de familia: ella y su papá haciendo la tarea, su papá cepillando su cabello, su papá despertándola el 6 de enero para ver los juguetes. Imágenes ausentes del dolor que vendría después. Dolor de muerte, pero sobre todo de exclusión, de discriminación, de homofobia. El papá de Nalleli era gay y murió de Sida.

La única frase en el diario de Carlos Merino: «Hoy me siento bien conmigo mismo y con los demás, he aprendido a vivir y convivir con los seres que quiero. Gracias Señor por un día más de vida, debo aprender a vivirla como si fuera el último».

-Él siempre fue cariñoso, amoroso y preocupado por mí, esos primeros años fueron muy bonitos, estables, me sentía súper protegida. Me llevaba a las fiestas con sus amigos y me acuerdo que todos estaban vestidos de mujer y bailaban, hacían imitaciones. Tenía dos amigos que eran estilistas y me arreglaban como muñeca. Yo tenía como 5 o 6 años. Era un papá muy divertido y lleno de sorpresas.

En realidad Carlos no era su papá. A su papá biológico –como lo llama ella- lo dejó de ver desde muy pequeña. Su abuela y su tío la criaron, fueron sus figuras materna y paterna. Con ellos vivió hasta su muerte.

Carlos era docente en un bachillerato de Atlixco (Cbtis 16), donde daba clases de Lectura y Redacción y coordinaba el taller de teatro. Le encantaba la actuación y formaba parte de un grupo que se presentaba en el Barrio del Artista, en el centro de esta angelópolis.

-Él no acostumbraba vestirse normalmente de mujer, de hecho en su vida profesional era muy serio. Nunca faltó a su trabajo. Tenía que comportarse muy, muy reservado. Para él fue difícil. En clase trataba de limitar sus movimientos, llegaba, se sentaba y hablaba lento para que no notaran el tono, porque los chavos y chavas se burlaban: “ahí viene la profesora”, decían. Y a él le afectaba mucho. Al principio actuó con recelo, después con enojo y los reprobaba, se convirtió en un maestro estricto. Estaba cansado. Sus alumnos eran crueles.

Ese padre alegre y amoroso con el tiempo se convirtió en un hombre lleno de rencor, amargado.

-Me contaba que desde la primaria y la secundaria tenía que salirse de la escuela porque era demasiada la burla, los golpes, siempre molestándolo: “que si eres niña, que si eres puto”. Llegó un momento en el que se enojó mucho con la gente.

Los recuerdos le duelen a Nalleli, pero no se detiene. Deja que le salgan las lágrimas mientras sigue contando que a veces su tío no quería ir a sus festivales:

-Para mí era importante, pero él tenía miedo de que se burlaran de mí en la escuela. Nunca me dejó sola y sin embargo yo quería más de él y él también, pero tenía miedo de que yo pagara el hecho de que era diferente –dice diferente y hace una pausa, suspira. Luego retoma la frase aunque más lento, más bajito. Solloza– Siempre le costó trabajo decir “soy homosexual”. Sólo cuando estábamos con sus amigos, en esa intimidad, era cuando realmente era él, feliz, divertido, alivianado.

A los 54 años, Carlos se jubila y casi de inmediato se enferma. No tiene apetito y padece diarreas frecuentes.  Al principio Nalleli cree que está deprimido. Van al médico y le realizan varios exámenes.

-Antes de que le detectaran el VIH lo trataban bien. Luego cuando le preguntaron su orientación sexual, le hicieron la prueba y resultó positivo. A partir de entonces todo giró alrededor de su homosexualidad y del VIH. Llegaban los médicos, veían que en el expediente lo primero que decía era VIH, lo cerraban y se iban. No lo revisaban. No les importaban las molestias, el dolor. Hubo excepciones: médicos atentos y enfermeras amables, pero la mayoría llegaba y lo trataba con asco. Una vez a una enfermera se le salió la aguja y no hizo nada, fue a llamar a alguien más porque no le quiso cambiar el suero y a mi tío se le salía la sangre. Si se quejaba de algo le decían “es por lo mismo” y le daban palmaditas en la espalda. Una vez llegó un médico, abrió el expediente y le dijo: “¿ya ve por andar de nalgas prontas?”.

Los médicos del Issste nunca les dijeron exactamente cuál era el estado de su salud.

Si Carlos ya vivía enojado, cuando supo que tenía el VIH se enojó más. Al principio no quería aceptarlo, decía que lo habían relacionado por reconocer que era homosexual. Se sentía culpable por estar enfermo.

Comenzó a tener problemas de circulación y fue necesario amputarle una pierna y entonces se hundió muchísimo más.

-Cuando estábamos en el Issste era horrible, lo tenían días enteros en urgencias, aislado, nadie le hacía caso, yo no podía entrar con él más que determinadas horas. Cuando entraba le preguntaba “qué te han dicho” y me decía “nada”. Las enfermeras huían. Tenía que corretear a los doctores. Hablaban muy feo de él.

Estando en Urgencias, la conserje le cuenta a Nalleli que “había un sidoso” y que los médicos recomendaban que nadie se acercara porque les podía “brincar el virus”.

-Sentí tanta rabia y tanta impotencia. No sabía qué hacer. Fui con la doctora que en ese tiempo lo atendía, una tal Malena, no me acuerdo de su apellido, y le grité que eran una basura, que no tenían derecho a tratarlo así, pero tampoco sirvió de nada.

El rechazo, sin embargo, no sólo lo encontraron en el hospital, sino también con su familia.

-Todos  dicen “es que yo siempre lo respeté”. Pero en el fondo sí hubo una parte de la familia que lo excluía: “te respeto pero no te me acerques”, eso no es respeto.

En esos meses de ir y venir al hospital, Nalleli se embaraza. Antes que nadie se lo cuenta a Carlos.

-Cuando mi hija nace, él nace con ella otra vez. Empieza a echarle ganas. Me fracturé la pierna cuando mi hija tenía como un mes y él me cuidaba, me cocinaba. Pero ese gusto sólo me duró tres meses. Murió de un infarto. Yo lo encontré.

Tenía 56 años y era su fecha favorita, el 6 de enero. Esa madrugada Nalleli se levantó al baño y se lo encontró en el pasillo. Ella le preguntó si estaba cansado y él le dijo “sí, muy cansado”. Como a las 10 de la mañana fue a buscarlo a su cuarto.

-Se me hizo muy raro porque él era siempre el que nos despertaba ese día para que viéramos los juguetes, le gustaba mucho, para mí hubo Reyes hasta que tenía como 20 años. Cuando entré, ahí estaba, sentado en su silla de ruedas, entonces supongo que fue después de que me lo encontré, ya ni se pasó a su cama, ahí se quedó. Fue nuestra despedida. Todavía le dejó juguetes a mi hija.

Nalleli no entiende a la gente que se opone a la maternidad y paternidad de personas con orientación sexual diferente a la heterosexual.

-Yo tuve un padre biológico que es un pederasta, un alcohólico, un perdedor, cero productivo y nadie lo señala. Y mi padre real, que fue mi tío, por ser homosexual siempre fue señalado y sujeto de burlas. Cuando platicábamos, al final, me dijo: “ahora me doy cuenta que lo más importante es que puedo estar tranquilo con las personas que amo”. Y es lo que me deja: tenemos que estar bien con quienes nos rodean y en realidad nos rodeamos todos.

-¿Le decías papá?

-Una vez cuando estaba chiquita le dije “adiós papá”. Él se volteó e iba a llorar. Yo sentí que se había enojado y no lo volví a hacer. Ahora sé que debí haberlo hecho.

-¿Qué le gustaba, y cómo era físicamente?

-Le gustaba leer mucho, yo conocí la lectura gracias a él desde los 12 años. Le gustaba bailar, era súper fiestero. Le gustaba la cumbia, lo huapachoso. Y se parecía a Emmanuel, lo imitaba, tenía ojos pequeños, un poco más alto que yo. Su tez se oscureció con el tiempo porque viajaba mucho, nariz aguileña. Delgado, nunca hizo deporte pero siempre fue delgado… ¡Hermoso! –dice Nalleli. Y sonríe otra vez.

  • El 75% de las personas de la diversidad sexual sufrió algún tipo de bullying homofóbico en la escuela, principalmente a través de burlas e insultos pero también como golpes y abuso sexual por parte de sus compañeros: Primera Encuesta Nacional sobre Bullying Homofóbico.
  • 1 de cada 4 personas LGBTTTI llegó a tener pensamientos suicidas como consecuencia del bullying que sufría en la escuela: Primera Encuesta Nacional sobre Bullying Homofóbico
  • Una de cada dos personas lesbianas, homosexuales o bisexuales opina que la discriminación es uno de los principales problemas que enfrentan: Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (Enadis 2010).
  • Del 2004 al 2012 han asesinado a 20 personas de la comunidad LGBTTTI en Puebla, cinco en lo que va de este año
  • En Puebla, aunque el Congreso emitió la declaratoria del Día Estatal contra la Homofobia en el 2009, ni el exgobernador Mario Marín ni Rafael Moreno Valle han querido publicado el decreto, dejando en un limbo jurídico la conmemoración
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Autor Lado B
Mely Arellano
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